Mientras América Latina busca cómo resolver los desafíos de cada país y volver a crecer como bloque, África retoma la senda de crecimiento que le había quitado la llamada primavera árabe.
Durante el boom petrolero en los años 2003-2014, América Latina logró destacarse con altas tasas de crecimiento y se ganó el título de la prometedora región que en las siguientes décadas impulsaría la economía mundial. Hasta que se acabó el boom , el mundo se desaceleró y Latinoamérica perdió el impulso desde 2015. En su lugar, buena parte de África y el sureste asiático están tomando el liderato, pese a los retos que tendrán que enfrentar.
América Latina creció rápidamente ayudada de los altos precios de las materias primas que exportaba. Entre los resultados estuvo la construcción de grandes proyectos de infraestructura en algunos países y un amplio gasto social para reducir la desigualdad y la pobreza en muchos de ellos.
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Fue la caída en los precios de los commodities la que dejó ver otra realidad: “Los aparatos productivos de Latinoamérica no se transformaron tanto como debían hacerlo y en sentido estricto siguen siendo economías muy parecidas a lo que eran, es decir que prácticamente solo producen materias primas, con niveles de desigualdad muy altos y poblaciones que no están lo suficientemente educadas para ser altamente productivas”, explica Javier Mejía, investigador de la Universidad de Nueva York en Abu Dhabi.
Al fenómeno deben sumarse los problemas de institucionalidad que tienen la mayoría de países de la región y dificultan la realización de negocios o, incluso, la llegada de nuevos inversionistas. Por ejemplo, el escándalo del Lava Jato en Brasil, el cual involucró a los dos partidos de gobierno y derivó en el conocido caso de corrupción de Odebrecht, cuyos sobornos se pagaron también en Perú, Colombia y Ecuador, entre otros países.
Así las cosas, de acuerdo con el más reciente informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), mientras América Latina crecería 0,2 % este año, la región de África subsahariana lo haría en 3,4 %. Para 2020, la distancia se recortaría, ya que se espera que la primera región repunte hasta 2,3 %, a la vez que la segunda seguiría la tendencia ascendente hasta 3,6 %.
África subsahariana es una zona que logró su recuperación en crecimiento luego del fenómeno de la llamada Primavera Árabe y, pese a estar conformada por países con bajo crecimiento, se estabilizaría en un agregado de entre 4 y 5 % para la próxima década, excluyendo sus dos mayores economías, que seguirían creciendo por encima de dicho registro.
Pese a la heterogeneidad de la región y la separación que apenas están resolviendo el norte de África y la región subsahariana, hay fenómenos poblacionales similares que están llevando a ese continente a tomar la ventaja sobre América Latina.
El primero de ellos es la edad de su población. En general, la región apenas está entrando en un bono demográfico que ya parece estar diluyéndose, lo que llevará a que en la próxima década, la mayoría de sus habitantes estén en edad productiva.
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Al mismo tiempo empiezan a verse los resultados de las inversiones sociales de años anteriores en sectores de educación y salud, de modo que la expectativa de vida ha mejorado y por primera vez hay una generación con alfabetización y acceso a la prima que casi alcanzan 100%, mientras la clase media tiene también acceso a educación secundaria y los de mayores ingresos revelan una mayor asistencia a la universidad.
El fenómeno ha reducido la pobreza, ha ampliado su mercado y mejorado el capital humano, que todavía tiene la ventaja de ser contratado a un valor inferior, haciéndolo atractivo para empresarios e inversionistas.
Según Mejía, los países africanos todavía están muy lejos de entrar al club de ingresos altos, pero sí están en un nivel laboral cercano a América Latina. Además, en los próximos 30 años entrarán al grupo de países de ingresos medios, lo que significa un mayor acceso a la educación intermedia y con mano de obra que podrá prestar servicios con un nivel de especialidad similar al de la región latina.
Carrera de crecimiento
Al otro lado del Atlántico, América Latina se enfrenta todavía al desafío de recuperar sus tasas de crecimiento. Con un pronóstico de crecimiento para este año de máximo 1 %, México y Brasil son las dos economías más grandes de la región, pero también las primeras que se enfriaron, junto con Argentina, cuyo PIB decrecería 2 % en 2019, y que sigue implementando las medidas del FMI para superar la crisis.
El otro bloque importante de países latinoamericanos que conforman Perú, Chile y Colombia tendría un crecimiento de entre 3 y 3,5 % este año. Mientras los dos primeros siguen reportando bajo crecimiento, Colombia enfrenta la incertidumbre de la aplicación de la recién aprobada reforma tributaria —la cual debería incrementar el recaudo fiscal—, además del rearme de parte de la guerrilla de las Farc.
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Para el analista Eduardo Recoba, México podría obtener algún beneficio de las nuevas negociaciones comerciales entre Estados Unidos y China, mientras que Colombia ha demostrado fortaleza en su mercado de capitales, que sin embargo es pequeño para el tamaño de su economía.
Ambos bloques de países necesitarán aumentar el gasto público y generar políticas que incrementen el empleo y ayuden a subir también el gasto privado, todo para dinamizar sus economías.
Recoba advierte también que si bien la región combatió la pobreza con los recursos del boom petrolero, dicho crecimiento se trató más bien de una euforia económica en la que poco se cuidaron las políticas públicas y el crecimiento estructural, lo que dejó una clase media vulnerable a los choques de crecimiento de cada país.
De este modo, un estancamiento de América Latina atacará la demanda y, con ella, especialmente a la clase media, que precisamente es la que aportas la mayoría de la fuerza laboral. Con poco empleo, como ya se ha visto en algunos países de la región, habrá menos consumo y, por lo tanto, el inicio de una espiral de bajo crecimiento.
Mientras África retoma la promesa de crecimiento destacado que la Primavera Árabe le había retrasado diez años, América Latina tendrá que diversificarse para volver a crecer y encontrar la forma de robarse los reflectores mundiales.
La región tendrá que trabajar en acuerdos comerciales con países fuera de América Latina o con bloques económicos como la Unión Europea —de acuerdo con un informe publicado por Martín Rama, economista jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe—, que aunque solo beneficiarán a un número limitado de sectores productivos, tendrían un efecto positivo sobre el crecimiento del pib de cada país al aumentar la complejidad de sus economías y dinamizar su actividad.
Impacto de la ‘guerra’ EE. UU.-China en Latam
Los conflictos comerciales globales, entre los que se destaca la mencionada guerra de China y Estados Unidos, podrían representar pérdidas por 700.000 millones de dólares en 2020, según cálculos más recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI). Su directora, Kristalina Georgieva, señaló que el mayor impacto se ve en la pérdida de confianza, que tiene efectos directos sobre los mercados.
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Si bien México ha podido aprovechar la ruptura entre Estados Unidos y China para aumentar las exportaciones a su natural socio comercial principal, estos conflictos comerciales se han traducido para la mayoría de los países en la disminución de su actividad manufacturera y de inversión, a lo que debe sumarse el riesgo que advierte el FMI de un efecto negativo también sobre los sectores de servicios y consumo.
La razón de esta disminución de la actividad es que, a medida que se materializaron las alzas arancelarias de Estados Unidos a China, también se incrementó la incertidumbre, y esto obligó a las empresas de manufacturas a disminuir o aplazar sus decisiones sobre gasto de largo plazo y compra de maquinaria, en especial en el este de Asia.