En el Foro Forbes Mujeres Poderosas, la cofundadora de Crepes & Waffles, Beatriz Fernández, reflexionó sobre el liderazgo desde el alma, el poder de la narrativa personal y la empresa como una forma de arte transformador.
A través de una videollamada, Beatriz Fernández, la emblemática cofundadora de Crepes & Waffles, apareció en una pantalla del Hotel JW Marriott de Bogotá para compartir un mensaje íntimo, casi espiritual, en el Foro Forbes Mujeres Poderosas de Colombia 2025.
El encuentro, que reunió a empresarias, ejecutivas y líderes de opinión, tuvo un fireside chat atípico: sin la presencia física de la invitada, pero cargado de una intensidad emocional pocas veces vista en un escenario empresarial.
“La empresa primordial es uno mismo”, afirmó Fernández, en un tono pausado y reflexivo, cuando el moderador, José Caparroso, editor general de Forbes Colombia, le pidió definir qué significaba “hacer empresa desde adentro”.
Y desde allí, sin cronogramas, sin powerpoints, sin cifras, comenzó una intervención donde el centro no fue el negocio, sino el alma.
Fernández, que ha convertido a Crepes & Waffles en una referencia gastronómica en América Latina, no habló de expansión de mercados ni de innovación digital. Habló, más bien, de una revolución interior.
“Cuando uno está unido a esa fuente creadora —al corazón de Dios, al corazón del universo— se genera la potencia para elevar el corazón de los demás”, dijo. “Hacer empresa es manifestar ese fuego que enciende la vida propia y la de otros”.
En sus palabras, el lenguaje empresarial se fundió con el poético. Habló de la importancia de sentir antes que pensar —“yo digo: siento, luego existo”— y del trabajo como una vía para dignificar la vida. No se refirió al crecimiento económico con métricas convencionales, sino con metáforas del alma: escultura viva, música espontánea, narrativas de transformación.
Cuando el moderador le preguntó por su propio camino, Fernández fue contundente: detrás de la alegría que transmite, hay una exigencia constante. “La disciplina comienza conmigo: cuidando mi cuerpo, mi mente, mi alegría y lo que digo”, confesó. Dijo que no cree en liderazgos permisivos, sino en aquellos que inspiran con el ejemplo y con una narrativa clara: “Una vida se esculpe día a día, como una obra de arte”.
En Crepes & Waffles, esa visión ha permeado su cultura organizacional. No es casual que la compañía haya apostado por emplear mujeres cabeza de hogar, ni que haya creado la Academia de las Artes para sus colaboradores. Según Fernández, estas acciones nacen de una convicción: “El mundo cambia cuando cambiamos la narrativa. Si todos cambiamos la nuestra, cambiamos al mundo”.
A diferencia de los discursos racionales y estructurados comunes en este tipo de foros, Beatriz Fernández eligió la emoción como eje. Habló de sus frustraciones, de sus lágrimas, de las veces en que ha sentido que el camino se bloquea. Pero también habló de cómo se sostiene en la alegría y en la fe. “Dignificar la vida de los demás es alegrarme”, dijo. “Cuando uno se conecta con el cielo, todo lo demás se queda chiquito”.
Al final del encuentro, el moderador le hizo una pregunta simbólica: si pudiera dejar un mensaje en el cielo para que todo el mundo lo viera, ¿cuál sería? La respuesta llegó sin titubeos: “El amor está en mí por encima de cualquier circunstancia”.
En un mundo empresarial que a menudo privilegia la eficiencia sobre la introspección, la intervención de Fernández fue una pausa para respirar. Una invitación a recordar que detrás de cada empresa hay una persona, y que detrás de cada persona puede haber una fuerza creativa, profunda y transformadora.
“Una empresa es emoción”, dijo.