Garantizar las protestas pacíficas es una fuente necesaria para la supervivencia y la legitimación de los estados que se hacen llamar democráticos.

La economía política dominante en una buena parte del mundo ha sido subsumida por un modelo de economías neoliberales las cuales han terminado por promover la desigualdad, y por resaltar la fragilidad de las democracias, que hoy en día parecen cada vez más vulnerables en medio de estados con profundas crisis institucionales.

Desde hace algunos años entre las listas de los más vendidos se encuentran libros de ciencia política que cuestionan la democracia como régimen de gobierno, al ver como su funcionamiento produce corrupción, crisis de legitimidad y genera perdidas de confianza de los ciudadanos en las instituciones o los llevan a elegir gobiernos populistas con tendencias autoritarias que terminan por empeorar la situación o gobiernos altamente vulnerables a la corrupción lo cual suele empeorar las condiciones de toda la sociedad .

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Brennan (2017) en su libro, formidable y demoledor, ‘Contra la democracia’, usando una gran cantidad de evidencia empírica considerable, muestra como este sistema de gobierno fractura las sociedades, produce desconfianza y vuelve vulnerable a las mayorías poco educadas y las minorías educadas frente a las élites que se benefician de la desigualdad y pobreza que producen las economías neoliberales.

En esta coyuntura crítica surgen lideres personalistas que usan recursos retóricos para promover discursos cargados de emociones, que fomentan el odio, incentivan la violencia, rompen la solidaridad e incentivan tribalismos los cuales sostienen, producen y reproducen sistemas corruptos que incrementan aún más la inequidad.

Usualmente los sistemas de gobierno bajo estas condiciones terminan por generar procesos de regulación del poder y de solución de conflictos que permiten controlar la acción violenta, no obstante, los datos de Brennan muestran que esto no ha sido posible y cada vez son más las acciones de polarización y de violencia sistemática como estrategia de gestión social.

Una de las formas en que esta defectuosa democracia sobrevive está asociada a permitir que los diferentes grupos perciban que pueden expresar su inconformidad de múltiples formas por ejemplo permitiendo la libertad prensa o las protestas sociales. En este sentido garantizar las protestas pacíficas es por tanto una fuente necesaria para la supervivencia y la legitimación de los estados que se hacen llamar democráticos.

Tal es la importancia que, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos ha emitido numerosas sentencias donde recalca y prioriza la libertad de expresión y los derechos de los manifestantes sobre otros. Las crecientes y numerosas protestas en la región y la inexistencia de cambios en las condiciones sociopolíticas y socioeconómicas hacen que resulte relevante entender e investigar las características y distintas dimensiones de las protestas sociales.

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Desde la psicología, investigadores como Sabucedo y colaboradores, han investigado los motivos de las protestas. Estos han encontrado en primer lugar, que las emociones son un motivador principal de la movilización. Sentimientos de frustración, enojo e ira por las injusticias reales o percibidas, -que en general son atribuibles al estado o a grupos sociales con poder-, son una fuente que alimenta las protestas.

En segundo lugar, se ha encontrado que los manifestantes creen que pueden lograr cambiar las cosas con la protesta, es decir creen que es un método eficaz para lograr transformar el estado de cosas.

En tercer lugar, parece que una buena parte de los manifestantes se mueven por la identidad grupal es decir los individuos se mueven por que se sienten identificados con un grupo, por influencia de este. Por último, están los que no necesariamente están enojados, tampoco creen que puede lograrse algo con la protesta y además son poco influenciables por el grupo, pero están convencidos que es moralmente correcto expresar su inconformidad, es decir la obligación moral es la fuente.

Esto no quiere decir que sean mutuamente excluyentes, es probable que en las protestas se combinen todas estas fuentes, las emociones, la eficacia, la identidad grupal y la obligación moral. Es decir que en una manifestación puede haber individuos enojados que crean que es moralmente justificable la protesta y al mismo tiempo otros que crean que es posible lograr sus objetivos mientras hacen parte del grupo.

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La complejidad de las contingencias que mueven a cada individuo y a cada grupo son tan diversas que frecuentemente terminan por producir efectos acumulados que no necesariamente son predecibles, estas macroconductas son difíciles de controlar por cuanto cada individuo puede tener diversas contingencias, para moverse.

Por esta razón, es predecible que las protestas sociales multitudinarias en especial las que ocupan espacios públicos como las marchas puedan derivar en acciones violentas a pesar de los esfuerzos por orientarlas pacíficamente. Cuando lo logran, lo que debe hacer la sociedad es acogerlas y reforzarlas, más aún por que una parte de quienes marchan viven en condiciones de vulneración de derechos, no ven otra forma de buscar cambiar las condiciones en las que viven y los moviliza el enojo hacía las instituciones.

Es decir, las condiciones reales de desigualdad, de exclusión y de injusticia están en el trasfondo contingencial de todas estas condiciones psicológicas que mueven la protesta social.

En consecuencia, las decisiones de las elites que afectan las condiciones socioeconómicas y políticas de la vida de las sociedades son centrales para entender la emergencia y continuidad de las protestas. Las protestas y manifestaciones hacen parte del funcionamiento, del sostenimiento de este régimen imperfecto que llamamos democracia. 

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Los políticos que gobiernan nuestros países no deberían continuar ignorando las demandas estructurales o las condiciones psicopolíticas de las protestas de la población o dedicar sus declaraciones a asignar responsables individuales como si fueran mesías de la acción colectiva.

Pero igual buscar cambios de fondo implica procesos y transformaciones de largo plazo y como diría Piketti en su reciente libro Capital e ideología, transformar la ideología que sostiene una economía de la desigualdad; o como diría Brennan cambiar la democracia como sistema de gestión sociopolítica.

Ambas salidas parecen radicales y complejas, por esto en el corto y mediano plazo es nuestro deber hacer de la protesta social un escenario que hace parte de nuestra cotidianidad el cual debemos proteger para no dar espacio a la emergencia de salidas violentas como las que hemos vivido en el pasado y seguimos viviendo en nuestro continente.

Contacto:
LinkedIn: Wilson López López*, Alejandra López Aguilar** 
* Wilson López López es profesor titular Universidad Javeriana. Líder del grupo de investigación lazos sociales y culturas de paz.

**Alejandra López Aguilar es graduanda de Ciencias Políticas Universidad Javeriana. Correspondencia a: [email protected]