Con desecho de telas, dos emprendedoras colombianas irrumpen en el escenario mundial de vestidos de baño. Sus prendas son utilizadas por grandes artistas y modelos.

Por: Oscar González Escárcega*
Las historias de emprendedores exitosos que levantaron su imperio a partir de la basura son pocas en el mundo, y las surgidas en el ámbito de la moda, menos aún. Es el caso de este emprendimiento colombiano que tiene nombre de bebida y ahora compite con las mejores marcas del planeta de vestidos de baño.
Dos estudiantes de moda en Medellín fueron más allá de la amistad y decidieron unir sus inquietudes y talentos para fundar Agua Bendita; todo se inició a partir de un trabajo escolar en el cual realizaron un proyecto en que tomaban pedazos de tela para hacer vestidos de baño para una empresa ya establecida.

“Ahí nos dimos cuenta de que preferíamos hacer nuestros propios diseños. Gracias a nuestra pequeña rebeldía decidimos emprender y desde entonces nos dedicamos a diseñar vestidos de baño y de veraneo”, dice Catalina Álvarez, cofundadora de Agua Bendita.
La materia prima con la que iniciaron provenía de sobrantes de una fábrica de ropa que les regalaba pequeños retazos de tela. Catalina y su socia Mariana Hinestroza diseñaban, cosían y pegaban todo en la máquina de coser de la abuela de la primera; vivían y trabajaban en un mismo cuarto.
Contactaron prácticamente a todas las empresas relacionadas con el sector de la confección, instaladas en el departamento de Antioquia, con el fin de pedirles, ya fuera vendidos o regalados, retazos de tela que consideraban desperdicio. Literalmente, se dedicaron a recoger basura de todo Medellín, y de ahí salieron sus primeros modelos.
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El gran paso lo dieron cuando por recomendación de alguien se decidieron a asistir a una feria en Miami, Florida, llamada The Swim Show, en que por cierto todavía participan.
En esa ocasión coincidió que la editora de Sports Illustrated estaba en la feria seleccionando los mejores vestidos de baño para su próxima edición: “La buscamos, la encontramos, le mostramos nuestros trajes, y la señora se impactó por lo elaborado de nuestros modelos. Se llevó varios diseños para su revista, en la cual aparecimos seis meses después. Así fue como se nos abrieron las puertas del mundo”, recuerda Mariana Hinestroza, cofundadora de Agua Bendita.
Un aprendizaje (doloroso)
Cuando comenzaban a internacionalizarse, alguien les robó la marca, los diseños, la idea y hasta el logo. Sucedió en México, después de visitar Cancún para ofrecer sus productos; un día recibieron una llamada diciéndoles que estaban demandadas por el uso de una marca que no les pertenecía y les pedían un millón de dólares. Años más tarde ganaron el litigio, pero aprendieron que las marcas deben ser registradas en cada país en el busquen operar.