El premio nobel de Economía habla sobre los cambios que debe hacer la sociedad para hacerla viable.
Foto: Daniel Mordzinski / Hay Festival
Nota del editor: Forbes hizo esta entrevista con Joseph Stiglitz en febrero del 2020, durante el Hay Festival que se llevó a cabo en Cartagena y cuando el coronavirus no había sido declarado pandemia.
A sus 77 años, uno de los economistas más brillantes del mundo, ve en el horizonte tormentas. Al hablar con Forbes en Cartagena, en el marco del Hay Festival, Joseph Stiglitz es consecuente a lo que ha escrito en los últimos años, llama la atención, con voz altiva, de que debe haber un cambio para sobrevivir.
El Premio Nobel de Economía del 2001 advierte de que se viene una desaceleración grave de la economía en el mundo por considerar que se ha producido un coctel de situaciones que pasan desde lo geopolítico hasta eventos, como la propagación de coronavirus, que generan un mal ambiente para el crecimiento.
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Está convencido de que un nuevo contrato social entre la nueva ciudadanía y el Leviatán es fundamental para que el descontento generalizado no siga creciendo porque lo ve como una ola imparable y, en otros temas, ve con bastante reserva qué beneficios traerán estas nuevas economías, de plataformas digitales, para los trabajadores.
Están sucediendo cosas en el mundo como la guerra comercial entre EE. UU. y China, el Brexit, vienen elecciones de Estados Unidos. ¿Cómo ve la economía global?
Creo que habrá una desaceleración en la economía global. Casi todos los pronósticos dicen que esto se debe en parte a la continua incertidumbre de las guerras comerciales con China y las amenazas de un nuevo frente con Europa. Nadie realmente piensa que nuestro primer acuerdo base de tregua con China sea un paso de escala.
Combinas eso con las incertidumbres geopolíticas que han venido apareciendo, como la situación en Irán, y luego con los problemas más grandes, como la crisis de salud global del virus que apareció en China, que está aislando de manera significativa a un país que es casi el 20 % de la economía mundial. Creo que en realidad puede haber una desaceleración grave.
En algunos países de América Latina ha explotado en el último año un descontento social, ¿aumentará?
Creo que la presión social aumentará de muchas maneras y he anticipado que hay un problema dado al alto nivel de desigualdad que ya existe en la región. Comenzando este milenio, mientras que la economía de China se expandió rápidamente, América Latina se benefició enormemente, con un crecimiento y disminución de desigualdad en países como Brasil, Argentina y Bolivia. Había optimismo.
Luego, la desaceleración económica ha despertado un sentimiento antiestablecimiento global a medida que las personas de todo el mundo se dan cuenta de que el prometedor neoliberalismo realmente genera un crecimiento económico lento y desigual.
La sensación es que muchas de las ideas del establecimiento, de un mercado sin restricciones, no funcionan. Esas políticas fallaron y ahora necesitamos un nuevo contrato social en el que haya un equilibrio entre el mercado, el Estado y la sociedad civil, y una ecología de instituciones más rica, incluidas organizaciones sin ánimo de lucro. Ese sentimiento ha terminado en cosas como el Brexit y en los Estados Unidos, con Donald Trump. Lo triste es que todo ese sentimiento antiestablecimiento no se traduce en políticas que resuelvan realmente los problemas que se han identificado.
¿En qué se deberían centrar los gobiernos para atender estos desafíos?
Creo que es necesario centrarse tanto en cómo hacer que el mercado funcione mejor como en reconocer que no importa qué tan bien lo hagamos para que funcione mejor, todavía necesitaremos la asistencia del gobierno. Cuando hablo de hacer que el mercado sea mejor, me refiero a más competencia, reestructuración de los derechos laborales, del gobierno corporativo, todo un conjunto de problemas que hacen que los mercados funcionen, pero donde estamos hoy significa que, sin importar lo que hagamos, terminaremos a un alto nivel de desigualdad. Eso se traduce en que necesitamos financiar la evolución de la educación, la salud y la pensión.
Pero también hay otros asuntos urgentes como el cambio climático y la cuarta revolución industrial…
En cuanto al cambio climático, hay que pensar en la amenaza que representa para nuestro futuro, pero dicen que no tenemos suficientes recursos para hacer una transición verde. Sin embargo, cuando se trata de la Cuarta Revolución Industrial, dicen: “Oh, tenemos demasiados recursos”. Son visiones incoherentes e inconsistentes. Mi opinión es que la cuarta revolución industrial pondrá disponibles recursos. Si los gestionamos bien, podremos usar esos recursos para la transición verde.
En la última gran guerra que tuvimos hubo un gran momento de cambio social. La fuerza laboral de las mujeres y los afroamericanos. Cambiamos las reglas para hacer una sociedad más democrática de manera fundamental y creo que el acuerdo verde puede ser un momento similar de repensar nuestra sociedad.
En medio de lo que explica, aparecen líderes con propuestas que, a mediano y largo plazo, generan huecos fiscales…
La ironía en todas estas discusiones son los llamados republicanos que no se consideran populistas en los Estados Unidos y que han sido consistentemente los peores en violar la restricción presupuestaria. Primero fue Ronald Reagan, donde estropeamos el presupuesto en 1981 y, en 2017, Donald Trump.
Mi punto de vista es que si realmente estamos atacando el cambio climático, podemos hacerlo de manera sostenible, cargando el crecimiento económico dentro de nuestras limitaciones presupuestarias.
Solo para darles un par de números, gravar el carbono incentivará una economía más verde que recaudaría cientos de miles de millones de dólares en un período de diez años.
Si solo tuviéramos a esas personas muy ricas que no pagan su parte justa de impuestos, que pagan una tasa impositiva más baja que las personas trabajadoras comunes, y les hacemos pagar su parte justa de tributos, tendremos miles de millones de dólares de devolución.
Los ingresos por impuestos a los recursos no son un problema si nos comprometemos con una sociedad justa.
En su libro más reciente, ‘People, Power, and Profits: Progressive Capitalism for an Age’ hace énfasis en críticas al poder de las más grandes corporaciones, pero cada día surgen más rápido modelos de negocios como los de la economía gig. ¿Qué opina de ellos?
Las plataformas en principio pueden ser una tecnología que podría conducir a una asignación más eficiente de recursos. Pero por la forma como funcionan, las empresas como Uber y muchas de las otras plataformas de esta economía están realmente diseñadas para explotar a los trabajadores.
En Nueva York se hizo un estudio sobre cuál era el salario promedio por hora de los conductores y era algo del orden de seis dólares por hora. No puedes vivir de eso en una ciudad como Nueva York. Por lo general, usan la plataforma como una excusa para eludir las regulaciones y eso tiene que ser inaceptable.
Hablando de lo laboral, hay muchas discusiones sobre las pensiones. En Colombia lo estamos discutiendo, ¿qué debería tenerse en cuenta en estos tiempos?
Este fue un tema que discutimos mucho tiempo cuando fui presidente del Consejo de Asesores Económicos de Clinton. Una de las cosas importantes a tener en cuenta es que la economía siempre está cambiando, la salud está mejorando y, en promedio, las personas pueden trabajar más tiempo. De hecho, la evidencia es que es más saludable para las personas trabajar más tiempo, por lo que extender la expectativa de vida normal está bien.
Pero proporcionar trabajos es uno de los problemas en muchos países, ya que el marco macroeconómico no es lo suficientemente bueno como para brindar esos trabajos decentes y no querrás pedirle a la gente mayor que acepte trabajos degradantes solo para sobrevivir.
El otro aspecto a revisar es que, en promedio, la esperanza de vida estaba aumentando. Hay muchas personas en la economía que ejercen trabajos físicos duros. Para ellos, la esperanza de vida ha aumentado, pero no tanto. No es razonable esperar que continúen trabajando así. La lección de todo esto es que un paquete único para todos no funciona.
Hay que tener alguna diferenciación. Digamos que para un profesor como yo no, mientras mi mente y mi cuerpo me lo permitan, puedo continuar enseñando, quiero y me encanta hacerlo.
Para los nuevos liderazgos, ¿cómo deberían abordar todos estos problemas?
Los nuevos líderes deben darse cuenta de que hay una única respuesta: el neoliberalismo es un fracaso. Por lo que necesitan un nuevo contrato social. Tienen que aprender de las lecciones del pasado y los problemas de hoy son graves. Tenemos crisis climáticas, crisis de desigualdad, crisis financiera y vamos a necesitar nuevas ideas.