La crisis nos ha estallado en la caray nos ha mostrado las costuras de una sociedad dolorosamente inequitativa.
Parece un mantra que se dice aquí y en la China: el Covid-19 lo cambió y cambiará todo lo que hemos conocido. Se habla de la emergencia con una inédita angustia colectiva. Una barahúnda que se expresa en gritos de arrepentimiento, temores, desconcierto y reflexiones al darnos cuenta de que seguimos siendo una especie vulnerable a pesar de tener las más potentes armas de destrucción masiva y de cargar en nuestro ADN una historia milenaria de aprendizajes. Es como regresar a la esencia.
El final de esto no se sabe cuándo es. Se dice que un par de meses, 18 meses. Más allá de esta especie de bucle del miedo hay que empezar a pasar del desconcierto a mirar hacia adelante y, para ello, hay que ver qué lecciones está dejando esta crisis.
Por ejemplo, qué líderes escogemos en las urnas. Quién iba a pensar que hace unos meses estábamos votando por las personas que iban a coordinar las acciones para combatir la amenaza más grande que ha tenido el país en su historia. Bien o mal. Cada uno tiene su opinión sobre las decisiones que ellos han tomado. Pero hoy, más qué nunca, como ciudadanos, tenemos que aceptar que siempre que vayamos a las urnas tenemos una gran responsabilidad. Solo miremos en el mundo quiénes han tomado decisiones tarde o erróneas y cuáles son los efectos devastadores que han tenido.
“Hoy más qué nunca, como ciudadanos, tenemos que aceptar que siempre que vayamos a las urnas tenemos una gran responsabilidad para elegir a nuestros líderes. Solo miremos en el mundo quiénes han tomado decisiones tarde o erróneas”
¿Los sistemas de salud son robustos y eficientes? La incapacidad de la infraestructura médica, directamente proporcional a los recursos que cada país invierte en hospitales y centros de salud, es, al menos, uno de los grandes temores porque el sistema es mucho más que imperfecto, no se han invertido los dineros necesarios para tener una salud pública fuerte y, por desgracia, en algunos casos ha dejado las puertas abiertas a la corrupción.
La modernización de la educación. No es cierto que los jardines, colegios y universidades estaban absolutamente preparados para la virtualidad. Aquí sobran herramientas y con una buena inversión se pueden adquirir. Ahora la pregunta que sigue: ¿docentes y estudiantes están capacitados culturalmente para asumir este gran reto? La misma pregunta cabe para las empresas que ven en el teletrabajo un sinónimo de ineficiencia.
Aquí la crisis no tiene estrato ni discrimina. El virus nos ha mostrado en la cara las costuras de una sociedad que tiene retos gigantescos. Que no se nos olvide que los dolores están en combatir la inequidad, la creciente informalidad, el desempleo, la autonomía farmacéutica y alimentaria y la dependencia fiscal del petróleo. Que nos sirva este virus mortal para dar el giro a lo que de verdad queremos de país.