Preocupan los casos de discriminación en la Liga Femenina de Fútbol en Colombia.
Muchos en Colombia celebraban a comienzos de este año el anuncio de la celebración de la Liga Femenina 2020 de abril a agosto, con una pausa en mitad de año por Copa América. Después de muchas reuniones, muchas negociaciones, algunas presiones y tensiones, disculpas y culpas se dio un paso para tratar de seguir estructurando el fútbol femenino en el país.
Y de repente llegó el coronavirus y el parón del fútbol colombiano y mundial. Cuando todos creíamos que sería cuestión de días, el tema empezó a prolongarse y la incertidumbre se apoderó de las canchas. En este momento no se sabe cuándo regresarán las ligas, cuándo se volverá a jugar y qué pasará con los campeonatos que ya comenzaron y que no se van a poder culminar. Las federaciones e instituciones se devanan el cerebro a la espera del avance del virus para encontrar una solución, y entre tanto cada uno vive su propia lucha. La primera, como para todas las empresas es revisar qué hacer para soportar la situación y mantener las condiciones de los empleados con pocos o cero ingresos.
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Mucho se ha hablado de las distintas empresas en el mundo que han tomado distintas decisiones para enfrentar esta crisis que nos tomó a todos por sorpresa. Pero yo pregunto, ¿han oído alguna compañía donde decidan ajustar el salario de los hombres y despedir sin nada a las mujeres? Quiero por favor saber qué empresa en el mundo ha despedido y dejado en la calle a sus empleados por género, agradezco la colaboración. Pues esto justamente es lo que hace el fútbol profesional colombiano. Rebajar el sueldo de los hombres (con todas las quejas de legalidad que hay en este momento) y mandar a las mujeres a sus casas sin protección ni salarios. Algunos pueden decir que les van a pagar el arriendo (más no el mantenimiento), otros que les van a dar el mínimo vital estos meses… pañitos de agua de una situación absolutamente inhumana y discriminatoria. Como la Liga apenas se estaba organizando para dar comienzo en abril, más de la mitad de las jugadoras, cuando todo esto del Covid-19 explotó, no tenían contrato profesional firmado (así que hoy nada las ampara) y muchas incluso fueron “convencidas” de aceptar los términos “por mutuo acuerdo”. Era eso o quedarse en la calle. Aún peor es el caso de muchas otras que directamente están vinculadas sin pago bajo el argumento de que iban a tener vitrina, exposición, oportunidades… claro, tenían que estar agradecidas de que les dieran permiso de jugar, para qué iban a pedir remuneración.
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El más reciente informe de la Asociación Colombiana de Futbolistas Profesionales (Acolfutpro) expone la situación de los distintos clubes en Colombia en donde el promedio salarial de las jugadoras es de 1 millón de pesos, y en contados casos algunos clubes llegan a pagarles 2 o 3 millones a algunas de ellas. Esto cuando están contratadas, porque muchas instituciones tienen a gran parte de su plantilla inscrita como “amateur” lo que las deja en el aire sin ningún tipo de garantía o protección. En la Liga Femenina 2019, 167 futbolistas de las 407 en total que participaron fueron inscritas como no profesionales. Mientras todos celebraban que en Colombia se jugaba fútbol femenino con “todas las de la ley”.
Más preocupante aún es el caso del equipo Orsomarso en el que seis de sus jugadoras, menores de edad, se estaban hospedando en la casa del técnico… Para la Acolfutpro “es una situación que pone en serio riesgo a las deportistas a ser vulneradas y expuestas a algún tipo de violencia de género”. ¿Me pueden decir en qué empresa unas empleadas menores de edad viven en la casa de su jefe?
Es claro que de fondo está el debate de que el fútbol femenino no genera ingresos como el de los hombres, que no es un negocio, que no hay forma de soportarlo… pero también hay que añadir que tampoco hay una estructura sólida que permita tener un plan de financiación a largo plazo, ni tampoco se ve la voluntad de apostarle a un proyecto donde (como todas las industrias) se requiere una inversión inicial para después sí empezar a ver la rentabilidad. O acaso, por poner un ejemplo, ¿un restaurante que requiere miles de millones de pesos para su puesta en marcha recupera su inversión en los primeros dos meses? No lo creo, entonces sigo sin entender por qué se le pide esto al fútbol femenino y se le compara y exige lo mismo que a una industria que en Colombia lleva más de 70 años, como lo es la rama masculina.
Cartas de la Vicepresidencia de la República ante el comunicado de Santa Fe que informaba las medidas frente a su equipo femenino, trinos de la Alcaldesa de Bogotá reprobando estas decisiones, columnas y comentarios por doquier de periodistas y líderes de opinión. La herida se volvió a abrir. ¿Acaso alguna vez estuvo plenamente cerrada?
Carolina Jaramillo Seligmann
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*La autora es fundadora de Score Sports, compañía consultora de marketing deportivo.
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