“No es simplemente una nueva 'moda' de gestión empresarial, sino que se convierta en el eje principal de la evolución de las empresas”, dice Maria Lorena Gutiérrez, presidente de Corficolombiana.

Por: María Lorena Gutiérrez Botero*

Durante los últimos años, el desarrollo sostenible se ha convertido en un concepto colectivo, no solo por el apoyo que ha recibido por parte de actores, gobiernos e instituciones de todos los tamaños, sino también por la relevancia que ha empezado a tener en las estrategias de negocio de muchas compañías en el mundo.

Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la sostenibilidad corresponde a “la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras”, en pocas palabras, se trata de mantener una suerte de equilibrio entre el crecimiento económico, el cuidado del medio ambiente y el bienestar social.

Es este equilibrio el que, en últimas, permite que el progreso y el desarrollo vayan de la mano de la permanencia de nuestro planeta y la sociedad en general. De ahí que no sea simplemente una nueva “moda” de gestión empresarial, sino que se convierta en el eje principal de la evolución de las empresas y su éxito en el corto, mediano y largo plazo.   

Ahora bien, como ciudadanos del mundo, tenemos una tarea significativa por delante: entender lo que implica la sostenibilidad y ser conscientes de que su éxito o fracaso dependerá del compromiso activo y colectivo de gobiernos locales y regionales, del sector empresarial, la sociedad civil, e incluso, de la comunidad científica.

La adopción y el cumplimiento de las metas asociadas a temas de sostenibilidad como la protección y el respeto de los derechos humanos, el consumo sostenible, la lucha contra el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, la paz y la justicia, han dejado de ser un tema que corresponde meramente a los gobiernos. Las empresas tenemos un rol fundamental en este contexto, pues somos nosotros quienes movemos la industria, producimos y consumimos bienes y servicios, pagamos impuestos, dinamizamos los territorios, generamos empleo, y procuramos por el progreso de los países en donde tenemos presencia.

Una empresa sostenible, además, se beneficia de nuevas oportunidades de negocio, de un mejor posicionamiento en un mundo cada vez más competido -y con una sociedad más exigente-, y de mayores posibilidades de encontrar eficiencias y de mitigar los riesgos a los que se encuentra expuesta.  

Sin embargo, aún nos falta camino hacia el entendimiento e interiorización de ese rol y de las oportunidades que plantea. Debemos procurar impulsar compañías comprometidas con buscar bienestar para la sociedad y orientadas a reformar sus estrategias de negocio hacia temas de interés mundial.

Es claro que el camino no es fácil. Apostar por un modelo de estas características, como lo hacemos en la compañía que tengo el reto de liderar, representa compromisos mayores en la medida que la estrategia empresarial no se debe centrar sólo en el plano económico sino también en el ambiental y social. De ahí que los objetivos y metas empresariales se transformen y pasen a integrar aspectos propios del negocio, como su crecimiento y rentabilidad, con aspectos más nobles como las iniciativas para la protección del medio ambiente, la mitigación de la huella de carbono, y el aporte al progreso de las comunidades y grupos de interés.  

Para esto se requiere de líderes comprometidos, apasionados, dispuestos a apostarle a tomar decisiones de fondo que no siempre reflejen efectos en el corto o mediano plazo y que tengan en cuenta los intereses de todas las personas en su cadena de valor.

Sin duda, lograr encaminar los esfuerzos hacia este frente permitirá que las empresas aportemos al país de una manera integral, a la vez que impulsamos nuestro posicionamiento, reputación y negocio.

Estamos en un contexto, en el que el entorno merece nuestro mejor esfuerzo y nosotros recibiremos lo mejor de él. Debemos acelerar la acción, ratificar el compromiso y reconocer nuestra responsabilidad para plantear soluciones que, desde el centro de nuestras estrategias de negocio, generen un verdadero valor económico, social y ambiental a la sociedad.

*La autora es presidente de Corficolombiana.

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