Además de virtualizar todas sus clases, la Universidad del Rosario realiza pruebas diagnósticas de covid-19, fabrica un ventilador mecánico y adelanta el plan 'Colombia post covid-19'
Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario en Bogotá, reconoce que con la llegada de la pandemia, sus alumnos no son los únicos que están aprendiendo. La coyuntura creó un escenario en el que incluso él tuvo que retomar el camino del aprendizaje.
“Algunos rectores podrían afirmar que ya lo saben todo en este tema y en esta coyuntura, en nuestro caso en la universidad, con humildad, todos estamos aprendiendo”, asegura Cheyne.
La universidad se enfrenta a varios retos. Desde cómo garantizar la continuidad en el proceso educativo de sus 12.500 estudiantes en 10 ciudades del país, hasta cómo financiar la realización de pruebas diagnósticas de covid-19 para apoyar al laboratorio del Instituto Nacional de Salud.
Sobre el reto educativo, Cheyne señala que “todas las universidades tradicionales habíamos tenido experiencias previas de tener algunos posgrados virtuales, algunas materias virtuales, etc. Pero es la primera vez en que las universidades tenemos que ofrecer la totalidad de los programas por acceso remoto”.
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Y agrega que “tal vez lo más importante es que tuvimos muy pocas semanas de preparación, incluso sin pruebas piloto porque cuando se atiende un desafío de este tamaño, lo primero es hacer un conjunto de pruebas piloto, pero en este caso no tuvimos esa oportunidad”.
No es un reto tecnológico
En la educación, el reto va más allá de garantizar una plataforma que le permita a todos los profesores y estudiantes conectarse con puntualidad a sus clases, que todos conozcan dicha herramienta o que toda la comunidad tenga un computador u otro dispositivo para ‘conectarse’.
“El desafío es pedagógico porque finalmente, si una persona tiene acceso o no a la tecnología, se la podemos entregar como hemos hecho y le podemos explicar cómo utilizarla”, explica el rector.
El reto está en integrar a los alumnos o profesores que con esta coyuntura se enfrentaron a sus primeras clases por acceso remoto, que en los primeros dos días alcanzaron las 5.200 sesiones, equivalentes a 59.900 participantes de clases virtuales.
Para solucionarlo, la Universidad implementó un programa de capacitaciones para sus profesores y de acompañamiento emocional para los alumnos, que aunque se siguen conectando con sus compañeros de clases y amigos mediante una larga lista de medios virtuales, permanecen solos en sus casas.
En segundo lugar, está el reto de las evaluaciones. Algunas universidades anunciaron que no evaluarían a sus estudiantes o que su calificación pasaría de ser cuantitativa (en escalas de números) a cuantitativas.
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“Nosotros lo que hemos venido diciendo es que la evaluación debe entenderse como un espacio en el que el estudiante aprende. Es decir, uno cuando hace una evaluación que está bien hecha, que está organizada, uno aprende con la misma”, señala Cheyne.
Y en tercer lugar está el riesgo de una relación estandarizada entre los profesores y cada estudiante, dada la lejanía física entre unos y otros. “Lo más importante es que cada una de las personas pueda realizar lo que se conoce como una innovación pedagógica. Y una innovación pedagógica que las universidades hemos venido haciendo hace muchos años, pero en este caso nos tocó a todos a toda velocidad”, agrega el rector.
Como resultado de los planes implementados, una encuesta realizada por la misma universidad arrojó como resultado que 60 % de los profesores considera que la mayoría de sus estudiantes están incluso más atentos que en la clase presencial y 70 % señaló después de varios días de dictar sus clases virtuales, que les fue incluso mejor de lo esperado inicialmente.
No solo es educar
Pero además de sus clases, la universidad adelanta varios proyectos para contribuir al país en medio de la coyuntura.
El Rosario empezó con la graduación anticipada de 117 médicos para que estos se integraran al sistema nacional de salud y así aumentar la disponibilidad de profesionales para atender a los pacientes colombianos.
Luego, fue la primera universidad en recibir la autorización del Instituto Nacional de Salud (INS) para realizar pruebas diagnósticas de Covid-19 y aumentar el número de diagnósticos en el país.
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Con una capacidad de 100.000 pruebas, el Rosario se impuso una meta de 4.000 millones de pesos para financiar la compra de dichas pruebas y su implementación en el país. Al superar la meta, la universidad ahora se concentra en comprar material de bioseguridad para profesionales de siete hospitales en el país y entregar auxilios económicos a familias de estudiantes de la misma institución que lo necesiten.
“Pero no es suficiente, estamos haciendo un segundo proyecto que es el ventilador mecánico, en este momento de crisis se requieren muchísimos ventiladores y nosotros estamos trabajando y en las próximas semanas lo vamos a presentar a toda la sociedad”, agrega Cheyne.
Un tercer proyecto en el que trabaja la institución es el programa ‘La Reconstrucción de Colombia post covid-19’, en el que se están planteando “todas las políticas económicas, las recomendaciones jurídicas, las recomendaciones empresariales, políticas y unas muy importantes son las de emprendimiento que se deben adoptar entre todos los sectores del país para reconstruir a Colombia”, explica el rector..