En 1998, tras endeudarse y quedarse sin el respaldo de los bancos, la compañía de lácteos estuvo a punto de cerrar sus puertas. Carlos Enrique Cavelier, hijo y nieto de los fundadores, fue quien con éxito le hizo frente a la contingencia.

Cuando un hombre se ahoga en el mar, un salvavidas lanzado a tiempo puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte. Si el auxilio llega tarde, aunque esté flotando en el agua no serviría de nada. La Ley 550 de 1999, también conocida como ley de reestructuración o de quiebras, fue el salvavidas lanzado a tiempo que hace 20 años evitó el cierre de Alquería, una de las compañías agroindustriales más reconocidas del país.

Carlos Enrique Cavelier, hijo de Enrique Cavelier y nieto de Jorge Enrique Cavelier –quienes fundaron la empresa 61 abriles atrás–, tenía 37 años y llevaba seis en el cargo de presidente cuando tuvo que enfrentarse a un nivel de deuda que superaba la capacidad de pago de la compañía. “En ese momento éramos una empresa pequeña, vendíamos 40.000 millones de pesos y debíamos 30.000. Estábamos en quiebra”, recuerda.

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Para el tercero de los Cavelier, antropólogo y sociólogo de profesión, el secreto para superar esa contingencia radicó en haber identificado a tiempo el problema. “Lo nuestro era un tema de finanzas, pero no de operación ni de ventas”, explica.

De hecho, su capacidad para reponerse de la crisis fue tal que hoy la valoración de Alquería alcanza los 300 millones de dólares, con ventas cercanas al billón de pesos al año y una nómina de 2.500 empleados y 4.500 colaboradores, operando con ocho plantas procesadoras en el territorio nacional.

En honor a este esfuerzo, solo diez años después de haber estado a punto de quebrar, la Universidad del Rosario la condecoró con el reconocimiento Ave de Fénix por haber resurgido de las cenizas.

Por la crisis económica generalizada, los bancos recogieron cartera por miedo a que se perdiera la plata; y, como no renovaron más los créditos, ahí nos dimos cuenta del hueco financiero”.

carlos enrique cavelier, coordinador de sueños de alquería.

Carlos Enrique es el hombre detrás de ese fortalecimiento. El empresario es el primer ejecutivo colombiano en cambiar su título de presidente por el de ‘coordinador de sueños’. Para él, un “político frustrado”, como se define, hubo una brújula que sirvió de guía para atravesar el camino de la dificultad: en Alquería todos son familia.

Cavelier habló con Forbes sobre el momento que casi le cuesta su propio sueño y lo que significaron para él y su familia los años posteriores.

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Sin dinero en los bolsillos

La crisis económica de 1998 fue la gota que derramó el vaso de la situación financiera de Alquería. “La empresa se había endeudado profundamente entre fincas que compraba mi papá y tecnología que adquirimos para pasarnos a la tecnología larga vida”, recuerda Carlos Enrique.

“Para entonces, Colombia era un país en el que a nadie le prestaban a más de dos años, por lo que uno debía estar renovando los créditos permanentemente. Pero, por la crisis económica generalizada, los bancos recogieron cartera por miedo a que se perdiera la plata; y, como no renovaron más los créditos, ahí nos dimos cuenta del hueco financiero”, continúa.

Aunque su crecimiento era del 25 % al año y su nivel de ventas seguía en números positivos, pues se convertían en la primera compañía en tener larga vida en Colombia en alto volumen, Alquería no tenía cómo pagar.

“Si no hubiera sido por ese apoyo mutuo, creo que la familia se habría destrozado”.

Carlos enrique cavelier, coordinador de sueños de alquería.

Su único salvavidas fue la Ley 550 o ley de quiebras, que establece la posibilidad de que las empresas con dificultades para atender sus obligaciones pecuniarias realicen acuerdos de reestructuración con el Estado a fin de, entre otras cosas, salvaguardar el empleo en el territorio nacional.

Tras acogerse a esa medida, vinieron siete años de reestructuraciones, despidos y ajustes. Para el 2005, Alquería había logrado pagar antes de tiempo los créditos que había adquirido con los bancos para salvarse, lo que les permitió “volver a respirar tranquilos”, según explica su coordinador de sueños.

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Pese a las dificultades económicas, la situación generó despidos mínimos, que no alcanzaron a tocar el 1 % del personal. “Honestamente necesitábamos a la gente para operar, por eso no podíamos hacer recortes”. Lo que sí cambió dentro de la estructura, como era de esperarse, fue el gerente financiero. Al cargo llegó Orlando Jiménez, de Nacional de Chocolates de Venezuela.

Como se trata de una empresa familiar, la crisis no solo fue asunto de discusión en las oficinas, sino también en el hogar Cavelier. “Afortunadamente, mi padre ya había consolidado en ese momento la propiedad de la compañía, por lo que todo recayó sobre nuestro núcleo de familia”, sostiene el empresario. Al final, como Alquería, los Cavelier Lozano también sobrevivieron a la tormenta económica: “Si no hubiera sido por ese apoyo mutuo, creo que la familia se habría destrozado”, dice.

El ave fénix del sector lechero

Para 2008, la empresa se consolidaba no solo como una productora y comercializadora de leche, sino como una compañía de productos lácteos que buscaba expandirse por toda Colombia. Por eso, Alquería firmó ese año una alianza con la multinacional francesa Danone e inició la producción de yogures.

En el mismo periodo inició un proceso de adquisiciones de empresas locales: compró Lácteos de la Sierra, de Santa Marta, que le abrió paso al mercado de la costa Atlántica; adquirió la Procesadora San Martín, en Medellín, y se hizo con Freskaleche, la marca líder de ese mercado en los Santanderes.

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Ahora, en contraposición a lo que vivieron hace 20 años, el 2019 cerró como su segundo mejor año en la historia. Su facturación llegó al billón de pesos, mientras su operación se divide entre ocho plantas en todo el país, dos en Cajicá, otra en Cota (Cundinamarca) y las demás en Bucaramanga, Medellín, Palmira, Aguachica y Santa Marta.

Esperan que el 2020 siga siendo un año de crecimiento, sobre todo en el área social, un pilar importante de la compañía desde su fundación.