"Las organizaciones que tomaron la decisión de moverse a la nube con sus servicios tuvieron una ventaja estratégica, debido la carga operativa que delegaron", opina David López, vicepresdiente de Appgate para Latinoamérica.

Como consecuencia de la realidad que vivimos y el COVID19, no resulta osado aseverar que el sector financiero está transformándose a un ritmo tan vertiginoso. La banca tradicional realiza una inmensa inversión en el desarrollo y la actualización de sus canales digitales; ahora necesita intensificar su mensaje para que los usuarios dejen de ir a los establecimientos físicos y realicen el cambió digital.

También está el caso de los nuevos jugadores que desarrollan soluciones que agregan valor a los usuarios de las entidades financieras. Para lograrlo, cuentan con un abanico disruptivo en comparación a las formas y procesos tradicionales, lo que permite el nacimiento de entidades como Fintech, Neobancos, Challenger Banks, que dependiendo de la perspectiva que se tenga, pueden ser competidores o complementos para la banca tradicional.

En el caso especifico de los Neobancos, además de ofrecer bajos costos en operación e infraestructura, deben ser concebidos para atender las necesidades de clientes con un perfil específico como son los millennials, los nativos digitales o los fanáticos de la tecnología y la informática.

Hoy, el nivel de competencia para las entidades financieras es muy alto. Existen nuevos participantes que incursionan en los mercados y se trata de las Bigtech, que son grandes empresas de tecnología, que crearon sus propios bancos, como es el caso de Google, Amazon, Apple y Alibaba, entre otros.

Para cautivar este ‘público’, las instituciones requieren mejorar la experiencia del usuario con unos claros diferenciadores: Self Service, servicio 7×24, implementar sistemas de seguridad novedosos, password less, seguridad Biométrica, conocimiento del cliente, mitigar la exposición a fraudes de marca. Además de cumplir con las reglamentaciones establecidas en cada país.

La situación en Latinoamérica debido a la expansión de la pandemia representó una coyuntura inesperada para el sector financiero por distintos motivos. La más visible es la necesidad de fortalecer su capacidad para acceder de forma remota al 100% de recursos tecnológicos con las necesidades de seguridad; sin embargo, existe uno mucho más complejo y es el hecho de contar con la capacidad de reaccionar de forma táctica y veloz con respecto al incremento en el uso de sus medios y canales digitales por parte de los clientes.

Para nosotros como proveedores de servicios de prevención de fraude en la nube, este reto lo visualizamos con anticipación. Ajustamos nuestros ambientes en la nube para que se activaran los despliegues correspondientes a los recursos de hardware y de software que permitieran soportar los picos de carga transaccional de nuestros clientes; adicionalmente revalidamos procesos internos y prácticas de nuestros centros de operación.

Para la segunda semana de abril, encontramos entidades financieras con una cantidad de autenticaciones en nuestros servicios en la nube, de más de 12’000.000. En tan solo dos semanas llegaron al 80% del consumo total. Nuestras proyecciones indican que podrían estar por encima de los 20’000.000 de autenticaciones.

Evidenciamos como el total de la actividad de nuestros clientes en términos de autenticación y monitoreo transaccional hacia nuestra nube se incrementó en más del 80%, tan solo llegando a mitad del mes. La actividad de nuestros clientes llevó a requerir escalamientos del servicio de hasta 4 veces su configuración inicial para soportar los incrementos mencionados. Solo la previsión realizada por nuestros centros de operaciones hizo posible esta gestión.

Las organizaciones que tomaron la decisión de moverse a la nube con sus servicios tuvieron una ventaja estratégica, debido la carga operativa que delegaron. Las instituciones financieras necesitan entender que el primer paso que deben tomar para cuidar a sus clientes es protegerse a sí mismas y esto se consigue a través de la inteligencia de amenazas y la recopilación de datos procesables que indican que la institución y sus clientes están bajo ataque.

Por: David López*

*El autor es vicepresidente de ventas para Latinoamérica de AppGate.

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