Este reportaje cuenta la historia de líderes de pequeños y medianos de negocios de distintas esferas de Colombia que revelan el impacto de la crisis económica por el Covid-19 y el temor a no poder sobrevivir.
El temor de no poder subsistir es lo que están viviendo muchos negocios en Colombia, que a pesar de las medidas que ha venido tomando el gobierno para mitigar el impacto de la crisis económica, ven muy nublado el panorama.
Es el caso de Gloria Basmagi, quien lleva 25 de sus 58 años como jefe de cocina de La Regatta, el restaurante que fundó junto a su esposo Guillo Basmagui en una superficie de madera frente al mar de siete colores de San Andrés Islas, al lado del Club Naútico.
Nunca en su vida había visto tan desolado el archipiélago que cada año visitan más de un millón de turistas, según los registros de la Oficina de Control, Circulación y Residencia, como lo ha estado desde que el mundo entró en aislamiento por cuenta del Covid-19.
Gloria está preocupada porque la economía del archipiélago depende principalmente del turismo. “El gobierno vive de los ingresos de las tarjetas de turismo pagadas por los turistas, también alimenta las arcas departamentales el impuesto a la mercancía que ingresa como puerto libre, pero obviamente al estar el comercio cerrado y cero turistas pues no hay ningún ingreso”, dijo a Forbes,.
La caja de La Regatta les dio para pagar dos nóminas, pero Gloria y su esposo no tienen la capacidad para seguirle pagando a sus 62 colaboradores y les preocupa la fragilidad económica de la isla hacia el futuro.
Como La Regatta hay miles de restaurantes en toda Colombia que generan cerca de 1 millón de empleos y representan casi el 4 por ciento del Producto Interno Bruto.
En la cuarentena, con domicilios los restaurantes están generando en promedio solo el 22% de los ingresos habituales, según la Asociación Colombiana de la Industria Gastronómica (Acodres), aunque hay picos como el día de la madre en el que la alta demanda desbordó la capacidad de los establecimientos.
Pero esta posibilidad excluye a esos que, como Gloria, tienen en su base de clientes a más foráneos que locales. Pasa en San Andrés, en Providencia, en Cartagena, en Santa Marta, en Nuquí (Chocó), Salento (Quindío) y tantos otros lugares que viven del paquete tres días, dos noches.
La eterna espera
Con el dilema entre la salud y la economía, los gobiernos del mundo la han tenido difícil para definir las fases de reapertura de la economía. Como la mayoría de los países, Colombia entró en cuarentena nacional desde el 24 de marzo, aunque la capital, Bogotá estaba en aislamiento desde tres días atrás.
Para mitigar ese impacto, el Gobierno dispuso unos recursos para que los pequeños empresarios accedan a créditos a través de Bancóldex, que es un banco de segundo piso. Esto significa que no otorga directamente los créditos, sino que lo hace a través de otras instituciones financieras.
Es decir, para poder acceder a algo de los $600.000 millones que dispuso el Gobierno, hay que hacerlo a través de un banco tradicional, que, si ve que un negocio como un restaurante, un pequeño hotel o una empresa tan grande como una aerolínea tiene mucho riesgo, no aprueban los préstamos. Es la preocupación que transmite Rosmery Quintero, la presidente de Acopi, el gremio que reúne a los micro, pequeños y medianos empresarios.
“Esos esfuerzos que el Gobierno está realizando son muy importantes pero esa oferta de esos productos y soluciones no tienen una plataforma más expedita para llegar de una forma más ágil como la situación lo requiere. Además no contamos con una estructura que pueda tender una amplia cobertura empresarial como es el caso de las mipymes, que son más de un millón seiscientas”, expresó a Forbes Quintero.
La presidente de Acopi cree que entre las tareas para mejorar la institucionalidad es proyectar cómo llegar “de una manera más eficiente”, para que los empresarios en las regiones sientan el respaldo del gobierno central.
Esa angustia la ha vivido en carne propia Patricia Vélez en Medellín, la fundadora y gerente de las tiendas Ambiente Gourmet, Ambiente Living y Club House, que comercializan productos de hogar en 50 tiendas en las principales ciudades del país.
Cada año desde hace 15 años han duplicado el tamaño de la empresa, pero el 2020 se convirtió en un abismo cuyo fondo aún todavía no conoce.
“El gobierno ha prometido unos créditos, créditos que han llegado pero unos créditos costosísimos por encima de las tasas normales, con seguros, llenos de codeudores, son créditos que no sirven para nada porque no representan un alivio”, comenta Vélez, cuya mayor preocupación son los pagos de nómina y los arriendos.
“Creo que a mediano plazo los dueños de los locales porque obviamente los comerciantes estamos devolviendo los locales, todos los que se terminan los contratos por el plazo”, agrega Vélez.
Esta niebla invadió también a los locales de Walter Molano Peluquerías, que son tres en Barranquilla, una marca insignia por la que en la regularidad pasan muchas novias cada fin de semana, así como lo hacen anualmente reinas de belleza y del Carnaval.
“Sabíamos que iba a ser duro, pero no tanto, fue una sensación de impotencia saber todo lo que esto podría a conllevarnos. Empecé a imaginar cómo sería esto, los arriendos, las nóminas, no sé a donde iría a parar todo esto”, dice Molano.
Para Walter el panorama es más difícil porque recientemente pidió créditos para hacer remodelaciones en las peluquerías, por lo que no podría, si quisiera, aguantar un crédito más.
En ese sector en particular, cree que necesitan acompañamiento con los proveedores, algún respaldo con los arriendos y prevé que reabrir con una capacidad de 35% no alcanzará para cubrir los costos fijos de la operación. Por ello sugiere auxilios económicos para los trabajadores independientes que prestan servicios en el sector y determinar líneas de apoyo institucionales con créditos flexibles con tasas preferenciales para las peluquerías.
Un fuerte golpe
Si por un lado llueve, por el otro no escampa. Un reporte de Moody’s Investors Services alertó desde febrero que las aerolíneas y empresas hoteleras son las más expuestas a la coyuntura de la propagación del coronavirus. Avianca, la aerolínea insignia y más grande del país, tuvo que parquear todos sus aviones y ofrecerles licencia no remunerada a sus empleados para tratar de salvarse.
Mientras Colombia discutía la opción de un rescate del gobierno, Avianca Holdings se declaró en bancarrota al acogerse voluntariamente al capítulo 11 del Código de Bancarrota de los Estados Unidos.
En Estados Unidos, el gobierno aprobó un paquete de ayudas de 25.000 millones de dólares a las compañías aéreas locales y el Alemania, se destinaron 9.000 millones de euros para Lufthansa.
Si de ayudas se trata cabe contar que Estados Unidos hizo llegar un cheque con 1.200 dólares a cada uno de sus ciudadanos, Rusia asumió por un mes el pago de vacaciones de todos los empleados y en Canadá se comprometieron a pagar el 75% de las nóminas de los empleados.
En Colombia, finalmente el Gobierno anunció que subsidiará nóminas a empresas que tengan disminución mínima de 20% en su facturación y el valor subsidiado será del 40% de un salario mínimo.
¿Pero por qué en Colombia, donde según el Dane más del 47% de los trabajadores son informales, no se pueden tomar medidas más contundentes?
Lo explica el doctor en economía Javier Mejía, quien es colombiano y profesor de la sede de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi, en Emiratos Árabes Unidos: Colombia no puede financiar ese tipo de ayudas al sector privado porque tiene muchos menos recursos. “Es un gobierno con un nivel de recaudo muy bajito y está con una presión fiscal gigante. Su capacidad es bastante limitada, donde sea que ponga un peso significa dejar de poner ese peso en otro lugar”.
Los lugares que representen aglomeración de personas como bares, cines y gimnasios fueron los primeros en cerrar y previsiblemente, serán los últimos en volver a abrir. El presidente Duque lo dejó claro recientemente.
“No podemos pretender que después del aislamiento vamos a volver a conciertos, vamos a volver a teatros, vamos a volver al estadio, vamos a volver a fiestas, vamos a volver a misa. Vamos a tener seguir manteniendo muchas restricciones a estos espacios que son de alto contagio”, dijo el mandatario en una reciente declaración.
La preocupación también embarga a David Raya y los 800 colaboradores que tiene a su cargo como gerente de Smarfit, una cadena de gimnasios con 300.000 afiliados en el territorio nacional. En el sector se pusieron de acuerdo para cerrar al mismo tiempo, pero nunca imaginaron que fuera por tanto tiempo.
“Fue una sensación de seguridad de que era el paso indicado que había que seguir por el bien de cada uno de nosotros, pero la principal preocupación que se generó fue el cuidado para la reapertura”, afirma Raya, quien, junto a otros gerentes de gimnasios, estuvo en conversaciones con las directivas de Bancóldex, pero eso no fue suficiente para que pudieran acceder a los créditos que no les otorgan los bancos por el riesgo del sector.
Los gimnasios están pidiendo urgente una fecha de reapertura y enviaron al presidente Duque una propuesta de protocolos a seguir para cuidar a los usuarios. Raya participó junto a Nicolás Loaiza, gerente de Bodytech, en un episodio de #CharlasForbes en el que expusieron que para salvar la operación de ese sector requieren de alivios tributarios y financieros, así como acuerdos para el pago de arriendos.
Todavía no tenemos la fotografía completa de cuantos despidos ha habido en esta crisis del Covid-19, pero sabemos que en marzo, cuando inició todo, el desempleo en Colombia llegó a 12,6%, la tasa más alta de la última década. Y el panorama es desolador.
El cálculo más optimista de Fedesarollo, uno de los tanques de pensamiento más respetados de América Latina, dice que en 2020 la economía Colombiana va a decrecer 2,7%, presentando un escenario más grave de que la caída del Producto Interno Bruto podría ser de 7,9%
En la historia de Colombia solo ha habido crecimiento negativo en 1999, cuando el PIB cayó 4,5 por ciento. Es decir, que hay toda una generación de colombianos que por primera vez experimentará una recesión, en la que está ocurriendo toda una carrera por sobrevivir.
Para los negocios esto es como estar andando en una montaña rusa y quedarse sin energía en el punto más bajo, sin el impulso suficiente para subir lo que sigue. O como lo expresa Patricia Vélez: “Definitivamente los que logren sobrevivir van a volver a sus comercios muy debilitados y muchísimas empresas, sobre todo las pequeñas y las medianas, van a desaparecer”.