Por sus acciones, el fondo de inversión japonés está revisando sus negocios. ¿Pide más austeridad y quiere restructurar sus negocios?

WeWork suspendió, en el segundo semestre del año pasado, su oferta pública inicial con la que pretendía salir a la bolsa, al hacerse evidente que la compañía solo tendría una quinta parte de la perspectiva privada que la valoraba en US$47.000 millones.

Los posibles inversionistas cuestionaron su fallido gobierno corporativo, la falta de transparencia y la imprudente expansión a toda costa. Tras haber perdido en el último año hasta ese momento US$1.900 millones, la empresa urgía de efectivo.

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El catastrófico momento derivó en que el cofundador de WeWork Adam Neumman que tanto enamoraba a los inversionistas, renunció a la dirección ejecutiva de la que SoftBank, su principal fondo de inversión tomó control.

Acto seguido, se ubicó en la dirección ejecutiva el boliviano Marcelo Claure, un hombre de confianza del presidente de SoftBank Masayoshi Son, que llegó con la misión de buscar eficiencias, recortar cerca de 4.000 puestos de trabajo alrededor del mundo.

SoftBank acordó el rescate del rey mundial de las oficinas a través de una combinación un nuevo financiamiento, reducción de costos recompra de acciones e inversión adicional. “Tenemos un plan y ahora todo se reduce a la ejecución”, dijo Claure, recientemente.

De hecho, el designado para salvar a WeWork sostiene que están trabajando para ser rentables en 2021, con un flujo de caja libre positivo para 2022.

Cuando se veía luz en el túnel, Sotfbank retiró su oferta de compra de acciones por valor de 3.000 millones de dólares que había presentado alegando que “ciertas condiciones de la oferta no se han cumplido”.

En noviembre del año pasado SoftBank reportó su peor pérdida trimestral en sus 38 años de historia y Masayoshi Son admitió estar “avergonzado” por el bajo rendimiento de las inversiones, poniendo freno al concepto de “rapidez sobre eficiencia”, cuando, con coincidencia, varias empresas de su portafolio ejecutaron al tiempo recortes masivos de personal y en sus gastos.

El unicornio colombiano Rappi, que el año pasado recibió US$1.000 millones por parte de SoftBank, despidió al 6% de su personal; la foodtech Zume desistió del 80% de su equipo; la empresa de alquiler de vehículos Getaround 25% y entre otros, el gigante hotelero indio Oyo, el 5%.

Antes que Rappi, SoftBank invirtió US$1,2 millones en la colombiana Ayenda, que ya es la cadena de hoteles más grande del país por número de propiedades y a pesar del impacto del Covid-19 en esa industria, parece estar haciendo la tarea bien. Al recaudar US$8.7 millones recientemente en ronda de inversión liderada por Kaszek Ventures, la compañía enfatizó que está enfocándose en un “crecimiento sostenible”.

Con todo esto, siguen en pie los planes de SoftBank de destinar US$5.000 millones para el emprendimiento en América Latina con un fondo creado exclusivamente para la región, del que fueron desembolsados US$1.600 millones el año pasado.

Para 2020, de acuerdo con Andrés Freire, socio de SoftBank en América Latina, tienen proyectado distribuir US$ 1.000 millones en países como Colombia, Argentina, Brasil, México y Chile, orientados a industrias como comercio electrónico, atención médica y tecnología financiera, para lo que tienen en el radar al menos 650 compañías de la región.

De la misma manera están explorando empresas emergentes que apliquen inteligencia artificial a negocios relacionados con alimentos, especialmente aquellos enfocados en alimentos a base de plantas.