El enólogo Jean-Charles Boisset ha construido sigilosamente un imperio enológico de 450 mdd en Francia y California. Un viñedo que atravesó dificultades y descorchó a un agente secreto que le ha hecho honor a su personaje.

Jean-Charles Boisset (JCB) impone silencio a una larga mesa de más de 50 invitados en el Meatpacking District de Nueva York, mientras tintinean en el fondo las copas de champagne de oro. Es una comida inspirada en la Última Cena para el enólogo nacido en Francia, como parte de su gran gira para promocionar el libro The Alchemy of the Senses, con un valor de 395 dólares. Al llegar a la mesa el saumon á lóiselle acompañado del vino Pinot Noir, Boisset comienza a explicar su selección, una mezcla inusual de uvas de Borgoña y California llamada JCB N.3.

Después de inhalar profundamente de una copa de cristal particularmente ancha, parte de su nueva colaboración con Baccarat, Boisset admite que esa cena le hizo perder el décimo aniversario de su matrimonio con Gina Gallo, la cara de la familia de tercera generación; detrás del mayor productor de vino del mundo por volumen, E. & J. Gallo. Durante su compromiso, hicieron un vino de los mismos orígenes juntos, mezclando, embotellando y taponando a mano, luego lo sirvieron en su boda como un símbolo de que sus raíces históricas de California se entrelazaron con la herencia borgoñesa de su familia.

“La mitad está hecha en Borgoña, lo equivalente al 49% de la mezcla”, dice Boisset con un fuerte acento francés antes de detenerse dramáticamente. “Necesito confesar. Les diré algo muy personal. A mi amor le gusta estar ‘encima’, entonces el 51% de la mezcla es de California”.

El sexo es claramente el tema de esta velada y Boisset comienza con bromas llenas de insinuaciones que fluyen tan libremente como el vino. Las servilletas de seda con estampado de leopardo se adhieren sobre un mantel de terciopelo rojo y un espejo ha reemplazado el techo (“¡Damas, tengan cuidado, porque puedo verlo todo!). Las parejas nunca se sientan juntas y Boisset las anima a tocarse: “Puedes acariciar a la persona que está a tu lado. ¡Veo que ya está sucediendo mucho y estoy encantado de verlo!”.

Boisset, de 50 años, es ajeno a la era #MeToo y sus invitados parecen apreciar su lenguaje directo. Unos meses antes, Rob McMillan, fundador de la división de vinos de Silicon Valley Bank, describió a Boisset como “el vino equivalente a los hermanos Ringling: Es un empresario con estilo y destello. También es un gran hombre de negocios, capaz de poseer un centavo manchado y hacerlo brillar”.

Acompañado de su hermana mayor, Nathalie, Boisset presenta cerca de 30 bodegas de todo el mundo, incluida una buena parte de los viñedos de Borgoña. Las ventas anuales son de aproximadamente 200 mdd, sin embargo, Forbes estima que la compañía tiene un valor de 450 mdd. Si la colección se dividiera en la subasta, muchos activos probablemente se venderían por más dinero, que como parte de la bodega. “Los compradores están buscando una compra de trofeos”, dice Michael Baynes, socio ejecutivo de Vineyards-Bordeaux Christie’s International Real Estate. “Hay una falta de suministro, por lo que la Colección Boisset obtendría un precio muy superior “.

De vuelta a la Última Cena de Boisset, presenta su JCB No. 81, un chardonnay inspirado en 1981, año en el que se obsesionó con los vinos de California. Según cuenta la historia, fue durante un viaje a Sonoma con sus abuelos, cuando él tenía 11 años. Luego de visitar la fábrica de Buena Vista, fundada en 1857, Boisset se acercó a su hermana y profetizó: “Un día haremos juntos vinos en California”.

Casi una década después, los padres de Boisset adquirieron un mosaico de propiedades en algunas de las partes más valiosas de Borgoña, a través de una combinación de préstamos bancarios locales y mucha suerte. Al ser tan complicado mezclar los paquetes, muy pocos intentaron lo que ellos.

Boisset llevó una filosofía de inconformidad a Estados Unidos, en 1991 comenzó a liderar su negocio de importación familiar en San Francisco y buscó bodegas para adquirirlas. Después de retirarse de la distribución nacional, la ciudad de Buena Vista parecía prometedora, sin embargo, los propietarios reprendieron la oferta de Boisset. “Fue muy innovador en ese momento, muy iconoclasta desde un punto de vista estratégico. En ese entonces nadie le prestaba atención a California como él”.

The elegant tasting rooms at two of Boisset’s vineyards, Buena Vista (left) and Yountville
Las elegantes salas de degustación en dos de los viñedos de Boisset, Buena Vista (izquierda) y Yountville.

En 2003, cerró los viñedos DeLoach ubicados en Sonoma y comenzó a pasar más tiempo en California a medida que DeLoach empleaba la transición de la agricultura biodinámica basada en el ciclo lunar. Para 2007 ya tenía 50 viñedos y adquirió la propiedad de 121 acres de Raymond Vineyards en St. Helena. En 2011, Boisset finalmente aseguró Buena Vista después de intentarlo al menos cuatro veces.

Después de una adquisición, Boisset sigue tres estrategias principales: en primer lugar, cada viñedo prepara la transición a la agricultura ecológica, posteriormente aumenta el precio de los vinos, generalmente alrededor del 30% al 40%. (En el caso de Raymond, el valor minorista de varias botellas se duplicó con creces a 45 dólares, cada una.) Finalmente, los vinos se comercializan con el resto de la colección a más de 600 socios en todo el mundo. Por ejemplo, Buena Vista, De-Loach y Raymond se venden actualmente en más de 20 países. Gracias a que los vinos de Boisset varían de entre 15 a 2,600 dólares, este sistema simplifica el proceso de compra para los distribuidores, quienes pueden mezclar y combinar los vinos para diferentes cuentas.

“En Europa, si vienes de Borgoña, te posicionas en una escala superior. “Sin embargo, es grande la estratificación de la sociedad, el valor percibido y la historia basada en el patrimonio, en lugar de ser quien eres. En los Estados Unidos puedes venir de donde sea o ser quien sea. Todo se trata de ti. Eso es lo que realmente valoro y  lo que me permitió convertirme en quien soy”, asegura Boisset.

Eso incluye su identidad no tan secreta, el Agente 69, un James Bond que prepara sus espadas y rescata a las mujeres (y produce vinos), durante fiestas lujosas. A veces es difícil saber dónde termina el enólogo serio y comienza el alter ego peculiar. En la sala de degustación de Raymond, los visitantes pasan junto a los tanques industriales y maniquíes colgados boca abajo en columpios rojos difusos, vestidos con sostenes transparentes y leggings adornados con estampado de leopardo.

Boisset también ha comercializado su libido hiperactiva, JCB produce junto con Swarovski líneas de joyería, una de ellas, Confession, ofrece esposas para las manos. También hay un vino tinto llamado Restrained, que presenta a una botella que se cierra con un arnés de cuero y una junta tórica.

Boisset has a longstanding collaboration with Swarovski—the collection includes a brooch of his wife Gina Gallo’s lips.
Boisset tiene una larga colaboración con Swarovski, la colección incluye un broche de los labios de su esposa Gina Gallo. Foto: Tim Pannel para Forbes.

Los socios comerciales de Boisset dicen apoyarlo. “Boisset no oculta quién es. Es realmente genuino y tiene buenas intenciones”, dice Dina Opici, presidenta de la compañía de distribución de vinos y licores con sede en Nueva Jersey, quien conoce a Boisset desde hace 15 años. 

Con 10 bodegas en los Estados Unidos y un negocio de etiqueta privada en crecimiento, actualmente, Boisset, debe lidiar con un mercado de vinos abarrotado en medio de categorías de rápido crecimiento como el seltzer duro y el cannabis legalizado. El año pasado, el consumo de vino de los estadounidenses disminuyó por primera vez en 25 años, según el grupo comercial IWSR [El proveedor líder de datos e inteligencia de mercado en los mercados mundiales de bebidas alcohólicas].

Sin embargo, las oportunidades abundan más allá de las bodegas. El año pasado Boisset estuvo particularmente ocupado: Adquirió la tienda de comestibles, Oakville Grocery, de casi 140 años de antigüedad y fundó el primer museo de historia del vino en Napa. También abrió un centro comercial llamado JCB Village ubicado en Yountville, que cuenta con una sala de degustación, un spa de día y una boutique que vende velas y calcetines de etiqueta JCB, junto con decantadores de Baccarat; inspirados en la propia colección de Boisset, la más grande del mundo. En medio del declive del turismo de Napa, ha abierto salones fuera del valle en el Ritz-Carlton en San Francisco, Wattle Creek en la plaza Ghirardelli y el Hotel Rosewood en Palo Alto.

Boisset insiste en que su imperio de lujo tardará años en construirse y resistirá las amenazas, ya sean la aplicación de aranceles al vino, el cambio climático o el surgimiento de competidores. “No se construye un negocio de lujo en cinco minutos. Además de LVMH y Pernod Ri- card, los dos gigantes, nadie ha recorrido nuestro viaje. El estilo de vida estadounidense me trajo aquí ”, dijo Boisset.

Por: Chloe Sorvino | Forbes Staff