La plataforma Foody está atrapando a un desatendido mercado de personas que para sus almuerzos quieren un menú balanceado.

Solo quien se preocupa por comer saludable puede llegar a sentir la angustia que perseguía a Antonio Plata, quien juega tenis y al buscar opciones para almorzar cerca de su trabajo en El Chicó, en el norte de Bogotá, se encontraba solo con corrientazos o con restaurantes balanceados que cumplían con sus expectativas, pero se salían de su presupuesto.

Sabía que seguro había muchos otros como él, así que tras pasar por una montaña rusa de siete años emprendiendo startups: una plataforma de pronósticos de fútbol que no despegó y una fallida aplicación de citas, recién comenzando el 2017 se encerró en su apartamento a ver qué solución le podría ofrecer, con tecnología, a los que, como él, se preocupan por comer saludable. Con su antiguo socio, el ingeniero Andrés Galindo, dieron origen a Foody, un restaurante en línea que se encarga de todo; desde diseñar el menú, hasta producir y hacer las entregas a través de una plataforma propia. “Yo era un foody bot, testeando el pilotaje con los usuarios para mejorar el producto”, es el recuerdo que llega a la cabeza de Antonio. El mayor aprendizaje de los intentos previos era que no estaban solucionando un problema fuerte, tanto, que después de usarlas, a las personas se les olvidaba el nombre de la aplicación. Por ello adoptaron la premisa de no escalar hasta no tener usuarios que amaran su producto.

Más adelante se les uniría un nuevo socio, Juan Sebastián Pasquale, quien antes era la mente detrás de Happy Snacks, una pequeña empresa que comercializaba ensaladas a bajo costo en universidades y vendió. Al ir integrando macronutrientes, hacer cambios en el menú inicial, ejecutar un plan conciso, la retención y la adquisición mejoró en un 300 %.

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El optimismo invadió al equipo desde que pasaron de tener un promedio de 1,6 platos a la semana por persona, a 3. En la plataforma los usuarios pueden programar su semana o desde el día anterior escoger si quisieran un pollo a las finas hierbas con puré de papa y ensalada italiana o una ensalada de la casa con mix de lechugas y pechuga.

Con un equipo especial, bajan a tres grados la temperatura de la comida para que no se rompan las partículas internas y se mantenga intacta hasta el día siguiente, cuando un domiciliario contratado por la compañía aparece en la puerta de las oficinas u otros espacios de trabajo con una caja verde que contiene el menú del día, listo para ser calentado en un horno microondas.

En menos de dos años se han multiplicado cerca de 45 veces, entregando un poco más de 2.100 platos al día en Bogotá, —única ciudad en la que operan por el momento— y el equipo de 3, se convirtió en 50, incluyendo 25 personas en producción.

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“Nos diferenciamos de un restaurante tradicional porque no hacemos pedidos a la minuta. Somos un centro industrial con mucha ingeniería, matemáticas y eficiencias”, explicó Plata, quien, como CEO, se apoya en líderes de producción, calidad, chefs, nutricionistas, un equipo de ingeniería y otro financiero. Antonio es un emprendedor que basa sus decisiones en datos y le obsesiona medir todo.

Así lo cuenta Felipe Santamaría, cofundador y managing director de Rockstart Latam, la aceleradora de origen europeo, cuyo fondo invirtió en Foody. “Creo que le apasiona realmente poder solucionarle los problemas a sus usuarios y este ADN se ve en toda la compañía. Lo que más rescato de su rol es que está en continuo crecimiento y aprendizaje, se preocupa siempre por aprender”, refirió.
Están vendiendo 500 millones de pesos cada mes, con esa misión de ‘democratizar la comida saludable’.

La pandemia del COVID-19 los obligó a dar un vuelco total en sus operaciones, ampliando la cobertura para poder llegar a las casas de todos esos usuarios que frecuentemente hacen pedidos en Foody hacia sus oficinas. Esto, seguido de la implementación de medidas como bolsas de seguridad para los platos, lavado de manos y desinfecciones constantes en la planta, verificación del estado de salud del personal antes del ingreso, inclusión de tres turnos para disminuir riesgos y teletrabajo para todo el que pueda hacerlo.

Hablando del futuro, se proponen estar vendiendo 80.000 platos al día dentro de tres años, no solo en Bogotá, sino también en las principales ciudades de América Latina: las próximas paradas serían Medellín y Ciudad de México. Entre sus inversionistas están Monserrate Ventures, una family office de El Salvador; José Vélez, quien fuera cofundador de PayU, y Juan Salcedo, cofundador de la vendida Tappsi y Tpaga. Pronto van por más en una ronda de inversión en la que esperan cerrar de dos a cuatro millones de dólares.

Esos recursos serían el respaldo para las ambiciones de Foody, que está evaluando una tecnología de producción para que, de forma natural, un plato pueda tener vida útil de entre dos a tres días. Pero con esa base de usuarios con estilo de vida saludable, podrían usar ese conocimiento para nuevas verticales