El organismo señala que las políticas que se tomen hoy determinarán el futuro de los países.
El Banco Mundial reveló este martes parte del impacto del coronavirus en el planeta y dejó un panorama desalentador: el organismo señala que 60 millones de personas caerán en extrema pobreza en el 2020 y señaló que hoy, más que nunca, son claves las políticas públicas para frenar el golpe que está dejando la pandemia.
“El alcance y la velocidad de los efectos devastadores de la pandemia de COVID-19 y los confinamientos económicos en los habitantes pobres de todo el mundo no tienen precedentes en los tiempos modernos. Las estimaciones actuales indican que 60 millones de personas podrían caer en la pobreza extrema en 2020. Es probable que estas estimaciones aumenten aún más, lo que dependerá, primordialmente, de la reapertura de las economías avanzadas”, señaló el presidente del Banco Mundial, David Malpass.
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En su reporte de perspectivas de la economía mundial, el banco sostuvo que un país promedio de los mercados emergentes que sufre una crisis financiera podría ver una caída de su producción de un 8% en un período de cinco años, mientras que en el caso de los exportadores de petróleo el desplome alcanzaría un 11%.
“Las políticas que se elijan hoy —incluido el aumento de la transparencia de la deuda para propiciar nuevas inversiones, los avances más veloces en materia de conectividad digital y una enorme expansión de las redes de protección social en efectivo para las personas pobres— contribuirán a limitar los daños y a lograr una recuperación más sólida.El financiamiento y la construcción de infraestructura productiva serán, entre otros, los desafíos de desarrollo más difíciles de resolver en el período de recuperación posterior a la pandemia. Es necesario establecer medidas para acelerar los procesos judiciales y la resolución de las quiebras, y reformar los costosos subsidios, monopolios y empresas estatales protegidas que han lentificado el desarrollo”, advirtió Milpass
El organismo señala que la pandemia dejará daños perdurables: la disminución de las inversiones; la erosión del capital físico y humano a raíz del cierre de empresas y la pérdida de escolaridad y empleos, y el repliegue del comercio internacional y las relaciones de suministro. “Estos efectos reducirán el producto potencial —la producción que una economía puede mantener con pleno empleo y a plena capacidad— y la productividad laboral durante muchos años por venir. Las vulnerabilidades preexistentes, los dividendos demográficos que se desvanecen, y los cuellos de botella estructurales acrecentarán los daños a largo plazo causados por las recesiones profundas asociadas con la pandemia”.
En el caso de muchos países, “la resiliencia económica en el futuro dependerá de su capacidad para generar y retener más capital humano y físico durante la recuperación. En un mundo pospandémico, serán fundamentales las políticas que reflejen y promuevan nuevos tipos de empleos, empresas y sistemas de gobernanza. El aumento de la transparencia en los compromisos financieros y la inversión también contribuiría a restaurar la confianza y a facilitar el crecimiento de las inversiones”.
El Banco Mundial llama la atención que en el corto plazo, mientras se sigan aplicando las restricciones al transporte y los viajes, es probable que los precios bajos del petróleo no sean de gran ayuda para el crecimiento y, por el contrario, podrían agravar el daño causado por la pandemia al debilitar aún más las finanzas de los productores. También es probable que, en el mejor de los casos, proporcionen un apoyo pequeño a la actividad mundial en la primera etapa de la recuperación.
“Incluso si los precios del petróleo aumentaran a medida que se recupera la demanda mundial de petróleo, la caída reciente de los precios representa para los países exportadores de petróleo otro recordatorio de la urgencia de proseguir las reformas para diversificar sus economías”, señaló Ayhan Kose, el director del Grupo de Perspectivas del Banco Mundial.