Pese a estar a años luz de potencias millonarios del primer mundo de cara a conseguir el mundial de fútbol femenino, la FIFA podría apostar por Latinoamérica.
Colombia está en el podio de finalistas para organizar la Copa Mundial Femenina 2023 junto a las candidaturas de Japón y Nueva Zelanda/ Australia. Tras el retiro de Brasil de la disputa, la propuesta colombiana es la única representación de Sudamérica ante la FIFA. Un tema que no es menor pues puede ser la carta ganadora ante propuestas más sólidas, mejor calificadas y que presentan, sin duda, mejores condiciones en todos los sentidos.
El máximo ente rector del fútbol mundial dio a conocer el informe de evaluación de cada una de las propuestas, y en este documento Colombia obtuvo la peor calificación global con un 2,8 frente a 3,8 de Japón y 4,1 de Nueva Zelanda. Este resultado no sorprende sobre todo porque en lo que más nos rajamos fue en infraestructura y estadios.
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¿Acaso se esperaba algo distinto al ver los países contra los que se compite? No hay que leer ningún informe para saber que en estadios, carreteras, aeropuertos, instalaciones, tecnología entre otros ítems estamos a años luz de potencias millonarias del primer mundo. Pero ese es el menor de los inconvenientes, de asignarse la organización del Mundial esta llegaría de la manos de una gran inversión encaminada al desarrollo de la infraestructura, que por donde se lo mire, sería muy positivo para el país.
Ahora la cuestión de fondo va más allá y es la gran contradicción que se genera al ver la casa por dentro. El fútbol femenino en Colombia tiene la fachada recién pintada mientras que en su interior los muebles y la vajilla están rotos. A la cancelación del torneo femenino por cuenta del Covid-19 que dejó a la Liga femenina en veremos, y sobre todo a las jugadoras sin contratos, sin garantías y sin ningún tipo de seguridad de tener unas condiciones dignas, se suma el oscuro panorama de los clubes luego de que la Conmebol anunciara hace unos días que el proceso de licencias del fútbol femenino con el propósito de profesionalizar, desarrollar y colaborar con los clubes femeninos quedaba suspendido.
Esto tiene, dos implicaciones muy profundas: la primera que ya los clubes no están obligados a desarrollar ni a apoyar su división femenina para poder participar en competencias internacionales. Lo que traerá como resultado el desmantelamiento de muchos de los proyectos. De hecho, el Huila femenino, vigente campeón de la Libertadores, ya anunció que no tendrá más equipo de fútbol femenino.
A esto se le ha sumado la renuncia de Sofia Navarro, gerente deportiva de Atlético Nacional femenino, quien anunció esta semana su salida del equipo verdolaga. Muchas preguntas surgen. ¿Más equipos cerrarán definitivamente sus puertas al fútbol femenino? ¿La Dimayor querrá celebrar finalmente la liga, aunque ya no esté obligado por Conmebol? Esta determinación implica también la suspensión de la Copa Libertadores femenina 2020 pues al detenerse todas las ligas y las licencias de la región por el Covid-19 no se van a poder definir los representantes de cada país.
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Mejor dicho, en Colombia la liga está en veremos, no hay profesionalismo real, los clubes por más de que tengan todas las buenas intenciones no pueden vender patrocinios al no haber un proyecto sólido, a largo plazo, con una estrategia que sustente la parte comercial, sin claridad sobre horarios ni derechos de TV.
Es como ponerle un precio a una casa y tratar de venderla sin definir cuántos cuartos va a tener ni en qué zona de la ciudad se va a construir. Por eso organizar la Copa del Mundo Femenina en este país se plantea como un mal chiste… o quizás podría verse como una gran oportunidad. Los dedos de todos los que apoyamos el fútbol jugado por mujeres están cruzados y a la espera de lo que decida el próximo 25 de junio el Consejo de la FIFA, en reunión virtual en la que votarán los 37 miembros que lo conforman.
¿Por qué hay esperanza si nos fue tan mal en la evaluación? Porque de las tres regiones postuladas Sudamérica es la que más apoyo necesita, mayor visibilidad, desarrollo e inversión. Como lo indicó FIFA respecto a la candidatura de Colombia “el torneo impulsará el fútbol femenino en el país y en los de su entorno”.
Quiero creer que si toman el riesgo, apuestan por Colombia y nos dan el Mundial esto comprometerá a la Federación Colombiana de Fútbol y aún más a la Dimayor a organizar la casa, a crear equipos de trabajo consistentes que diseñen una liga viable y a futuro; impulsará el apoyo económico, del que ya se ha hablado, de parte de Vicepresidencia y el Ministerio del Deporte; los clubes tendrán la obligatoriedad de tener a sus plantillas contratadas digna y profesionalmente, pagar sus aportes de seguridad social, y sobre todo deberán desarrollar su fútbol base y escuelas; la empresa privada verá en el fútbol femenino un producto para poder invertir y mediante el cual puedan posicionarse, crecer y construir sus marcas.
Estamos ante una oportunidad histórica que les abriría las puertas a miles de niñas y jóvenes, que en todo el continente llevan años peleando con un balón en sus pies y demostrando en el mundo entero su talento y profesionalismo. Faltan pocos días para saber si pesará más el informe que se centra en el desarrollo económico del país o si la FIFA elegirá a Colombia como punta de lanza para, de manera definitiva, poner la primera piedra sobre la que se edifique la estructura del fútbol femenino sudamericano.
Carolina Jaramillo Seligmann
Twitter: @carosports
Instagram: @scoresportsmkt
*La autora es fundadora de Score Sports, compañía consultora de marketing deportivo.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.