Con cada crisis económica regresa el interés por los postulados que hablan del fin del capitalismo. ¿Qué tan realista es pensar en esta opción ahora?

La predicción del fin del capitalismo es un género en sí mismo dentro de las ciencias sociales. Pueden hacerse bibliotecas enteras de obras con argumentos y datos sobre cuándo y por qué el capitalismo desaparecerá. Aunque mis favoritos son los clásicos de la segunda parte del siglo XIX y la primera del XX (en particular, Marx y Schumpeter), es un género lejos de estar muerto. Cada crisis económica revive el interés por este tipo de obras. La crisis del Covid-19 no es la excepción.

Infortunadamente para sus seguidores, hasta ahora, ninguna de las obras dentro de este género ha sido exitosa con sus predicciones. El problema, creo yo, radica en una confusión conceptual. Al decir que el capitalismo desaparecerá, ciertamente la gente se refiere a que el sistema económico en el que vivimos cambiará. Sin embargo, no suele serse muy preciso con respecto a qué dimensiones puntuales del sistema han de cambiar.

Lea también: Es el choque externo, no la cuarentena, lo que hace de esta la Gran Crisis

Revisemos algunos de los elementos fundamentales del sistema económico moderno y evaluemos qué tanto podrían cambiar producto de la crisis actual.

Empecemos por la moneda. Quizá el elemento más llamativo del sistema económico moderno es que es monetario. Es decir, la inmensa mayoría de los intercambios se realizan en moneda. No es una economía de trueque o de intercambio de favores, como lo son muchas sociedades de cazadores-recolectores aún en la actualidad.

¿Dejará de ser monetaria la economía mundial en el futuro cercano? Yo no creo. Si algo, lo que el virus ha hecho es aumentar el apetito por liquidez y la demanda por monedas fuertes como el dólar y el yen.

Quizá los pesimistas sobre el futuro del capitalismo están pensando, más que en el fin de la moneda, en el fin de los mercados. Estos también son un elemento esencial de nuestro sistema económico. En vez de producir en nuestro hogar todo lo que consumimos, nosotros vamos al mercado a ofrecer algunos pocos productos o servicios y a demandar lo que miles de otras personas producen. Es decir, es a través del mercado que se asignan los recursos de la economía.

Lea también: A las puertas de una gigantesca trampa de liquidez global

Tampoco veo esto cambiando en el mediano plazo. Los estándares de vida actuales exigen una cantidad y variedad de bienes que no es posible producir dentro de un hogar. Ni telecomunicación, ni medicina, ni educación moderna, por ejemplo, se puede generar al interior de un hogar.

Así, una solución autárquica basada en producción del hogar no sería aceptable para nadie. Ahora, por supuesto que otras instituciones podrían surgir para reemplazar a los mercados como mecanismo de asignación de recursos. Sin embargo, lo que demostró la crisis, a través del colapso temporal de muchos mercados, es que toda práctica sustituta a los mercados, como la ayuda entre vecinos o las redes de donaciones, son poco duraderas y no logran escalar mucho más allá de comunidades locales. 

Finalmente, quizá el asunto es la desaparición de la propiedad privada. Nuestro sistema está basado en que las personas pueden poseer y usufructuar cosas individualmente. En particular, los medios de producción, como se llamarían en la tradición marxista, están en las manos de personas individuales o sociedades privadas.

La desaparición de la propiedad privada es factible. Muchas sociedades a lo largo de la historia no han tenido propiedad privada y han sido estables. No obstante, esto tampoco parece probable en el futuro cercano, al menos no a una escala global, ya que la eliminación de la propiedad privada en sociedades modernas requiere coerción política.

Es decir, de forma espontánea y voluntaria, ninguna sociedad moderna ha aceptado unánimemente el fin de la propiedad privada. Así, de una u otra forma, toda colectivización de la propiedad exigiría la fuerza de autoridades centrales.

Lea también: El teletrabajo llevará a una sociedad más segregada y polarizada

En este sentido, si bien es cierto que una de las consecuencias del virus ha sido el fortalecimiento de los Estados y su capacidad para intervenir en la vida de las personas, la gobernanza global se ha debilitado y ningún actor, o alianza realista de actores, parece tener la capacidad política para destruir el régimen de propiedad privada a nivel mundial.  

En resumen, ninguno de los elementos fundamentales del sistema económico moderno está en riesgo. La crisis actual destruirá muchas cosas, pero el capitalismo no parecer ser una de ellas.

Contacto
LinkedIn: Javier Mejía Cubillos
Twitter: @JavierMejiaC
*El autor es Asociado postdoctoral en la división de Ciencias Sociales de la Universidad de Nueva York- Abu Dhabi. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Investigador de la Universidad de Burdeos e investigador visitante en la Universidad de Stanford.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.