Andrés Albán impulsa la reducción de uso de dinero en efectivo en las zonas más remotas de Colombia.
En Bogotá, donde existen todas las ventajas frente a otras ciudades colombianas, hace algunos años, Andrés Albán, fundador y CEO de Puntored, tenía que mandar efectivo en helicóptero a pequeñas poblaciones de Chocó para que pudieran funcionar las corresponsalías bancarias que su compañía impulsó.
Quince años después de la fundación de empresa en 2005, Puntored está explotando Punto Pay, su software que actúa como un canal de pagos electrónicos para pequeños comercios y a proveedores con mecanismos diferentes al efectivo. “De unos años para acá, nos dimos cuenta de que, si bien habíamos crecido mucho, ese movimiento de efectivo era muy difícil de administrar”, dice Albán.
Aún persiste en él esa vocación de inclusión financiera, que le valió para que hace unas semanas, por medio de una videollamada, los miembros del gremio Colombia Fintech lo designaran como presidente de la junta directiva.
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Todavía, considera Albán, hay una base de la población que no accede a productos y servicios financieros básicamente porque no los entienden. “La gente tiene miedo a los servicios financieros porque les parecen complicados, se piden muchos documentos, muchos requisitos. Ante ese temor el principal reto es llevar servicios sencillos, económicos y fáciles de entender”, comentó a Forbes.
Desde Colombia Fintech, la agremiación que se ha consolidado en tiempo récord—tiene más de 200 empresas entre afiliadas y asociadas en cuatro años—, los miembros de la junta directiva encabezan un frente para diseñar mecanismos de financiación alternativa para Fintech y el impulso de política pública al desarrollo de las compañías tecnológicas que ofrecen servicios financieros.
Un largo camino que, para el ingeniero industrial de la Universidad de los Andes, Andrés Albán, inició mucho antes. Después de intentar emprender sin éxito en medio de la crisis económica a finales de la década de los 90, se fue a estudiar un MBA en Cass Business School en Londres, donde permaneció justo hasta el momento que ideó Puntored.
“Cuando venía de vacaciones veía como vendían tarjetas de recarga para los celulares en los semáforos”, recuerda sobre el momento en el que decidió regresar con una propuesta para los operadores de telecomunicaciones para que se pudieran hacer recargas de las líneas desde pequeños comercios.
Esos primeros años fueron muy difíciles, por ello consideró cerrar la empresa varias veces, pero no lo hizo porque le salía más costos liquidarla que mantenerla abierta. No obstante, en 2009 vieron por primera vez números en verde.
De las recargas de celulares pasaron a ser un mercado de ventas de Soat y pines para apuestas deportivas, y de ahí evolucionaron a que esos pequeños comerciantes (tiendas de barrio, por ejemplo), se convirtieran en corresponsales bancarios. Esos comercios, que son más de 75.000, han aprendido a tranzar subsidios del Estado o depósitos en los nueve bancos, Sedpes o monederos electrónicos que usan Puntored, que ahora es una compañía de 180 personas que ha entregado en su historia casi $150 millones de dólares en comisiones y beneficios a los comercios.
De hecho, otorgan cupos de 10 o 20 millones de pesos (que en el pasado eran $200.000 para recargas celulares), en créditos a comercios que quieran ofrecer más productos desde la corresponsalía bancaria.
Pero ahora Albán y su equipo están orientados a Punto Pay, que con un datáfono y una aplicación, pretende que en las zonas más remotas de Colombia, en vez de pagar con billetes y monedas, lo hagan con tarjetas débito o crédito y códigos QR. Algo que cree que es el reflejo de que el país está viendo cambios en regulación y en talento humano que le permita ser una potencia Fintech.