Los tiempos difíciles nos recuerdan que es importante no desistir y también aprender a insistir en lo correcto. Desde luego, se trata de una reflexión que no es sencilla, aunque apremiante, ahora que tantos emprendimientos, empleos y proyectos de vida tambalean.
Por: Santiago Sánchez B.*
Los días de Michael O’Neill pasaban como una sucesión interminable de horas de trabajo. Su carrera como fotógrafo y retratista le exigía viajes alrededor del mundo y sesiones diarias de más de catorce horas. En un bucle de auto-exigencia y perfeccionismo, el estrés le transformó los nervios del cuello en trocitos de calcio. Esto le llevaría a la mesa de un quirófano con el brazo derecho paralizado y la sentencia de que nunca más volvería a utilizarlo.
La inercia de una extremidad en su profesión era un punto final. Sin embargo, como si el duelo y la derrota no fueran opciones, sintió la enorme necesidad y la obligación consigo mismo de no aceptar ese destino, de recuperarse a toda costa. Y lo hizo, a través del yoga. Así lo relata en el documental “Yoga: la arquitectura de la paz”, basado en el sorprendente trabajo que realizó una vez recuperado: retratar por todo el mundo a los maestros de esta disciplina que no solo le devolvió el brazo, sino el sentido de la vida.
Su historia, que es la de muchas otras personas lanzadas al abismo de la incertidumbre, nos recuerda -especialmente en los tiempos que vivimos- que una crisis, un duelo, un fracaso o un cambio nos acercan tanto al propósito como al sentido -que no son lo mismo aunque se correspondan-.
El propósito se construye y el sentido se descubre. El primero es transitar las circunstancias con una intención, es “un acto de voluntad que requiere consideración y práctica” diría John Coleman, autor de Passion & Purpose: Stories from the Best and Brightest Young Business Leaders. El segundo proviene de distintas fuentes a veces inesperadas y casi siempre cambiantes. Ambos configuran esa respuesta particular e intransferible a la cuestión del para qué hemos venido.
Dicho esto, no extraña por ejemplo, que ante el evidente panorama de carencias y necesidades de nuestras sociedades, los emprendedores comiencen a replantearse su propósito. Un ejemplo interesante es que según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) 2020, más de un 40% de los emprendedores en 35 países, sostienen que su motivación para lanzar un negocio es “hacer una diferencia en el mundo”. Las crisis nos llevan a evaluar estas cuestiones, porque ponen en relieve que ni el propósito ni el sentido son tácitos. Nos recuerdan que son importantes para no desistir y también para aprender a insistir en lo correcto, que nos permiten comprender y vivir con cierto grado de conciencia los procesos naturales de la vida. Desde la cuesta arriba que significa emprender o el largo camino para crecer en un ámbito profesional, hasta forjar una relación estable, criar un hijo o atravesar una enfermedad. Desde luego, se trata de una reflexión que no es sencilla, aunque apremiante, ahora que tantos emprendimientos, empleos y proyectos de vida tambalean.
Como emprendedor, el confinamiento tuvo efectos en el desarrollo de nuestros proyectos y la evolución que habíamos trazado encontró barreras inesperadas, algunas insalvables. Aunque había escrito mi primer libro sobre adaptación, como ser humano quise desistir en cierto punto. La tragedia de la pandemia, la parálisis laboral y el estrecho margen económico para actuar me llevó a preguntarme si lo que estaba haciendo tenía sentido. En ese escenario, surgió un desafío que superaba todas mis experiencias previas. El mayor emprendimiento que podría haber imaginado: me convertí en padre y eso revitalizó todo lo demás. Entendí que es precisamente en los tiempos aciagos, en las pruebas y dificultades que debemos asirnos a nuestra intención, objetivos y motivaciones. Aunque cueste, aunque algunas renuncias sean inevitables y la incertidumbre deambule cerca de nosotros. Las crisis tienen sentido porque en la mayoría de los casos hay algo después de la tormenta. Y hasta que se acabe, esa es la esencia de la vida.
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*El autor es co-fundador de Voice (Es), una start-up española de upskilling que ofrece a equipos corporativos y emprendedores conocimiento aplicable en Innovación, Comunicaciones, Marketing y Transformación Digital.
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