Análisis de Mariana Rico, directora regional para Latinoamérica del Americas Health Foundation.

Por: Mariana Rico Restrepo*

Más de 30 farmacéuticas y compañías de biotecnología en el mundo han corrido este año para satisfacer cuanto antes la necesidad de una vacuna segura y efectiva contra el COVID-19. A principios de noviembre, Pfizer y BioNTech, su socio alemán para esta iniciativa, sorprendieron al mundo con la noticia más esperada, la primera vacuna efectiva y segura contra el COVID-19. Días después, Moderna, una firma de biotecnología de EE. UU. también anunció el éxito de su propia vacuna. Estas noticias dispararon el positivismo y la esperanza de volver a la normalidad permeó en los mercados. Las acciones de Pfizer y Moderna subieron 8% y 25% respectivamente. El índice Dow Jones subió más de 5% y el S&P 500 3.9%, un récord para los dos. El 23 de noviembre una tercera vacuna contra el COVID-19 desarrollada por una alianza entre AstraZeneca y la Universidad de Oxford se posicionó dentro de estos contingentes, lo cual probablemente empujará el optimismo ya generado por las dos predecesoras.

Las vacunas de Pfizer y de Moderna demostraron una efectividad cercana al 95%. La vacuna de AstraZeneca tuvo resultados preliminares con efectivad ponderada de 70%. Este promedio proviene de dos esquemas de vacunación distintos:  en el primero se administró inicialmente media dosis y un mes después una dosis entera. Con esto se obtuvo una efectividad del 90%. En el segundo se administraron dos dosis completas con un mes de diferencia para una efectividad del 62%. Esto puede parecer contraintuitivo porque estamos acostumbrados a que, en la mayoría de las drogas, entre más alta la dosis mayor el efecto. Pero hay que tener en cuenta que el sistema inmune funciona distinto. Este reporte inicial es positivo ya que el esquema de media dosis permitirá aumentar el alcance con una cantidad limitada de dosis.

Estos resultados son importantes por dos principales razones. La primera es la alta tasa de efectividad de estas tres vacunas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estaba preparada para aceptar una efectividad cercana al 50% (similar a la de la vacuna de la influenza). La segunda, es que las tres vacunas utilizan una estrategia genética que, antes de la pandemia, no estaba muy estudiada ni aprobada, lo cual implica un potencial desarrollo acelerado en vacunación.

La tecnología que renovó la esperanza

La primera vez que un virus infecta a un organismo, el sistema inmune se demora semanas en producir anticuerpos para combatirlo, dándole al virus suficiente tiempo para replicarse y enfermar a la persona. Pero el sistema inmune tiene memoria. Si el cuerpo puede reconocer al virus, activa rápidamente las defensas y lo neutraliza antes de que se desarrolle la infección. De ahí nace la idea detrás de las vacunas: que el cuerpo genere defensas contra un virus al que puede estar expuesto en un futuro, es decir constituye una preparación inmunológica. Las vacunas frente a los virus son generalmente basadas en proteínas (“protein-based”) o en el genoma del virus (“gene-based”). En el primer caso se incluyen las vacunas tradicionales como la de la influenza, la del polio (inactivada) y la de la Hepatitis B.

El segundo es el caso de las vacunas nuevas contra el COVID-19. Las tres utilizan la misma tecnología prometedora basada en genes que consiste en introducir al cuerpo humano una molécula de ARN que contiene las instrucciones genéticas para una proteína que abunda en la superficie del SARS-CoV-2 para que el cuerpo use estas instrucciones para fabricar esta proteína, y cuando el sistema inmune identifique que la proteína es ajena, monte una respuesta en su contra. De esta manera el sistema inmune podrá reaccionar rápidamente cuando se exponga a las proteínas del virus real.

La tecnología que utilizan las vacunas de Pfizer y Moderna, de ARN mensajero (mRNA) es particularmente interesante porque es la primera evidencia del potencial de lo que investigadores esperan sea una nueva clase de drogas que funcionan alimentándole a las células del cuerpo instrucciones para fabricar sus propias proteínas terapéuticas. Moderna está investigando otras vacunas basadas en mRNA contra la influenza, el virus sincitial respiratorio y el zika, entre otros. BioNTech está explorando el uso de mRNA para encontrar vacunas terapéuticas contra el cáncer. La vacuna de AstraZeneca es un poco diferente. También utiliza RNA pero en vez de insertar la versión RNA del virus directamente mediante el ácido nucleico, el gen se introduce por medio de un virus inactivado de gripa alterado genéticamente para expresar la proteína del SARS-CoV-2.  

El éxito de esta tecnología también pinta bien ante cualquier mutación futura del SARS-CoV-2. A medida que la naturaleza altere el código genético del virus, las farmacéuticas pueden utilizar esta plataforma tecnológica para hacer modificaciones rápidas de la secuencia del mRNA, cambiando las proteínas a las que el cuerpo se vuelva inmune. Las vacunas desarrolladas en esta plataforma son más fáciles y rápidas de diseñar y de producir a escala. Sin duda son noticias que marcan un hito en el curso de la pandemia. Más allá de eso, esta plataforma tiene un potencial trascendental que puede llegar a revolucionar el mundo de la inmunología. Adicionalmente, la diversidad en la tecnología usada es un tipo de seguro para todos, ya que, si una vía se estanca, tenemos alternativas. 

El paso a seguir para las tres farmacéuticas es solicitar la autorización de emergencia ante la entidad regulatoria FDA para el uso de las nuevas vacunas contra el COVID-19. Pfizer y Moderna ya adelantaron esta solicitud y AstraZeneca seguirá sus pasos. Adicionalmente, AstraZeneca buscará obtener un listado de uso de emergencia por parte de la OMS para para que países de bajos ingresos dispongan de la vacuna. Es muy probable que las tres firmas obtengan la autorización, probablemente restringida inicialmente a poblaciones de alto riesgo.

El reto de la distribución

Los resultados positivos de los ensayos clínicos para las vacunas de Pfizer, Moderna y AstraZeneca son bien recibidos. Pasamos de cero vacunas a tres en un lapso de dos semanas. Esto es importante porque una sola vacuna contra el COVID-19 no es suficiente. Pero alcanzar una vacunación global no será fácil. Mucho menos teniendo en cuenta que la vacuna de Pfizer conlleva el descomunal reto de ser transportada y almacenada a temperaturas ultrafrías de -70°C. Las de Moderna y AstraZeneca tienen la ventaja de poder ser conservadas en una nevera regular (2 a 8°C), lo cual facilita inmensamente la logística de distribución y disminuye considerablemente el costo asociado a la cadena de frío. Pareciera que la vacuna de AstraZeneca va a ser el mejor prospecto para las economías en desarrollo al ser altamente eficaz, de fácil almacenamiento, y ser la única ofrecida sin fines de lucro a países de bajos y medios ingresos por la duración de la pandemia. Costará aproximadamente $2.50 comparado con $15-$25 por dosis.

De cualquier manera, los retos que conlleva la distribución, escalamiento, y asignación justa de cualquiera de las tres vacunas son astronómicos, especialmente en países de bajos ingresos. Por la mayor parte del 2021 los suministros a nivel global se quedarán cortos. Aunque las vacunas mRNA son más fáciles de producir a gran escala que las basadas en proteínas, las tres vacunas disponibles hasta el momento requieren dos dosis. Pfizer reiteró que espera producir 50 millones de dosis este año y 1.3 billones en el 2021. Por su parte, Moderna espera tener 20 millones a fines de 2020 y medio billón para el próximo año. Eso suena bastante, pero así alcancen esas metas, no será suficiente. En los siguientes días se conocerá la escala de producción de AstraZeneca, y su distribución se proyecta para enero del 2021. 

Aquí la importancia de los otros candidatos de vacuna en desarrollo que incluyen Johnson&Johnson, Sinovac, Novovax y Gamaleya (Sputnik V). Por ejemplo, Jonhson&Johnson espera tener un producto unidosis, lo cual no solo simplificaría su incorporación en un programa de vacunación, si no también aumentaría la cantidad que personas que pueden ser vacunadas con una cantidad determinada de dosis.  

Las altas tasas de efectividad de las vacunas que están disponibles hasta ahora facilitarán alcanzar la inmunidad de rebaño. Se estima que alrededor de 60% de la población tiene que estar vacunada para alcanzar este efecto. Esto implica vacunar a 4.7 billones de personas (9.4 billones de vacunas, con esquemas de dos dosis). Y para complicar más las cosas, la mayoría de los programas actuales de inmunización están diseñados para la población pediátrica, no para la distribución a la escala que requiere un programa de vacunación para adultos. Nunca se ha tratado de vacunar a un planeta entero al mismo tiempo. A corto plazo, la prioridad tiene que ser dirigir las vacunas a donde más se necesitan.

¿Y ahora qué?

La noticia de las vacunas contra el COVID-19 llega al tiempo con la segunda ola del virus que se propaga desenfrenadamente en EE.UU., Europa y Latinoamérica, lo que ejerce una presión inmensa sobre los sistemas de salud y los gobiernos. Tanto Pfizer, como Moderna y AstraZeneca han cimentado acuerdos de compra anticipada con países como Canadá, Japón, EE. UU, Inglaterra y la Unión Europea, asegurando billones de dosis para estos países. Surge la pregunta de cómo asegurar que los países ricos no monopolicen las vacunas. La respuesta global a este problema es El Centro de Acceso Global a la Vacuna COVID-19 (Covax) que se estableció para acelerar el desarrollo de la vacuna y promover el acceso equitativo a nivel mundial. A esta iniciativa se han sumado más de 180 participantes incluyendo países de ingresos altos y bajos, que tendrán acceso a las vacunas de la Lista Covax. Cada país recibirá inicialmente suficientes dosis para vacunar hasta el 20% de su población dependiendo del cupo adquirido, hasta que todos los países hayan recibido esta misma proporción. La asignación y distribución posterior responderá a la disponibilidad de suministro y se ampliará correspondientemente. Esta iniciativa espera distribuir 2 billones de dosis a 92 países de bajos ingresos (incluyendo Colombia) a muy bajo costo. Hasta el momento, AstraZeneca es la única de estas tres vacunas incluida en Covax, aunque Pfizer y Moderna están adelantando conversaciones con la iniciativa.

Según el Ministerio de Salud, Colombia amplió su cupo dentro de Covax para recibir el máximo del 20% de cubrimiento de la población (14.600.000 habitantes) y beneficiará inicialmente a adultos mayores, personas de alto riesgo y trabajadores de la salud. Se espera recibir la vacuna el segundo semestre del 2021.

La ciencia ya puso su parte y logró la vacuna, ahora falta el reto social y político. Mientras no haya suficientes dosis para todos, los gobiernos tendrán que establecer prioridades. La planeación para la distribución y la identificación de las poblaciones vulnerables tiene que ser transparente para asegurar que el acceso sea equitativo, y que todos entiendan cuándo y quién va a recibir la vacuna inicialmente y quién después. La transparencia también es imprescindible para asegurar que el acceso, o la falta de este, no sea utilizada en contra de las poblaciones marginalizadas ni para fines políticos o económicos. Puede que nos demoremos en sentir los efectos de la vacuna sobre la pandemia. Pero sin duda, esto es el principio del fin.

*La autora es médica de la Universidad Javeriana con especialización en salud pública. Es la directora regional para Latinoamérica del Americas Health Foundation, una organización que trabaja para mejorar el acceso a la salud en países Latinoamericanos.

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