Uno de los voluntarios de las pruebas de la vacuna de Janssen, el brazo farmacéutico de Johnson & Johnson, relata en Forbes Colombia lo que ha vivido durante la experiencia.
“Doctora, ¿puedo salir a la calle sin tapabocas?”, fue lo primero que le pregunte a la médica que me asignaron para acompañarme en el estudio de la vacuna que Janssen, el brazo farmacéutico de Johnson & Johnson, desarrolló para combatir a la vacuna del COVID-19.
La repuesta fue no. “Aunque la idea es revisar la eficacia de la vacuna, tampoco se quiere exponer a los voluntarios al contagio”, me respondió en su consultorio en el Centro de Investigaciones Bluecare Salud, ubicado en Medplus de Chicó Norte en Bogotá. Una enfermera recién me había inyectado la vacuna o el placebo. El pinchazo lo sentí como cualquier otro.
Minutos antes me tomaron la temperatura, me sacaron sangre para hacer una prueba de anticuerpos para comprobar que no haya tenido coronavirus en ningún momento, me hicieron una prueba PCR y me pusieron a leer un documento de 26 páginas, que posteriormente firmé en el que reafirmaba que la participación en el estudio de investigación es voluntaria.
También me pidieron instalar una aplicación móvil en la que tengo que reportar todos los lunes y jueves durante los próximos meses si presento algún síntoma de COVID-19 o cualquier evento adverso. Sin embargo, había eventos adversos previstos como fiebre, escalofríos y dolor de cabeza como efecto de la inyección y que efectivamente tuve por dos días. Me vacunaron un viernes y todo el fin de semana estuve en cama tomando acetaminofén para que se me pasarán los dolores.
Encendería las alarmas y haría un reporte urgente solo si el dolor de cabeza se tornaba intenso o si la visión se me ponía borrosa, pero afortunadamente ninguna de esas cosas pasó.
Familiares y amigos me habían pedido días antes que no participara del estudio porque me iba a arrepentir si me llegaba a ocurrir alguno de esos efectos adversos en corto, mediano o largo plazo. No obstante, tenía la convicción de participar porque si todo el mundo pensara igual, nadie sería voluntario y las vacunas tardarían mucho más.
De hecho, fuentes me cuentan que hasta 2.000 personas se inscribieron en Colombia luego de que el presidente Iván Duque anunciara a finales de agosto que Janssen haría pruebas en Colombia, pero gran parte de los registrados se echó para atrás luego de que el pasado 13 de octubre, Johnson & Johnson decidiera suspender la investigación a nivel mundial cuando uno de los voluntarios presentó una “enfermedad inexplicable”.
Lo que no tuvo tanta difusión fue que Janssen logró descartar la relación de la inyección con el fallecimiento y que unas semanas después reanudó el estudio. “Un participante desarrolló una afección grave, un coágulo sanguíneo en el cerebro que luego resultó en sangrado en el cerebro. Los síntomas incluían dolor de cabeza intenso y persistente confusión, visión borrosa y convulsiones”, explicaba Janssen en el documento que firmé. “Después de una evaluación exhaustiva, no se ha identificado una causa clara para esta afección. Se desconoce si la vacuna causó esta condición, sin embargo, no se puede excluir la posibilidad de que la vacuna haya contribuido a este evento”.
El documento, que relataba minuciosamente lo que había venido ocurriendo en las distintas fases, explicaba que 60.000 voluntarios estaban participando del estudio a nivel mundial y que en las fases anteriores se había demostrado que era para humanos, incluyendo estudios en tubos de ensayos y en animales sin que “se hayan observados efectos adversos relacionados con la vacuna” la cual se identifica como Ad26.COV2.S.
También había una advertencia: de los 60.000 voluntarios, de los cuales 20.000 son de América Latina, están divididos de manera aleatoria dos grupos: la mitad que recibió la vacuna y la otra mitad que recibe el placebo. Yo aún no se si me inyectaron la vacuna o el placebo, pero si se que sentí los efectos adversos inmediatos y que no he presentado ningún síntoma de Covid-19. Desde que me inyectaron he estado más abierto en asistir con mayor frecuencia al gimnasio, a restaurantes e incluso viajar en avión, cumpliendo todos los protocolos.
Janssen contrató a la aseguradora Chub en Colombia con una póliza de seguros que atenderá la atención integral de posibles lesiones y eventos adversos y desconocidos relacionados con la molécula de investigación, incluyendo el costo de tratamiento médico, siempre “que sean razonables” y que el voluntario “no haya sido el causante de la lesión”.
A mí y a todos los voluntarios, nos entregan un kit que contiene un pequeño dispositivo para medir los niveles de oxígeno en la sangre, elementos para hacer pruebas de hisopado nasal y elementos de muestra de saliva, que debo usar si llego a experimentar algún síntoma de COVID-19 para hacer, de manera inmediata, los reportes al equipo científico.
Recientemente ha habido anuncios esperanzadores por parte de Pfizer, Moderna y Astrazeneca-Oxford sobre la eficacia de sus vacunas. Espero que pronto llegue un anuncio positivo por parte de Janssen y sean más los caminos posibles hacia el acceso a la vacuna.
Tengo pendiente un par de citas más de control.
Y esperar que me confirmen en los próximos meses si me pusieron la vacuna o el placebo.
Nota del editor: Por la confidencialidad que sugiere algunos aspectos del estudio, el autor de este texto decidió compartir su experiencia pero pidió reservar su nombre para evitar inconvenientes futuros.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes.