Esta semana falleció Myriam Camhi a sus 80 años. Su hija, Denise, recuerda su historia, habla sobre la empresa y cuenta cómo ha sido la transformación del negocio. Detalles sobre la mujer que transformó la repostería tradicional.

Hablar de Myriam Camhi es un viaje al paladar de millones de bogotanos. Su nombre no solo se referencia a un cheesecake de Oreo, una torta de tres leches o un chocoflan, sino a un legado familiar y empresarial que sin duda continúa fijando el rumbo de gran parte de las reposterías gourmet de la capital. Un ingrediente secreto que se postró en la escena nacional e internacional, y que aún sigue dando de qué hablar.

“Puso a la repostería en escena, hace mas de 40 años, cuando muchos de los sabores y recetas que preparaba eran toda una novedad en nuestro pías”, le cuenta a Forbes Denise Camhi Simhon, hija y única heredera de Myriam. “De hecho, preparaciones con almendras, pistachos, dátiles, recetas mas de origen sefaradí, se dieron a conocer gracias a ella”.

Myriam y Denise | Cortesía Myriam Camhi

Myriam, quien falleció esta semana a sus 80 años, deja un dulce legado y una vitrina de sabores con un historial de más de 3.000 recetas homologadas. Una serie de tiendas muy bien ubicadas en toda la ciudad, varios puntos de venta, cocinas ocultas y una manera distinta, muy distinta, de hacer las cosas.

O así lo cree Denise, que ahora, en la gerencia de la empresa, cuenta cuál ha sido el ingrediente que les ha permitido mantenerse a flote en los momentos más duros. “Tal vez yo creo que es la visión de mantener siempre su nombre en alto con los estándares de calidad, sus recetas, guardando siempre un equilibrio entre renovarnos y mantenernos vigentes y al tanto de las nuevas tendencias, sin perder la parte familiar y tradicional de la marca”, cuenta.

Pero llegar a lo más alto de la repostería, construir una marca y dejar un legado, no fue fácil. Desde muy pequeña se interesó por las tortas, los postres, las galletas y los brownies. Aunque nació en Buga, Valle del Cauca, se trasladó a Bogotá a su corta edad, donde vivió gran parte de su vida. Allí conoció a su esposo Jacques Camhi, con quien años después fundaría su marca.

Fue precisamente en 1961, recién casada y con una profunda pasión por la cocina, cuando empezó a cobrar profesionalmente por las tortas que elaboraba a sus amigas. A inicio de la década de los 80’s sacó adelante su emprendimiento, y dos años más tarde incluyó una veintena de productos a sus vitrinas.

“En 1982 se preparó el primer postre que fue un merengue de Guanábana de 10 a 12 porciones a $3.000 pesos, hasta que llegó a completar una oferta de alrededor de veinte productos”, recuerdan desde la empresa.

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“Myriam Camhi comenzó a preparar sus postres en una pequeña cocina en la calle 106 con 22 (en Bogotá). Durante mas de 10 años funcionamos desde ahí, tomando pedidos a cualquier hora y trabajando en un espacio de garaje adaptado para ello”, recuerda Denise en diálogo con Forbes.

En una vieja camioneta, a la que apodaban ‘la basureta’, repartían a restaurantes y hoteles que no tenían conocimiento sobre pastelería internacional y, que además estaban dispuestos a degustar de los mejores postres y tortas de la ciudad.

“Luego tuvimos un espacio en la calle 93 con 18, con una pequeña puerta al público. Una micro oficina en la entrada, un par de neveras y una cafetera casera. Surtíamos a los restaurantes de la ciudad, que eran pocos: Costillitas, Tony Roma’s, Mikele, Friday’s y luego Ventura y los de Leo Katz”, cuenta la heredera. “Unos 10 años después tuvimos nuestro primer local al público, en la novena con 81 (al norte de Bogotá), frente al Blockbusters. Teníamos ahí la fabrica y 10 mesas para atender al público. Con ayuda de unos socios de la familia, se abrieron las primeras sucursales-en Centro Andino y Teleport”.

De ahí el crecimiento fue escalonado y a inicios del nuevo siglo se inauguró el primer café. Las tortas de Myriam se hicieron famosas, por lo que en 2004 mudaron toda la producción a la Calle 81 con octava, que fue la sede principal hasta el año pasado, pues se tuvieron que mudar a Calle 77 por la pandemia.

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Hoy, tras casi cuatro décadas de deleitar millones de paladares, su legado está en ocho puntos propios -tres sin operar por la pandemia-, siete puntos de venta y tres cocinas ocultas. Además, una planta de producción y 130 colaboradores.

“Con la pandemia muchas cosas cambiaron. Debimos tomar medidas de supervivencia para mantenernos a flote. Ahora viene tal vez la apertura de cocinas ocultas, para poder llevar nuestros productos a sectores de la ciudad a los que queremos llegar. Chia, Colina y Puente Aranda son los primeros pilotos de prueba y, según lo que resulte, seguiremos con este plan”, destaca Denise.

Así mismo, aclara que aunque hoy ya no está Myriam, su legado perdurará por siempre. Incluso, cuenta, ahora son más organizados, con nuevos sistemas que les ayuda en la parte contable, de inventarios y de recursos humanos. “Muchas de las colaboradoras de los inicios siguen con nosotros, manteniendo el legado de Myriam, con sus recetas vivas y vigentes”.

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