Millones de jóvenes se enfrentan a una pandemia que los dejó sin empleo y sin caminos de proyectos de vida claros. Como sociedad, ¿estamos haciendo algo?

La pandemia ha dejado mucho dolor y desesperanza en millones de familias que seguramente no lo solucionará una vacuna. El daño está hecho. Si nos pidieran delimitar esos sufrimientos podríamos hacer una lista interminable de dolencias. Están los que perdieron a sus seres queridos y amigos en pocos días; otros porque han visto morir sus negocios y sueños en pocos meses; otros porque han padecido el encierro y el miedo que envenenan.

También hay otro tipo de dolencias cuyas cicatrices no se irán pronto y sus efectos tardarán años. Si hablar de los niños encerrados en casa, viviendo prácticamente en una ‘teleburbuja’, viendo que hace sol o llueve desde la ventana, es un drama para miles de menores y sus familias, los jóvenes que están en la universidad o que añoran un trabajo están en el peor escenario posible.

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El Foro Económico Mundial, en su conocido informe de riesgos globales para el 2021, advierte que la “desilusión de los jóvenes” está entre los 10 principales riesgos a corto plazo (entre 0 – 2 años) junto a fenómenos como las enfermedades infecciosas.

“Todas las generaciones y grupos se han visto afectados por la crisis: las poblaciones de mayor edad son las más vulnerables a la pandemia en sí, y los jóvenes se enfrentan a nuevas barreras a la movilidad social, tensiones en la salud mental, perspectivas económicas inciertas y la continua degradación del planeta”, señala el informe.

Casualmente, entre los riesgos a corto plazo está la brecha digital que, claramente, está haciendo estragos en la educación y en el acceso a oportunidades de los más vulnerables.

En el país la situación es alarmante. Entre septiembre y noviembre, el 22 por ciento de los jóvenes entre 14 y 28 años están desempleados, siendo las mujeres las más damnificadas.

El desempleo juvenil ya era un problema antes de la pandemia. Entre las cifras que tiene la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estaban que los jóvenes tienen tres veces más probabilidades de no acceder a un trabajo que los adultos y los ‘ninis’, que no tienen empleo ni se forman, eran la quinta parte de los jóvenes en el mundo para el 2019.

¿Cuáles son las salidas? ¿Dónde están las propuestas del Congreso para atajar la crisis? ¿Cuáles son las ideas que pone sobre la mesa la Misión del Empleo, la cual creó desde el año pasado el ministro Ángel Custodio Cabrera?

Ya lo advierten: la desilusión de la juventud sobre su importante papel en la sociedad se diluye en medio de la discusión sanitaria del hoy. Son necesarias las políticas públicas diferenciales: el tema va más allá de fomentar la apertura de puestos de trabajo, sino cerrar las brechas de conectividad, ampliar las oportunidades de educación gratuita (alineada con las necesidades pandemia y pospandemia) y generar un agresivo plan de inclusión laboral para jóvenes en el que actúen Gobierno Nacional, las autoridades locales, universidades y centros de educación para que esta no sea la generación perdida.