Una investigación hace el análisis de lo que ha pasado con la exportación del café en Colombia en los últimos años. Se pudo establecer que el país estuvo por debajo del potencial.
Por: Ricardo Rocha*
E medio de la postración de la economía mundial ocasionada por el covid-19, el repunte de las exportaciones cafeteras a 14 millones de sacos y un récord histórico en el valor la cosecha que podría alcanzar el uno por ciento del PIB, una magnitud que rescata el tradicional papel dinamizador de la caficultura luego de tres décadas de dificultades.
A la cosecha del año cafetero que pasó, 2019/20, a la cual se le presagiaban caídas de precios y una alta volatilidad. Por el lado de la demanda las cuarentenas y las medidas de distanciamiento social en los países consumidores anticipaban una caída similar a la de la actividad económica. La bebida que ha nos ha tonificado desde la ilustración habría encontrado una frontera.
La oferta auguraba ser afectada por la dislocación de la cadena mundial de suministros, por los eventuales cuellos de botella que se pudieran presentar en la oferta laboral para atender las cosechas, el aprovisionamiento de insumos, la trilla y la distribución comercial, tanto por las consecuencias del contagio, como por las medidas que sobrevendrían para controlar el contagio.
Finalmente, los precios repuntaron en el 2020, especialmente para el café de Colombia y las calidades suaves, los cuales crecieron tres y dos veces por encima del mercado internacional, respectivamente. Mientras que lo contrario aconteció con las variedades arábicas brasileñas e inclusive el precio la robusta decreció.
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A lo anterior corresponderían explicaciones desde ambos lados del mercado. Aunque la demanda mundial de café retrocedió con el declive de la economía, las medidas de distanciamiento social para mitigar el contagio afectaron los patrones de consumo de café de manera diferenciada según las calidades y la segmentación del mercado.
A pesar del inusitado desempleo y pérdida de ingresos en los principales países consumidores, estos también encontraron abaratamiento relativo de su consumo, tanto por la disponibilidad de tiempo, como por el traslado de las compras desde las cadenas de cafeterías y los restaurantes, hacia la preparación y el consumo en los hogares, a través de canales como los domicilios, los supermercados y el internet, favoreciendo las mezclas ricas en suaves y especialmente las marcas premium.
La oferta mundial de café disminuyó el año pasado por el ciclo bianual de las exportaciones de Brasil, tanto del café arábica como la variedad robusta, junto con los estragos del clima sobre la producción de Centroamérica y Vietnam, al tiempo que disminuyeron las exportaciones de Colombia. Mientras que para el año cafetero en curso, 2020/21, eventualmente se daría un repunte de la oferta mundial, junto con una recuperación de la demanda a través de la economía.
Los dos mencionados países han protagonizado una pugna competitiva desde el siglo pasado cuando el Brasil introdujo sus políticas de valorización de la oferta para mejorar precios y el café de Colombia las aprovechó para ganar mercado mediante una diferenciación de su mejor calidad y mayor precio. Un progreso paulatino que duró hasta la ruptura del Acuerdo Internacional del Café ocurrida hace tres décadas, cuando ambos oligopolistas procedieron a intercambiar roles. Brasil expandió su oferta y Colombia la estabilizó, mientras que Vietnam ingresó al mercado y hoy es el principal exportador de variedad robusta.
Empero los resultados de la cosecha colombiana del año cafetero 2019-20 en términos de valor fueron satisfactorios, también resulta evidente que la estrategia de valorización de los precios ha tenido como contraparte la disminución de la participación del café colombiano en el mercado internacional y el virtual marchitamiento de un sector fundacional de la economía nacional.
De hecho, el contraste de una simulación de las exportaciones de Colombia utilizando un modelo econométrico para replicar la interacción frente al Brasil como una competencia oligopolista durante 1910-1990, permitió simular un escenario contrafactual sin cambio de roles para 1991-2018, cuyos resultados y contraste con lo observado, sugieren que las exportaciones estuvieron por debajo de su potencial.
Por lo anterior resulta esperanzador la nueva estrategia cafetera para incrementar durante la presente década la cosecha en veinte millones de sacos, dando continuidad a la recuperación de la productividad lograda desde el último lustro y el programa de renovación del cultivo.
Una apuesta audaz en términos de magnitudes y considerando los retos que ofrece nuestra geografía, la sostenibilidad del mejoramiento de la productividad, la necesidad de la modernización empresarial, la precaria formalización laboral y la vulnerabilidad al cambio climático. De lograrse se daría alcance a la dinámica esperada por el mercado internacional y sus transformaciones hacia un mayor consumo per cápita y de mejor calidad. Algo parecido ocurrió durante los pasados años 20.
*El autor es investigador económico. Autor de ‘Un bicentenario del café en Colombia: cambio estructural y estrategia competitiva’.
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