Carlos Mora, comparte en Forbes un aparte de su nuevo libro 'Rómpela'.
Cuando el productor de música Jimmy Iovine comenzó a notar a principios de este siglo que ya no se vendían tantos discos en el mercado y que su negocio ya no era lo que había sido, se preguntó para dónde se había ido la fiesta y, como respuesta, encontró al nuevo gran anfitrión: Steve Jobs, creador y fundador de Apple.
En 2006, Iovine y el rapero Dr. Dre habían creado la empresa Beats Electronics, que producía dispositivos de audio, y en 2014 se la vendieron a Apple en 3.000 millones de dólares. Iovine ingresó a la fiesta y, como un dato adicional, ahora también trabaja para Apple. Esto es justamente lo que debe hacer un emprendedor: saber dónde va a estar la próxima fiesta y convertirse en el gran anfitrión. Vale la pena recordar que a Iovine le debemos mucho en la música, está detrás de grandes estrellas como U2, Lady Gaga y Bruce Springsteen, solo por mencionar algunas.
¿Cómo se convirtió Steve Jobs en el nuevo anfitrión de la música? Las disqueras habían sido siempre las dueñas del mercado, pero en 1999 Napster lanzó su primera versión y con ello comenzó el fin de las ventas de música como habían sido hasta entonces. Napster fue creada por Sean Parker y Shaw Fanning y permitía compartir archivos en MP3, sin ningún intermediario, muy en contra de los dueños de los derechos de autor y de quienes recibían las ganancias por los CD. En febrero de 2001 Napster alcanzó más de 26 millones de usuarios.
Pero todavía faltaba la llegada de un hombre que terminaría por revolucionar para siempre el negocio de la música en el mun do. Steve Jobs decidió poner esos archivos de MP3 en un iPod, y así diseñó el dispositivo con el cual todos podíamos consumir la música. Ya no eran necesarios los computadores ni los discos duros para almacenar las canciones, estas se podían organizar según diferentes categorías y, además, el iPod se podía llevar a todas partes. El negocio de las disqueras murió para siempre.
Eso es lo que uno tiene que entender: cómo se consume el producto que está vendiendo hoy. La música es un gran ejemplo, porque la música sigue siendo música, lo que cambia es el formato. Primero estaba el LP, después el casete y luego el CD. Actualmente cada canción es un archivo que está en la nube y, gracias a la tec nología, la gente puede acceder a millones de estas canciones.
Con la creación del iPod, Steve Jobs generó una nueva cultura y nuevos hábitos de consumo, que es lo más difícil de lograr con un negocio. Por ejemplo, la gente ve RCN y no Caracol, o TV Azteca y no Televisa, o viceversa, simplemente porque tiene un hábito. Yo le pregunto a mi mamá:
—¿Por qué no ves RCN?
Y ella me dice:
—Porque yo pongo Caracol.
Eso fue lo que entendió Jobs: los nuevos hábitos de consumo.
Cuando me puse a analizar cómo estaba consumiendo la gente el contenido, me di cuenta de que los influenciadores esta- ban empezando a generar uno muy particular que solo se veía en YouTube, y con el cual la gente se conectaba, porque sentía que también podía lograrlo. YouTube no parecía un espacio reservado para unos pocos ni para el tipo de estrellas de los grandes me dios de comunicación. La televisión, el cine y la radio, antes del influencer marketing y de las redes sociales, habían sido los dioses.
Pero la gente comenzó a ver a personas que podían ser sus vecinas convertidas en dioses por cuenta de Vine, Facebook, Twitter y YouTube.
Gracias a este análisis comenzó mi historia, hace seis años, con el influencer marketing. Actualmente me muevo con facilidad y logros en el mundo del entretenimiento, porque he sido un emprendedor insistente y persistente. Intuí que el influencer marke ting sería la fiesta del futuro y comencé a organizarla incluso antes de que muchos creyeran que de verdad estaría llena de invitados.
Supe que allí estaba el futuro durante una estadía en México.
Me invitaron a una convención de youtubers patrocinada por la marca de pasabocas Barcel, donde estaban presentes doscientos youtubers; en ese momento, en Colombia había menos de diez.
Cuando uno mira la foto de entonces, descubre que estaban pre sentes casi todos los que hoy son los más poderosos en América Latina. Y esto fue hace seis años. Yo estaba sentado en el evento cuando le escuché decir al presentador: “Señores, los que estamos aquí reunidos sumamos 270 millones de suscriptores”. Entonces pensé: “Aquí está pasando todo, la fiesta está aquí, y sí o sí esto tiene que ser un negocio”. Para ese momento yo ya había conocido a otros youtubers, como Sebastián Villalobos y Mario Ruiz, y los había visto más como una opción para promocionar a Riva, la cantante a quien en ese
momento yo le servía de mánager, que además era mi novia. Cuando conocí a estos muchachos creí que podían ayudarme a promocionarla a ella en sus redes sociales, pero no dimensioné la realidad del negocio.
Así que, en esa convención en México, entendí que esta vez no dejaría escapar la oportunidad y me devolví a Colombia con vencido de que trabajaría con Ami Rodríguez. Aquí debo explicar algo: esto es un poco místico y dudé si escribirlo en el libro, porque cuando uno cuenta estas cosas los demás se pueden burlar, pero creo que es importante contarlo. Yo tengo algo que solo puedo contar yo y solo lo puedo vivir yo, y hace parte de mi sensibilidad: cuando me junto con personas que tienen una energía especial, veo sobre ellas como una textura naranja, y así es como identifico a aquellos que tienen un poder particular. De verdad suena medio místico y raro, pero eso me pasa y me ha sucedido varias veces, con las personas indicadas. Y se ha fortalecido con el tiempo.
Yo conozco a muchas personas con talento, pero hay unas que tienen la textura naranja que describo. Pensaba que esto le sucedía a todo el mundo, pero con el tiempo he entendido que solo me pasa a mí. Cuando comienzo a conocer a la persona indicada, veo esa textura naranja. Eso me pasó con Ami Rodríguez. A Ami lo había conocido unos ocho meses atrás, gracias a otros youtubers. Por ese entonces yo estaba pensando todavía en promocionar a Riva, y mientras estaba en ello, Mateo Ramírez, que hoy es dj de la emisora La Mega, me dijo que quería ser youtuber y yo le propuse que trabajáramos juntos. Me dijo que me presenta ría a otros que ya eran youtubers y fue así como me senté a hablar con Mateo, Ami Rodríguez, Sebastián Silva, Nicolás Castro, Botonet y Riva. Nos reunimos para formar un equipo de trabajo. En ese momento, hace seis años, Ami tenía 14.000 seguidores en sus redes sociales. Hoy tiene más de 12 millones.
Aquí quiero explicar cuál es en parte mi “factor X”: soy capaz de detectar para qué son buenas las personas. Mis clientes me pagan por decirles lo que siempre han sido, pero que no han sido capaces de destapar. Ellos, sin saberlo, están sentados fácilmente en 10 millones de dólares con el talento que tienen, pero no se han dado cuenta. A mí me pagan por hacérselos ver.
El inicio con Ami fue muy bonito, porque me invitó al primer evento que hacía, un encuentro con sus fans en el teatro Barajas, en Bogotá. Llegué con mis 96 kilos de peso, que quedaban como rezago de la crisis personal de la que estaba saliendo y que, a pesar de lo difícil que había sido, me había ayudado a organizar mis ideas, a entender cómo debía seguir adelante.
Ya estaba listo para iniciar algo nuevo. Yo no conocía a la familia de Ami, pero me presenté como su
mánager. El evento fue un éxito. La gente estaba feliz y enloquecía por verlo. Yo reafirmé su talento. Comenzamos a entendernos y vi que trabajaba muy duro, que siempre iba tras sus metas e ideales, se ponía un objetivo y lo cumplía. Cuando se lo fijaba, lo culminaba al ciento por ciento. No había nada a lo que le dijera “no”.
La gente me decía que yo estaba loco, que eso de los youtubers no iba a funcionar. Aprovecho para decirte algo clave para cualquier emprendedor: cuando tu idea suene lo suficientemente loca, lo suficientemente estúpida, pero en tu corazón sientas que las cosas funcionan, es probable que ese sea el próximo mo- vimiento que va a suceder en el sector o en el mundo en el que te desenvuelves.
Si les cuentas a otros tu idea y te dicen que está interesante, posiblemente tu idea ya existe. En cambio, las ideas que de verdad transforman el mundo son aquellas que parecen locas o tontas al momento de hablarlas. Solo por mencionar un detalle: a Bill Gates le dijeron que estaba loco por querer que en cada casa hubiera un ordenador. Nadie creyó en su momento que esto fuera posible. Y hoy casi todas las personas tienen un computador en su casa.
También hay casos en los que las empresas, o las personas, no creyeron en una idea porque les pareció demasiado absurda, y esto representó su fin. Esto le sucedió a Kodak con la fotografía digital. Kodak era la dueña de la fotografía de masas en el mundo. Había logrado, al estilo de Bill Gates, que esa tecnología que había sido exclusiva para unos pasara a estar en la casa de cualquier per-
sona.
Los recuerdos de los viajes y los encuentros familiares eran captados con cámaras Kodak, en los rollos que Kodak vendía, e impresos en laboratorios de Kodak. Uno de sus empleados diseñó la primera cámara digital del mundo, pero los dueños no creyeron en su invento y, años después, por no haberse subido al bus del mundo digital, Kodak se quebró. Tal vez el empleado debería haber insistido por su cuenta en su descubrimiento.
Este fragmento que publica Forbes cuenta con la autorización de cortesía de Penguin Random House Grupo Editorial (Aguilar) en Colombia.