Rafael Museri y Daniel Rudasevski apostaron por quienes trabajan de forma remota y adoptan un estilo de vida nómada. Fundaron Selina en 2015 en un pequeño pueblo pesquero en Panamá y, seis años más tarde, ya suman 112 propiedades en 20 países. Su secreto: democratizar el alojamiento, con un ecosistema adaptado para equilibrar la vida personal y laboral.
A 48 kilómetros del Parque Tayrona, en la vía que conecta al Magdalena con La Guajira, se encuentra un pequeño corregimiento en el municipio de Dibulla, ubicado en el norte de Colombia. Sus calles están aún sin pavimentar, pero por ellas no paran de transitar miles y miles de viajeros todos los días. Se trata de un pueblo mágico que a simple vista enamora por sus extensas playas, los atardeceres y la naturaleza.
Allí, a poco menos de cinco metros sobre la orilla del mar Caribe, se encuentra el recién inaugurado Selina Palomino: un alojamiento rústico, rodeado de palmeras, con buen internet, café, cerveza y en donde confluye una diversidad cultural, muy propia del lugar. Palomino es la expresión de la simpleza, la belleza y la naturaleza, tres características que sin duda busca Selina a la hora de aterrizar en un destino.
“Operamos en destinos primarios, secundarios y remotos en 20 países de todo el mundo”, dice Rafael Museri, CEO y cofundador de Selina, en una entrevista exclusiva con Forbes. “Somos un movimiento que viene creciendo desde hace tiempo y hoy en día no existe suficiente oferta en el mundo de la hospitalidad para atender a este mercado que busca este estilo de vida”.
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Adaptado para los trabajadores remotos y la generación millennial, Selina ya no es solo una cadena hotelera, sino un fenómeno que, incluso en plena pandemia, sigue creciendo. Su concepto enamora a quienes no tienen oficina y se ha expandido de forma acelerada en todo el mundo. Solo basta con ir a las montañas de Bariloche, Argentina, para conocer una de sus propiedades, o visitar Tel Aviv, en Israel, para hacer yoga en sus espacios.
Y no solo en estos dos países. La formula de Museri y Daniel Rudasevski, otro de los fundadores, se ha extendido por Argentina, Bolivia, Chile, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, México, Portugal y el Reino Unido, entre otros. Su estrategia les permite aterrizar en cualquier puerto, colonizar el territorio, tomar espacios en desuso y convertirlos en propiedades de lujo. Con arte callejero en las paredes, muebles recuperados, salones para yoga y meditación, cocinas compartidas y espacios coworking, sus propiedades se adaptan para quienes buscan un equilibrio en su vida personal y laboral.
“Nuestro modelo de negocio nos permite tomar decisiones más rápido que otras empresas hoteleras tradicionales. Podemos convertir cualquier propiedad en un Selina entre 90 y 120 días, lo cual es un tiempo de rotación bastante rápido”, explica Museri, un israelí que vive la propia vida Selina: viaja por el mundo, trabaja de forma remota, conoce gente nueva y afina sus negocios ya sea en una montaña o en una playa.

El plan de Museri y Rudasevski para poner en jaque a los gigantes del sector y ser un disruptor en el mercado ya completa seis años. Este viaje, como el mismo lo describe, comenzó en 2015 en un pequeño pueblo de pescadores en Panamá, donde querían crear un lugar que mezclara trabajo, viajes y una experiencia local con turistas. “Encontramos que los hostales tenían una energía increíble, pero eran para una audiencia muy joven, mientras que los hoteles boutique estaban bellamente diseñados, pero no tenían programación ni ofrecían experiencia alguna”, recuerda. “Fue ahí que supimos qué hacía falta algo que combinara los dos y además atendiera a las nuevas tendencias de trabajo remoto que, en ese momento, empezaba a crecer”.
Tras haber desarrollado proyectos inmobiliarios con su empresa Dekel, los dos jóvenes israelís entraron de lleno al negocio hotelero aún sin tener experiencia en el sector, contactos o background en hospitalidad. Sin embargo, apostaron por crear un hotel basado en un nuevo modelo de alojamiento, que incorporaba todo lo que un nómada digital o trabajador remoto necesitaba para adoptar indefinidamente ese estilo de vida.
“El modelo fue un éxito y es lo que nos permitió crecer de 2 locaciones en el 2015 a 112 locaciones en 20 países en cuatro continentes”, advierte el CEO, quien destaca que en los últimos tres años han levantado recursos suficientes para avanzar en su plan de expansión. A la fecha, incluso, han obtenido más de US$300 millones en compromisos inmobiliarios y se encuentran en negociaciones por US$200 millones adicionales en Europa, América Latina y Estados Unidos.
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Aunque su CEO no comparte la valoración de la empresa, al negocio ya le han entrado inversiones de alto nivel, de la mano del cofundador de WeWork, Adam Neumann. En plena pandemia, en la que varios sectores económicos se estaban reactivando, recibieron un crédito por US$50 millones del IDB Invest, miembro del Grupo BID, para respaldar la continuidad de sus planes de crecimiento. “El financiamiento de IDB Invest, que incluye fondos movilizados de Blue Like an Orange Sustainable Capital, permitirá que mejoremos nuestra liquidez durante la pandemia, para seguir nuestra expansión”.
Más camas
El objetivo de Selina es ambicioso si se tiene en cuenta que buscan sumar alrededor de 100.000 camas en los próximos cuatro años. Cuenta Museri que, para ese momento, su estrategia se centrará en llamar la atención de quienes ingresan al mercado laboral de forma remota o los que han adoptado este estilo de vida. Proyectan que, para 2025, el 75 % de la fuerza laboral mundial trabajará de esta manera, por lo que es una oportunidad que no quieren desaprovechar.
“Las personas que antes estaban atadas a escritorios en edificios de oficinas en la ciudad ahora pueden tomar sus computadoras y trabajar desde una playa en Portugal, una montaña en Costa Rica o cualquier ciudad de su elección”, dice. Cálculos de Selina muestran que el mercado de trabajadores remotos se ha disparado a un potencial de 44.000 millones de nuevas pernoctaciones por año, lo que, según el CEO, “no se puede ignorar”.

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Con 112 propiedades, 83 abiertas y el resto en distintas etapas de desarrollo, Museri y Rudasevski quieren seguir democratizando las opciones de Selina y tienen un plan para lograrlo. Como tal, ofrecen de todo, desde tepees, dormitorios desde US$15 por noche, hasta suites privadas por aproximadamente US$400 por noche, según la temporada y el destino. No obstante, su estrategia se centra en consolidar su modelo de suscripción, con el que busca no solo fidelizar usuarios, sino construir una comunidad global de nómadas.
Para lograrlo, lanzaron su modelo CoLive, un producto que permite a los viajeros moverse libremente entre las propiedades de Selina por una tarifa fija mensual o anual, que incluye alojamiento, espacios de coworking, actividades diarias de wellness, descuentos en comidas y bebidas.
“Esto permite que un trabajador remoto esté un mes en una propiedad, o si quiere saltar de propiedad en otro país lo pueda hacer pagando una tarifa fija mensual”, concluye el CEO, quien agrega: “Sabemos hacia dónde se dirige el mundo de la hotelería; sabemos que el trabajo a distancia y los nómadas digitales son el futuro del trabajo, pero, sobre todo, sabemos más que nunca que las conexiones sociales son las experiencias más valiosas de la vida”.