Sebastián Torres está detrás de los motores interplanetarios con los que Elon Musk busca conquistar el espacio. Es colombiano, viajó a los 17 años a Estados Unidos, estuvo al borde del suicidio y hace siete años entró a SpaceX, una de las empresas del multimillonario. Esta es su historia.
Asistir a una entrevista con el multimillonario Elon Musk es todo un ritual. Su asimétrica forma de ver el mundo lo hace distinto a la hora de oír un candidato. Tiene su propio manual y lo sigue al pie de la letra. No lo descresta un título, ni mucho menos un extenso currículum. Para él, lo único importante es la solución de problemas: la capacidad que tiene un ser humano para resolver situaciones.
En este escenario, solo importa la verdad. Incluso por encima del nombre, los contactos o la experiencia, se valora la creatividad y la velocidad de respuesta. Y no es para menos. Su visión va en contra de todo lo convencional, pues busca un sello distinto en todos sus colaboradores. Esa distinción, que se aleja de los ortodoxos procesos del mundo corporativo, la encontró hace siete años en un ingeniero colombiano, quien, sin buscarlo, terminó en una sala de juntas con Musk, para así ingresar luego a SpaceX, una de las multinacionales que busca poner a la humanidad en el espacio.
“Tenías que hacer una presentación y te daban 20 minutos. Presentas un problema, el que tu quieras, cómo lo resuelves y te piden que cuentes quién eres y cuál es tu forma de pensar”, explica Sebastián Torres, quien, al frente de una pantalla en diálogo con Forbes, recuerda cómo fue su primer contacto con el magnate. “Entré a un conference room y estaban diez personas, entre ellas Elon. Quedé en shock, empecé a contarles quién era yo y qué les iba a presentar”.
Minutos después de empezar su discurso, poco similar a un pitch que presenta un emprendedor al levantar capital, el millonario tecnológico, dueño de varias empresas y con una fortuna que asciende a los US$162.000 millones, según Forbes, salió del recinto sin mucha explicación. “¿Qué pasó? ¿Será que no le gustó algo que dije?”, se preguntó de inmediato Sebastián, que aún en una circunstancia retadora siguió en su tarea de convencer al público. “Llegué a tomarlo como una falta de respeto, lo entendí y presenté. Al salir de la entrevista, me felicitaron. Pensé que me había ido mal porque se fue, pero luego entendí que, cuando él ve lo que le gusta, sale y se va”.
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Su primer contacto con Musk no fue precisamente el que muchos sueñan. Sin embargo, a partir de ese momento, empezó una historia junto al magnate que todavía no para de escribir. Y sí, se trata de un colombiano que trabaja en una de las grandes empresas de Estados Unidos, buscando cambiar el mundo, con un proyecto espacial que, según dice, prevé transformar los viajes turísticos en la próxima década.
Oriundo de Cali, capital del Valle del Cauca, la historia de Sebastián es quizás, muy similar, a un viaje espacial. Entre fallos y aciertos, prueba y error, este joven pasó de ser un tenista aficionado en Colombia a un hombre clave en el batallón de Musk. A sus 17 años viajó a Estados Unidos, producto de una beca deportiva, con el deseo de estudiar ingeniería mecatrónica. “Estuve un año en Oklahoma y ahí me transferí a California, a Cal Poly (Universidad Politécnica Estatal de California). Ahí terminé estudiando ingeniería industrial, porque me di cuenta de que tenía un componente más humano”, recuerda.
Al salir de la academia, Sebastián estuvo un año en Johnson & Johnson y luego pasó a la farmacéutica Baxter, con el objetivo de ascender y que fuese transferido a Colombia. Cuenta que, de querer estar dos años, terminó casi siete en un programa de rotación que tenía la multinacional.
“Después de seis años me pasó algo muy interesante, y fue que me cansé del mundo corporativo, me cansé de la estructura de la farmacéutica”, recuerda el colombiano. “Básicamente me quemé del todo. Entré en depresión, pues estuve enfocado en mi carrera y dejé a un lado las otras cosas bonitas de la vida”.

Frustrado, con ataques de ansiedad y un intento de suicidio, se apartó del mundo empresarial para reenfocar su proyecto de vida y encontrar un objetivo. En ese camino, mucho antes de estar en entrevista con Musk, conoció a su paso a Tony Robbins, con quien, cuenta, aprendió a encontrar un balance, un propósito y un mejor estilo de vida. “Hubo un cambio en mis prioridades y de ahí nació mi proyecto personal: Priority Shift, que es lo que hago ahora. Con Tony Robbins y Landmark, aprendí a manifestar lo que quería para la vida. Tenía una lista de personas a las que quería acercarme, la puse como intención y entre ellas estaba Elon Musk”, destaca el ingeniero, que a la par se certificó para enseñar yoga y meditación.
Pero ya sea por ley del universo o proximidad, como él mismo lo cataloga, un día, entre enseñar tenis y hacer una clase de yoga, en pleno trancón de Los Ángeles, Estados Unidos, sonó su teléfono. “Vi el número y como estaba más abierto a hacer algo diferente, conteste. Era una persona de SpaceX, un reclutador de la empresa. Me habló de forma muy casual y me hizo una entrevista por teléfono. Era una persona joven, que, incluso, me dijo: ven a la empresa cuando quieras. No tienes que vestirte de alguna forma. ¿Nos vemos el lunes o ahora?”.
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La llamada fue el preámbulo del repentino encuentro con Elon Musk. El resto, es historia. Hoy, siete años después, Sebastián es uno de los hombres clave en la empresa del magnate tecnológico. Su ascenso en la organización ha sido inminente, pues tras pasar un par de años viajando, encontrando proveedores y solucionando problemas, el ingeniero industrial está detrás de uno de los proyectos más ambiciosos de SpaceX: el desarrollo de Raptor, un motor interplanetario con el que se busca llegar a Marte.
Raptor es el corazón de Starship, la nave de SpaceX diseñada para los viajes espaciales que, a simples cálculos, promete ahorros en fabricación y combustible. La razón: utiliza metano y oxígeno líquido como combustible, lo que en teoría se podría encontrar en Marte. “Son motores que van a cambiar el mundo. Tienen más propulsión, son más potentes y se reciclan”, cuenta Torres. “Para mí es un orgullo ser parte de ese proyecto”.
Las lecciones
Resolviendo problemas es la forma como Sebastián ha llegado a ser parte de los ingenieros de confianza de Musk. Basado en Austin, Texas, junto a su esposa, el colombiano hoy ostenta el cargo de Technical Project Lead at SpaceX, desde donde lidera Raptor. Cuenta que entrar a esta empresa es un viaje al futuro en el que hay cápsulas colgadas en el techo, herramientas y cohetes en la pared. Todo un museo espacial, muy alineado a la visión de Musk, que es una humanidad vista como una especie interplanetaria.
“Tengo muchos aprendizajes de él. Siempre está enseñando. Puede permitir varias cosas, por ejemplo, en la parte de desarrollar un producto nuevo, tiene ciertas temáticas y te dice que si el diseño se demora mucho hay algo malo con el diseño. Si se demora mucho en producirlo, hay algo que está mal”, cuenta. “Él habla que la mejor parte es la que no existe. Algo que él siempre recalca es que la solución a los problemas debe ser simple, entonces la idea es dejar el ego a un lado y no buscar una solución compleja”.
Musk es uno de los hombres más ricos del mundo, por encima del fundador de Microsoft, Bill Gates, que ostenta una fortuna de US$124.000 millones (al cierre de la edición) y el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, con una riqueza de US$97.000 millones (al cierre de esta edición). Sin embargo, a la hora de liderar, es uno más.
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Así lo percibe Sebastián, quien destaca que dirige con ejemplo. “Cuando hay que hacer cualquier tipo de trabajo está de primero. Si tu quieres decirle algo a alguien tienes que poner el ejemplo. Muchas veces los directivos están acostumbrados a que ellos tienen la oficina allá arriba, con ventanas solo para ellos y todo exclusivo. Elon no funciona así. En la empresa es un cubículo más y está abierto para cualquiera”.

Aunque reconoce que de cierta forma es un genio, advierte que al estar con él ha aprendido que “todos somos seres humanos, con defectos”. Cuenta que, de fondo, le ha enseñado a llevar esa humildad, a entender la capacidad infinita de los seres humanos y a lograr su genio interior. Eso le ha permitido llevar su trabajo y su proyecto Priority Shift de la mano, pues, para él, “el que no hay tiempo es una excusa”.
Por ahora cree en los viajes interplanetarios, en la posibilidad de conectar mundos y en que, en medio de las adversidades, siempre hay oportunidades. No quiere ser un corporativo más, sino una persona que aporte al desarrollo de otros. Su mensaje, tras un viaje del que aún no aterriza, es soñar en grande, tener visión y entender cuál es el objetivo de vida de cada uno. “Cuando sirves a la humanidad, el universo te da los recursos para lograr lo que quieres”, dice.