La explosión de la demanda de contenidos, aunada a políticas públicas favorables que incluyen leyes de cine e incentivos a la producción, ha estimulado la industria en el país, halló un reporte del BID.
Colombia no es el país que más produce, ni el que más ha invertido, ni el que más exporta contenidos audiovisuales en América Latina, pero algo ocurre para que otros digan “miren que está pasando ahí”.
Es lo que hallaron el Banco Interamericano de Desarrollo y Netflix en la publicación “Detrás de cámaras: creatividad e inversión para América Latina y el Caribe”, que describe la industria audiovisual colombiana como un “ecosistema pujante”.
El análisis reconoce que desde 2003, cuando se aprobó la Ley de Cine, la legislación ha buscado acelerar el crecimiento del sector. Desde entonces se han incrementado los paquetes de estímulos e incentivos a la producción.
En 2011, Colombia estrenó 18 películas nacionales; en 2018, la cifra fue 37. De esta manera el país es el cuarto en América Latina que más exporta producciones audiovisuales. De hecho, el exministro de Cultura Felipe Buitrago afirmó que si el sector se recupera y vuelve a crecer al ritmo sostenido de años previos a la pandemia, Colombia podrá alcanzar el 1% del mercado audiovisual a nivel global en los próximos cinco años.
Uno de los mayores impulsos ha sido la ley 1.556 de 2012, que consiste en la devolución del 40% del gasto realizado por las productoras en servicios nacionales de preproducción, producción y posproducción; y 20% del gasto logístico. Los más recientes cambios a la Ley 1.556 incorporan incentivos para series, videos musicales y publicidad.
Pero para poder acceder a esos beneficios, las producciones necesitan hacerse en sociedad con una productora colombiano. “Esto ha detonado un ecosistema de empresas audiovisuales locales que han crecido y se han profesionalizado a gran velocidad”, dice el reporte.
La más conocida de todas es Dynamo, que se ha consolidado como una de las productoras independientes más grandes de América Latina y referente en el mundo del VOD, con 40 largometrajes y casi veinte series de ficción a cuestas, incluyendo Narcos y Narcos 2 (Netflix), El Chapo (Univisión), Falco (Amazon Prime Video) y Arde Madrid (Movistar+). Además de tener oficinas en Colombia, Dynamo ya cuenta con representación en Ciudad de México, Madrid y Nueva York.

Ese optimismo se extiende a creadores como Pablo González, quien fue guionista de Historia de un crimen: Colmenares (2019) y director de El robo del siglo (2020), ambas series desarrolladas para streaming.
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Algunas de esas películas son Triple frontera (2019), superproducción protagonizada por Ben Affleck y Pedro Pascal, que rodó varias escenas en las afueras de Bogotá, o Gemini Man (2019), de Will Smith y dirigida por Ang Lee, que filmó escenas de acción en los callejones y murallas de Cartagena de Indias. The Boy (2015), producida por Elijah Wood, aprovechó el incentivo colombiano para construir un set que habría sido incosteable en Estados Unidos; 74 aunque la historia se sitúa en un motel en una zona remota de Colorado, los realizadores optaron por filmarla en las cercanías de Medellín, en una localidad que guardaba se- mejanzas geográficas con el sudeste de Estados Unidos. Otras producciones internacionales que se han rodado en su territorio incluyen The Padre (2018), Mile 22 (2018), The Belko Experiment (2016), The Lost City of Z (2016), Out of the Dark (2014) y capítulos de la serie Narcos (2015).

Oportunidades de la región
El documento señala que América Latina ofrece ventajas importantes para productores extranjeros: costos relativamente bajos, cercanía con el principal mercado audiovisual del mundo (Estados Unidos), husos horarios compatibles con ese país y variedad paisajística.
Sin embargo, el documento aclara que estos atributos no son suficientes, porque se necesitan infraestructura, capacitación y un marco legal propicio para atraer la inversión.
“Tanto Uruguay, República Dominicana y Panamá, por ejemplo, han combinado leyes de cine y programas de incentivos para atraer inversiones e infraestructura de última generación. Algo parecido sucede con Córdoba y Mendoza (Argentina), Recife (Brasil) o Guadalajara (México), donde las productoras regionales juegan un papel de creciente importancia en un ecosistema históricamente concentrado en Buenos Aires, Bogotá y Río de Janeiro/Sao Paulo”.
Además, expone que la explosión de la demanda de contenidos, aunada a políticas públicas favorables que incluyen leyes de cine e incentivos a la producción, ha estimulado la industria en todo el continente.
“En toda América Latina y el Caribe, la inversión en infraestructura ha generado empleos, convirtiéndola en un sitio donde es posible rodar y producir. Una vez que hayamos superado la pandemia y los rodajes se restablezcan en forma, estos tendrán la capacidad de reanimar otros sectores severamente afectados por la pandemia, como el de la hotelería y el turismo”, resalta.
No obstante, en una encuesta realizada a más de 400 productores, un 58% consideró que en la región no tiene el talento con las capacidades técnicas necesarias para trabajar en las nuevas producciones.
Por lo que existen dos grandes oportunidades para fomentar la formación de más profesionales en la industria audiovisual y así lograr el crecimiento de la fuerza laboral: la primera es la creación de cursos, programas académicos y opciones de capacitación adecuados dentro de la oferta de las instituciones educativas; la segunda es una mayor conexión entre los planes de estudio y la demanda del mercado.
“A medida que la industria se diversifica, innova y se acerca a las necesidades del mercado global, las habilidades técnicas de los profesionales detrás de cámaras también tienen que estar a la par”, precisa.
Ya que debido a la velocidad con la que el mercado se está transformando y adaptando a los cambios tecnológicos, así como las dificultades que los sistemas formales de educación y formación tienen para responder a los nuevos requerimientos, han representado obstáculos para muchos de la industria.