La industria de la hospitalidad afina su prisma y diseña experiencias que celebran la alegría de vivir sin prisas. Los especialistas abrevan de la gastronomía, el arte y la belleza natural de los destinos para esgrimir argumentos irrefutables que alienten a emprender, una vez más, la conquista del mundo.
La industria de los viajes advierte el surgimiento de un nuevo viajero de lujo. Su perfil sofisticado no esconde sus motivaciones; se luce dispuesto a retomar la conquista de sus pasiones sin importar los kilómetros que deba viajar para conseguirlo. Así quedó establecido en la edición más reciente de “ILTM Norteamérica”, realizada en el Caribe mexicano, donde se materializó el reencuentro presencial de los actores involucrados en el segmento de viajes de lujo.
Los anuncios del encuentro, en voz de las firmas hoteleras más relevantes de la esfera de la hospitalidad, permiten calibrar la brújula que guía el horizonte de nuevas aventuras. Hoy se sabe que esta élite viajera prioriza el encuentro con experiencias auténticas dotadas de un toque de aventura, pues su concepción del lujo va mucho más allá de los manteles largos. Este nuevo sibarita apuesta por la personalización genuina de su experiencia, siempre y cuando esté impregnada de los matices locales que hoy tornan una estancia en algo memorable.
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Hoteles, restaurantes y destinos transforman su concepción del lujo para asociarla más a la deliciosa complejidad que plantea el hecho de, simplemente, vivir la vida. Y embebidos de este frenesí irreprimible, emergen casos notables que firman de recibido las nuevas demandas de los viajeros.

La singular asociación entre la legendaria naviera Satori Sailing Yacht y Massimo Bottura da cuenta de ello. A bordo de uno de sus legendarios yates, un aforo máximo de 10 invitados puede gozar de una experiencia culinaria en aguas abiertas curada por el italiano poseedor de tres estrellas Michelin. En esta experiencia, la consigna es sencilla: más allá de aguardar la llegada a un destino, hay que centrarse en disfrutar el momento, en bajar el ritmo para ceder a la fascinación de una atmósfera exquisita y no mirar el reloj. Y, por supuesto, en disfrutar a plenitud los siete tiempos de un menú hecho a medida, inspirado en los platillos emblemáticos del chef Bottura.
En Uruguay, el hotel boutique Posada Ayana apunta a convertir al poblado de José Ignacio en un nuevo polo magnético para los viajeros en busca de experiencias artísticas. La apertura de un espacio celeste firmado por James Turrel coincidirá con la reapertura del hotel, que se anuncia listo para lucir este espacio, el primero concebido por el artista californiano en Sudamérica. La armonía lumínica de su diseño esboza la nueva faz de un escondite artístico que abraza ya el anhelado encuentro con sus visitantes.
En Baha Mar, el complejo turístico de ultra lujo ubicado en Cable Beach, en Las Bahamas, una apuesta por la seguridad no escatima recursos en aras de seducir cualquier resistencia de la comunidad de viajeros. Su programa Travel with Confidence lanza la promesa de un entorno seguro y ofrece estancias gratuitas por dos semanas a aquellos huéspedes que arrojen un resultado positivo al covid en sus instalaciones. En este caso, también ofrecen traslado en un jet privado a Florida, sin costo adicional, a quienes deseen acceder a atención médica en Estados Unidos.
Una vez cubiertos los requisitos de acceso, la oferta de hospitalidad del complejo, integrada por Grand Hyatt, SLS y Rosewood, luce renovada. A las adiciones gourmet (que incluyen un restaurante firmados por el chef Marcus Samuelsson, seis veces galardonado con el premio James Beard) se integra Baha Bay, un parque acuático.
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Sea cual sea el próximo destino de los nuevos viajeros de lujo, la industria de la hospitalidad se ve firme en su intención de alentar el encuentro con la cara más exclusiva del mundo.