El cierre de las OPA por Nutresa y Sura dejó en claro dos cosas: que el GEA no va a seguir siendo como lo conocemos hasta ahora y que la pelea por el dominio de las empresas apenas comienza.

Han pasado exactamente dos meses desde que Forbes Colombia reveló que Jaime y Gabriel Gilinski eran los misteriosos inversionistas que estaban detrás de una de las movidas empresariales del siglo en Colombia: una Oferta Pública de Adquisición (OPA) por parte de las acciones de Nutresa y Sura, dos de las joyas de la corona del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA).

Muchas cosas han pasado desde entonces. Ayer se cerró el plazo para las aceptaciones de la última de las OPAs, la de Nutresa, y se conoció que los Gilinski lograron hacerse al 27,69% del conglomerado de alimentos. El martes pasado se había cerrado la OPA de Sura con un total de aceptaciones equivalentes al 25,42% de la participación accionaria de la compañía.

Sobre la mesa quedaron US$1.931 millones que es el costo final de ambas transacciones sumadas. Esos recursos se deberán girar en los próximos días para dar por finalizada la operación.

Hay dos verdades como una catedral que se desprenden de este nuevo estado de cosas que deberá quedar consolidado este viernes para el caso de Sura y el próximo lunes para el caso de Nutresa.

La primera es que el GEA no volverá a ser el mismo en adelante y la segunda es que la pelea por el dominio de las compañías apenas comienza.

Cuando se hagan oficialmente a sus acciones en Nutresa y Sura los Gilinski podrían inmediatamente convocar a asamblea de accionistas con el objetivo que quisieran: cambiar junta directiva, reformar estatutos, sugerir una capitalización, etc. Eso es así porque la normativa establece tal derecho para aquellos que posean más del 25% de la propiedad de una compañía. En el caso de Nutresa solo hay dos accionistas que cumplen con este requisito: Sura y los Gilinski. En el caso de Sura solo dos accionistas cumplen con el requisito Argos y los Gilinski.

Pero probablemente, si no ocurre nada extraordinario y en consideración a que se acerca la temporada de asambleas, los Gilinski podrían mantener el curso natural de las cosas. Aún así, las conversaciones y la diplomacia deberían imponerse en los próximos días con el objetivo de limar las asperezas y definir la hoja de ruta futura.

Obviamente, ahora las cuentas que todos están haciendo es cuántos puestos en las juntas de ambas compañías tendrá el nuevo grupo inversionista. Lo que sí se puede dar por descontado es que tanto Jaime como Gabriel Gilinski van a ocupar ellos mismos alguno de los puestos disponibles. No se sabe si estarán los dos en ambas compañías o uno por cada firma junto con uno de sus representantes. Pero los mismos Gilinski serán los que estarán en sus sillas, porque se asume que tendrán cuando menos dos puestos tanto en Nutresa como en Sura.

Así que el problema de fondo será la discusión sobre el futuro de las compañías y el tono del discurso que se impongan en la junta directiva. Allí el rol de los representantes independientes será clave. Se trata de un ejercicio de convencer sobre lo que resulta mejor para las compañías.

El GEA venía reconociendo la necesidad de un giro estratégico con varios anuncios, muchos de ellos sorprendentes por su naturaleza, como el más reciente hecho por el presidente del Grupo Argos, Jorge Mario Velásquez, en el sentido que habrá una OPA acordada como mecanismo de entrada para un nuevo socio para Nutresa, como se lo dijo en entrevista el dirigente paisa al diario La República.

De tener esto entre los planes, es claro que el tema deberá ser discutido con los nuevos accionistas que todo indica tienen unas ideas claras sobre lo que deben hacer sus compañías.

Pero todo lo visto en las últimas semanas pone en evidencia que era necesario cambiar la naturaleza del enroque antioqueño, pues se había convertido en una talanquera para agregar valor a las compañías. 

El asunto es así de sencillo: los Gilinski ofrecieron primas cercanas al 40% frente al valor de mercado antes de las OPA. En cada caso, hubo una cuarta parte de los accionistas (entre ellos verdaderos tiburones de las inversiones como los fondos de pensiones y los fondos de capital como Black Rock) que encontraron justa la oferta. Es decir compartían la idea de que estaban ofreciendo un buen precio por su activo.

De otra parte, está el argumento del GEA en el sentido de que la oferta tanto de Nutresa como de Sura estaba muy por debajo del valor real de las compañías; pero en caso de ser cierto, ese valor debe ser descubierto y puesto sobre la mesa, porque hasta el momento y durante los últimos 10 años, no se había visto.

Aquí es donde se va a poner buena la discusión al interior de las juntas: ¿qué es lo que se hace necesario para poder capturar ese valor escondido durante años en las empresas del GEA? Ojo, no es que las empresas del GEA no valgan y no hayan aportado valor, sino que por cuenta de su estructura societaria de enroque, habían dejado atrapado valor impidiendo, por ejemplo, la venta de algunos activos no estratégicos o la llegada de un socio estratégico que potenciara más esas firmas.

Por ejemplo, se vale la pregunta sobre la rentabilidad de cada una de las líneas de negocio de Nutresa: todo indica que chocolates y galletas marcha muy bien, pero que carnes puede tener mejoras. ¿Por qué no discutir una salida de ese negocio para potencializar los otros?

Lo mismo se puede pensar de Sura: ¿qué tan incierto va a ser el negocio de pensiones en un escenario de cambios políticos en la región? ¿Por qué no salir de ese rubro y concentrarse en el de seguros?

Las OPA’s impulsadas por los Gilinski pusieron en evidencia la principal debilidad del GEA y sus compañías: que tenían valor atrapado por cuenta de un hasta hace dos meses férreo enroque. Ese dique ya se rompió para una cuarta parte de los accionistas de Sura y Nutresa con el pago de la prima ofrecida por los Gilinski: en la transacción Nutresa quedó valorada en más de 11 veces ebitda y Sura en más de 16 veces ebitda.

Queda por destrabar el resto del valor tomando decisiones estratégicas para el futuro de las compañías que permitan el logro de mejores márgenes para los accionistas. El enroque del GEA debe quedar en el pasado si la meta es encontrar el mayor valor para los accionistas. Aquí, el escenario natural de discusión serán las juntas directivas donde los miembros independientes tendrán la voz cantante. Esa es la historia que apenas comienza.