Las esmeraldas colombianas engalanan las más prestigiosas joyerías en el mundo. Se estima que más del 80% de las gemas que nacen en Colombia terminan en Hong Kong, Beijing y Shanghái.
Una joya de color verde azulado llama la atención a quienes transitan por la calle de Chaoyang, en el sureste de Beijing. Algunos se detienen a tomar una foto, conversar cerca de la vitrina o incluso preguntar por el tipo de piedra que a simple vista los seduce. Lo cierto es que se trata de una gema colombiana, por la que fácilmente se pueden pagar hasta US$3.000 por quilate.
La piedra preciosa es una esmeralda colombiana que nace en el occidente de Boyacá, entre cualquiera de los dos cinturones esmeraldíferos en la Cordillera Oriental de Los Andes. Ha viajado poco más 14.860 kilómetros para deleitar a los grandes joyeros en China, a clientes institucionales y a los consumidores, quienes la relacionan con el jade, una roca milenaria que hace parte de la cultura oriental, con ventas de hasta US$3.000 millones al año.
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La misma fascinación que causa en gran parte de las ciudades de China también se ve en India, Tailandia y la zona del sureste de Asia. Las esmeraldas ‘made in Colombia’ se abren paso por varios mercados de ese continente —así como en Estados Unidos y Europa— lo que permite que hoy al país puedan ingresar hasta US$150 millones en ventas anuales por este negocio.
“En la mayoría de estas culturas las esmeraldas tienen mucho que ver con los valores que se preservan”, dice a Forbes Guillermo Galvis, presidente de la Asociación Colombiana de Exportadores de Esmeraldas (Acodes). “El 80% o 90% de las gemas terminan en Asia, en donde se venden en joyerías de Hong Kong, Beijing y Shanghái”.
Por el tono, la claridad y el brillo, la esmeralda colombiana es única en su tipo, según cuenta Galvis. Su calidad proviene de condiciones de formación específicas, que no se producen por procesos metamórficos en rocas gneas intrusivas, sino por procesos hidrotermales. Es decir, sus componentes de cromo y vanadio le dan un alto grado de transparencia, un factor muy valorado por los consumidores en el mundo.
Zambia y Brasil son los mayores productores en el mundo, mientras Colombia ocupa el tercer lugar con 2 millones de quilates al año. Aunque los tres poseen una variedad distinta de piedras preciosas, lo cierto es que en los últimos años el país se ha convertido en uno de los proveedores más exclusivos del mundo al entregar joyas de alto valor que engalanan joyerías desde Nueva York hasta Nueva Delhi.
Basta con solo ver las pasarelas en Milán o las producciones en Hollywood: personalidades como Angelina Jolie, Beyoncé, Sofía Vergara, Lady Gaga, Jane Fonda o Scarlett Johanson, entre otras, han escogido estas piedras para lucirse.

Esto ha llamado la atención de nuevos inversionistas, que han puesto sus ojos en una industria que año a año busca aumentar las exportaciones, el empleo, la formalización y el desarrollo de comunidades alrededor de las zonas en donde opera. Sandra Sandoval, viceministra de Minas, resume a Forbes que estas piedras, de hecho, se han convertido en un símbolo de Colombia ante el mundo.
“El sector de las esmeraldas es uno de los subsectores insignia dentro de la actividad minera en Colombia”, dice Sandoval. “Desde el Gobierno hemos hecho una labor importante en cuanto a promoción de nuestras esmeraldas, a través ruedas de negocios, espacios para presentar el potencial y calidad, y buscar nuevos negocios de cara a la reactivación económica”.
“Es un sector que tiene un gran potencial para seguir creciendo. Las esmeraldas colombianas son reconocidas como las mejores en el mundo y se está trabajando para fortalecer dicho reconocimiento en los mercados internacionales”.
Juan Camilo Nariño, Presidente de la ACM.
Tierra de oportunidades
Lo que antes era una región azotada por la ilegalidad, la pobreza y la guerra entre grupos armados, se ha convertido en una tierra de oportunidades gracias a las nuevas vocaciones del territorio y el impulso de la formalización. En Boyacá y Cundinamarca, zonas como Chivor, Gachalá, Macanal, Muzo, Coscuez y Peñas Blancas, entre otras, se han cubierto con el manto de la legalidad, de la mano de los nuevos procesos de tecnificación que han llegado al territorio para el desarrollo del negocio esmeraldero.
Tras la muerte de quien fuese el ‘zar de las esmeraldas’, Víctor Carranza, cuyo nombre apareció en un listado de Forbes en 1992 al sobrepasar la barrera de los US$1.000 millones de fortuna, son varias empresas que se han asentado en el territorio para conquistar el mundo desde Colombia. Una de ellas es Minería Texas Colombia (MTC), que llegó al país hace 12 años a raíz de un acuerdo de adquisición que logró con Carranza.
Desde entonces, la multinacional, con sede principal en Estados Unidos, ha catalizado esfuerzos con los entes locales para aumentar su producción en el país y ampliar nuevos mercados. Así lo cuenta Charles Burgess, fundador y presidente de MTC, quien advierte que los esfuerzos han estado enfocados en desarrollar proyectos sostenibles que permitan aumentar los empleos en la zona de influencia y potenciar el mercado.
Desde su llegada a Colombia, se estima que MTC ha invertido más de US$500 millones en la mina de Puerto Arturo, una de las más grandes del país. La firma ha desplegado su operación en otras divisiones de negocio, abarcando toda la cadena desde la producción y extracción de gemas de alta calidad hasta la transformación, talla y venta en las principales joyerías a nivel internacional.
“Hay compradores en todo el mundo. La demanda de las esmeraldas es global y es difícil decir quiénes son los mayores compradores. Nosotros tenemos puntos de venta en Nueva York y Ginebra, pero también tenemos compradores de todas partes del mundo”, destaca Burgess a Forbes. “Antes de nuestra llegada la operación era artesanal, pero hemos logrado cambiar eso en los últimos años”.

A pocos kilómetros de la operación de MTC también se ubica Fura Gems, una organización con operaciones en Mozambique y Australia que se dedica al negocio de las piedras preciosas. En 2018, aterrizaron en el país y desde entonces han invertido US$2,2 millones en proyectos sociales para dinamizar procesos productivos, así como garantizar bienestar a su fuerza laboral.
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Dev Shetty, CEO de Fura, sostiene que buscan crear comunidad alrededor de toda la operación, por lo que han construido una mina de 200.000 toneladas de capacidad mineral, que esperan aumentarla a 400.000 en los próximos años. Para tal objetivo, ya se tienen planeados US$100 millones de inversión.
Aunque en los últimos 40 años la industria esmeraldera estuvo marcada por la informalidad y los escenarios de violencia, las empresas destacan que han logrado impulsar la formalización, incluso mejorando la base salarial de los trabajadores, así como el bienestar de sus familias.
“El ingreso de empresas como Minería Texas que ha invertido en la tecnificación de los procesos se debe destacar”, comenta Juan Camilo Nariño, presidente de la Asociación Colombiana de Minería (ACM).
“Puntualmente, claro, por su enfoque en la sostenibilidad, la formalización de empleos, la implementación de normas en salud y de seguridad en el trabajo; las inversiones en temas de responsabilidad social y ambiental, que son clave para las comunidades de esta zona del país”.
Gracias al desarrollo del negocio, las nuevas inversiones y la apertura de nuevos mercados, datos del Ministerio de Minas y Energía muestran que la producción en los últimos años se ha recuperado, pasando a los más de 2 millones de quilates anuales. En 2020, incluso, el sector representó el 15% de la producción de minerales no metálicos y alrededor del 2,4% del PIB minero. Al 31 de noviembre del 2021, por ejemplo, la Agencia Nacional de Minería (ANM) registró 1.038 títulos mineros vigentes para este mineral en el territorio nacional y 486 solicitudes en trámite.
Las empresas y el gobierno ven una ventana de oportunidades para seguir creciendo y brillar en el mundo. Según la viceministra, ya se construyó la Agenda Esmeralda, cuyo propósito incluye mejorar la competitividad, el fortalecimiento institucional y la posición que tiene Colombia en esta industria.
Brilla en el mundo
Actualmente, poco más de 90% del mercado va al exterior, mientras el 10% se queda en Colombia. Gran parte de lo que se distribuye en el país llega al centro de Bogotá, en donde se encuentran los principales comisionistas, como se les conoce a quienes venden la piedra.
La valoración de cada una de las gemas se da en función de su color, pureza, talla y tamaño. El precio varía dependiendo si es una esmeralda en bruto o en joya y de acuerdo con la oferta y la demanda. Cuenta Galvis, de la Asociación Colombiana de Exportadores de Esmeraldas, que el valor puede ser 30% a 400% superior desde que sale de la mina hasta que ocupa una vitrina en Hong Kong. La razón: los compradores internacionales aprecian el pulido, el tallado y la calidad que pueda tener una joya colombiana.
En términos prácticos, un dije pequeño puede estar avaluado entre US$2.000 o US$4.000 en Colombia. Sin embargo, ese mismo objeto puede llegar a costar hasta US$20.000 en una joyería de Asia. Según explica Galvis, esto aviva el potencial de un millonario negocio que año a año se perfila para entregarle más divisas al país.

“Es un sector que tiene un gran potencial para seguir creciendo. Las esmeraldas colombianas son reconocidas como las mejores en el mundo y se está trabajando para fortalecer dicho reconocimiento en los mercados internacionales, partiendo de un gran diferencial que tiene el país y es el avance hacia prácticas más sostenibles”, complementa Nariño.
Colombia ya consolida los mercados existentes, pero brilla en unos nuevos en los que se abre paso. El próximo foco de exportación se encuentra en el Medio Oriente, pues en los últimos años se han logrado capacidades logísticas que permiten abrir esos destinos, según explican los gremios.
Por ahora se sabe que ya hay conversaciones con inversionistas extranjeros para que las joyerías de Dubái se inunden de esmeraldas ‘made in Colombia’. A la final, es una industria que sigue poniendo en alto el nombre del país por su brillo y exclusividad.