Absuelto por los delitos de corrupción y lavado de activos, Germán Efromovich ha entrado en nuevos negocios y ahora vuelve a la industria aérea con su apuesta Aeroitalia. El empresario colombo-boliviano cuenta a Forbes detalles de su vida, su faceta de ‘Youtuber’ y cómo está renaciendo con el Grupo Synergy, su holding de inversiones.
Es mediodía del 23 de septiembre de 2021 y Germán Efromovich entra a un salón repleto de periodistas, camarógrafos y sonidistas. Sube a la tarima, saluda a los asistentes y sin mayor problema se quita el tapabocas. Es la primera vez que el empresario da unas declaraciones oficiales en Colombia al ser absuelto por los delitos de corrupción y lavado de activos en Brasil.
“Apenas me dejaron volar, me devolvieron los pasaportes y me devolví”, dice Efromovich – con euforia – al cruzar un par de palabras con la audiencia. Se trata de un viaje express del ingeniero, a quien un juez del Juzgado Federal de Brasilia le acaba de determinar que los indicios por los que son acusados su hermano y él no tienen “justa causa”.
Efromovich vuelve a Colombia ligero, tranquilo, con un montón de aprendizajes y las ganas de pasar la página. Ya es un viejo conocido en el país, pero ahora está dispuesto a comenzar de nuevo. A renacer entre las cenizas. Y así lo ha hecho, al parecer, en los últimos ocho meses desde ese día en el Hotel Movich, de la Calle 26, en Bogotá, en el que anunció que seguiría buscando nuevas oportunidades.
Con 72 años, el empresario colombo-boliviano ha regresado a la escena aeronáutica ahora de la mano de Marc Bourgade, un exbanquero de inversión francés basado en Emiratos Árabes y Gaetano Intrieri, un italiano graduado de Harvard que será el CEO de Aeroitalia, una compañía que acaba de empezar operaciones en el país europeo y con la que se busca irrumpir el negocio con lo que Efromovich llama “low cask”.
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“Yo he dicho muchas veces que yo no creo en esa palabra de “low cost”, porque el “cost”, son costos. El nombre correcto ahí sería “low sales price”, no “low cost”, explica a Forbes el ejecutivo desde unas oficinas en Londres. “Se debe hablar de eficiencias de la compañía y un mejor costo por kilómetro para que ahí si uno pueda vender los tiquetes de manera competitiva frente a cualquier otra aerolínea”.
Aeroitalia es su nueva aerolínea y no tiene ninguna “relación ni vínculo”, tal y como lo dice Efromovich, con la extinta Alitalia, que fue subsidiada con dinero público del estado italiano, pero dejó de operar al acumular millonarias pérdidas. Es la apuesta de unos veteranos que conocen de aviación, costos y estrategia comercial, en la que el rol del empresario será fungir como presidente no ejecutivo sin ningún tipo de restricción laboral.
“Tuvimos la felicidad de conseguir nuevamente el ‘dream team’ de la aviación. Hemos conseguido en cuatro meses y una semana ya estar volando con pasajeros, con las licencias y con los permisos de las autoridades italianas”, explica.
Basada en Roma y con dos aviones Boeing 737 para vuelos chárter, a los que se prevé sumar seis más en los próximos meses, Aeroitalia ya prendió motores para atender el verano europeo. Tiene casi 5.000 horas de vuelo contratadas para las próximas semanas y están trabajando para ultimar detalles del software, con el que se conectarán a todos los sistemas de reservas. Se prevé que a partir de noviembre empezarán a vender tiquetes regulares a todo Europa, África y Medio Oriente.
En el nuevo plan de vuelo de Efromovich también aparece el continente americano como un destino clave en el crecimiento de Aeroitalia. En este momento, cuenta, está preparando los planos de vuelo para rutas internacionales con aviones widebody, con el fin de que en julio de 2023 puedan estar volando a Argentina, Brasil, Colombia, México y Estados Unidos. “Empezamos con más de 40 tripulaciones y la estrategia nos debe llevar a alcanzar los 2.500 o 3.000 colaboradores”, destaca.
Fiel a su estilo de reestructurador, su nueva apuesta parte de las oportunidades que hay en el sector aéreo tras la pandemia. Quienes lo conocen y han trabajado con él resaltan que es un hombre disciplinado, astuto y con gran olfato para encontrar buenas oportunidades de negocio. De ahí que Bougarde lo haya escogido para ser una pieza fundamental de esta empresa, por lo que se busca replicar lo que algún día hizo con Avianca: comprar una empresa en quiebra, olvidada y convertirla en una de las más grandes de la región.
Los huevos de Germán
Pero para hablar sobre Avianca, uno de los grandes episodios en su vida, es mejor empezar desde el principio: desde las raíces o, incluso, desde los huevos. Nacido en Bolivia, Efromovich es hijo de dos migrantes judíos polacos que llegaron a Sudamérica a mediados del Siglo XX tras escapar de la Segunda Guerra Mundial. Sus recuerdos más profundos se remontan a Arika, en Chile, donde creció y vivió parte de su infancia y adolescencia.
Aunque su tenacidad lo llevó a construir un imperio a través de los años, lo cierto es que su primera casa fue un contenedor de 24 pies, en el que su cama era un baúl con un pedazo de espuma como colchón. Recuerda que a los 10 años tuvo su primer trabajo en un puerto de importaciones que manejaba su padre y con el primer salario se compró su primer carro: un match box -al estilo Hot Wheels- que representa las 24 horas de Le Mans, la famosa carrera de vehículos.
Su primera empresa la tuvo a los 16 años, cuando sus compañeros de escuela aún se preocupaban por los juegos de la época. “Era una empresa de codornices, producía huevos de codorniz, exportaba y vendía a los supermercados”, dice con gracia Efromovich. En 1964, se mudó junto a su familia a Brasil, donde empezó a estudiar ingeniería mecánica. Montó una academia en la que daba clases y años más tarde se graduó.
Su primer vehículo oficial lo compró en 1969 y fue un Volkswagen Beattle del 65 por el que pagó 600 cruzeiros, antigua moneda del país. Lejos de emprender un nuevo negocio, optó por buscar trabajo, se casó en 1975 y entró a ser parte de una empresa mundial de inspección. No obstante, un año más tarde, renunció, convencido que quería montar empresa.
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“Mi liquidación fueron unos 338 dólares de la época y decidí empezar una empresa”, detalla el empresario. Para los años siguientes su nombre empezó a relucir entre la industria petrolera de ese país, abriéndose paso en nuevos negocios y consolidando de entrada una carrera prometedora en esta industria. De hecho, fue en ese momento en el que, junto a su hermano, decidió empezar el Grupo Synergy, una empresa de inspección petrolera que operaba como fiducia. Una de las anécdotas es que un día les pagaron una cuenta con un avión, que años después les serviría para comenzar Ocean Air, lo que algún día se conoció como Avianca Brasil.
Efromovich aterrizó en Colombia por primera vez en la segunda mitad de los años 90’, en pleno auge del narcotráfico, con un país repleto de guerrilla y una incapacidad estatal para garantizar la seguridad jurídica y operativa de los proyectos. “Nosotros llegamos a finales del 98 y comienzos del 99 llegamos por Metapetroleum”, que años después se convertiría en lo que algún día se conoció como Pacífic Rubiales.
En su avanzada por conquistar Colombia y abrirse paso en los Llanos Orientales, un día le ofrecieron Avianca, pese a que hasta ese momento tan solo tenía cuatro aviones en Brasil. No conocía el sector aéreo a profundidad, pero su visión de negocio lo llevó a entrar en lo que ese momento era una aerolínea quebrada, con graves problemas financieros y a punto de salir del Capitulo 11, tal y como sucedió el año pasado.
“Era la compañía más antigua y era un símbolo de Colombia. No sabía si nosotros teníamos la condición, pero insistieron y pues miramos la oferta”, cuenta Efromovich. El Grupo Santo Domingo, para entonces liderado por Julio Mario Santo Domingo, concretó el negocio con el empresario colombo-boliviano, pese a que en la ecuación fueron clave las negociaciones que se hicieron con el entonces presidente de la Federación Nacional de Cafeteros, Gabriel Silva, institución que también tenía participación accionaria en la aerolínea.
Si bien para ese momento Avianca atravesaba a una de las peores turbulencias en su historia, el acuerdo se logró y se pactó en Houston en lo que literalmente se llamó un “negocio de servilleta”. Silva y Efromovich escribieron en papel algunos detalles del acuerdo, para luego ser entregado a los abogados, quienes definieron la adquisición.
Efromovich compró Avianca por US$64 millones en 2004 y puso como CEO al hoy presidente de Decameron, Fabio Villegas. Desde entonces, el empresario sumó algunas participaciones estratégicas en la industria aérea regional, e incluso utilizó un acuerdo de marca para rebautizar Ocean Air, como Avianca Brasil. Todas estas movidas le resultaron, llevando a la aerolínea a consolidar años gloriosos con una salida a la Bolsa de Valores de Colombia y una OPI en Wall Street.

En las altas esferas empresariales Efromovich fue tildado como un experto en reestructurar problemas y salvar empresas. Algunos medios lo llamaron “mago” y otros “un milagro”. Lo cierto es que su audaz manera de operar lo llevó a alcanzar la nacionalidad colombiana.
Esto, incluso, llamó la atención del multimillonario Roberto Kriete, que, en 2009, junto a Efromovich, hizo pública su intención de fusionar Avianca y Taca. Dicha alianza empezó ese año, pese a que 10 años más tarde terminaría en un pleito que se escalaría hasta Nueva York, con abogados de por medio y una Avianca que se sumía en una difícil situación financiera.
Por variables como la devaluación, el ascenso de las ‘low cost’, algunos créditos incumplidos y el paro de pilotos del 2017, Efromovich no logró maniobrar la última turbulencia de la empresa y en 2019, tras un acuerdo de cobertura por un préstamo a la estadounidense United Airlines, entregó la administración de la aerolínea al socio minoritario Kingsland, de propiedad de la familia Kriete.
En plena pandemia, Efromovich se retiró de la empresa y nadie volvió a saber de él. No obstante, su nombre volvió a la luz pública cuando a finales del 2020 se ordenó en Brasil su detención y la de su hermano, acusados de pagar millonarios sobornos para obtener contratos en la empresa Transpetro, una subsidiaria de la petrolera Petrobras.
Algunas deudas del pasado, los señalamientos de la justicia y una serie de episodios ajenos lo llevaron a desinvertir en activos estratégicos que tenía en Colombia en los que se encuentra la cadena hotelera Movich. “Obviamente por los problemas de orden económico tuve que desinvertir, pero la gente me mantiene en la gestión y en las juntas. El grupo hotelero hizo un trabajo muy bueno y sobrevivió en la pandemia, entonces me siento complacido de seguir unido con ellos”, dice.
Los nuevos proyectos
Como si tuviera 16 años cuando empezó a vender huevos o 54 cuando tomó las riendas de Avianca, Efromovich parece no rendirse y ahora va tras la consolidación de nuevos proyectos y negocios. Ya no solo pasa su tiempo en reuniones y juntas directivas, sino también se toma algunos espacios libres para hacer videos a través de YouTube, dando lecciones empresariales y contando algunos detalles de su vida.
Estoy intentando trasmitir mi experiencia y dejando un grano de arena”, cuenta.
Su foco se mantiene en sacar adelante Aeroitalia, tal y como lo hizo con Avianca en 2004. A la par de este proyecto, el ingeniero, que tiene una red de contactos alrededor del mundo, también trabaja en la reestructuración de Avian Líneas Aéreas, una aerolínea argentina que acaba de ser comprada por su amigo Bourgade para ser reestructurarla y ponerla de nuevo a volar.
“Se compró la empresa y está en recuperación judicial. Estoy ayudando al señor Bourgade, quien tiene intenciones de ponerla a volar de nuevo. Es decir que a mitad de año podría empezar a volar esa aerolínea reestructurada”, añade Efromovich.
A estos ambiciosos proyectos aéreos se suma su inversión en Helicol, una empresa operadora de helicópteros que hace parte del grupo Synergy. Hoy la compañía pasa por unos retos estructurales ante los ajustes de la industria, por lo que el empresario confía que en los próximos meses esté a tono para seguir consolidando este modelo de negocio en el país.

En medio de estos nuevos negocios y la oportunidad de volver a aterrizar en Suramérica desde Italia, el ingeniero no descarta contar toda su historia en un libro. “Estamos pensando en eso y quién sabe si en los próximos dos años lo logremos”, dice con una sonrisa en su rostro. “Tengo 72 años y si el señor me da 10 años más de salud, quiero devolver todo lo que he tenido y lo que he aprendido. Son muchas experiencias de una vida que me gustaría transmitir”.
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