Se hace cada vez más necesario multiplicar las diferentes acciones que apuntan al cierre de brechas de género, incentivando el empoderamiento de la mujer a través de la educación, la cual, desde los primeros años, es un factor determinante de cambio.
Por María Clara Rangel Galvis*
La desigualdad de género es una problemática global en la que diversos sectores han venido trabajando para encontrar una mayor equidad entre hombres y mujeres. A pesar de los esfuerzos que se han realizado, la pandemia generó un retroceso en la participación femenina en el mercado laboral: Latinoamérica retrocedió 18 años en 2020 en este aspecto y se estima que la cifra llegó al 50% en 2021, lo que indica que 1 de cada 2 mujeres, continúa sin empleo, de acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Cada día más líderes y organizaciones se unen para eliminar las limitaciones que nos imponen las sociedades. En Colombia tenemos mujeres que se han destacado en diferentes campos y que dirigen organizaciones muy importantes para el desarrollo del país y el cuidado de sus habitantes.
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Sin embargo, se hace cada vez más necesario multiplicar las diferentes acciones que apuntan al cierre de brechas de género, incentivando el empoderamiento de la mujer a través de la educación, la cual, desde los primeros años, es un factor determinante de cambio. La Agenda Mundial de Educación 2030 reconoce que la igualdad de género requiere un enfoque que garantice no solo que las niñas y los niños, las mujeres y los hombres obtengan acceso a los distintos niveles de enseñanza y los cursen con éxito, sino que adquieran las mismas competencias en la educación y mediante ella.
En las instituciones de educación superior hemos avanzado en el número de mujeres que ingresan a las universidades. Sin embargo, sigue existiendo una mayor deserción de estas frente a los hombres, por diferentes factores como el socioeconómico, su rol dentro de los hogares, aspectos culturales o al quedar embarazadas. Así mismo, en cuanto a presencia en cargos de liderazgo, cada vez tenemos mayor participación femenina, pero todavía existe una preferencia por perfiles masculinos en este tipo de roles.
El sector educativo tiene la responsabilidad de formar a las estudiantes y fortalecerlas en temas de liderazgo y empoderamiento y aunque las instituciones de educación superior del país caminamos hacia este fin, aún falta camino por recorrer y para esto es indispensable vencer los estereotipos que desaniman a las mujeres a participar en sectores y escenarios de la sociedad en donde aún predomina la figura masculina.
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Es así, como desde la academia, tenemos el compromiso de seguir construyendo, paso a paso una generación de mujeres líderes, con talentos potencializados, grandes capacidades y empuje colectivo para participar y liderar exitosamente nuestra sociedad, para así lograr la igualdad sustantiva de las mujeres en América Latina.
Así mismo, las compañías también tienen un rol significativo en este aspecto y por eso es clave que que reconozcan las capacidades que tienen las mujeres, para asumir el liderazgo en las empresas y promover su formación y capacitación para escalar en su desarrollo profesional.
Somos hombres y mujeres los que tenemos la responsabilidad de responder por nuestro país y por promover un sector empresarial con mayor igualdad de género, por lo que necesitamos tener más plataformas para que el papel de la mujer tenga mayor reconocimiento. Para esto es clave la articulación de diferentes sectores e instituciones, que permita aunar esfuerzos y de esta manera transformar la sociedad y generar espacios de participación más equitativos.
*La autora es rectora de la Universidad del Bosque.
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