Con una inflación que da buenas señales, el fantasma de la recesión económica ha vuelto a aparecer. a eso hay que sumarle la incertidumbre por la guerra entre Rusia y Ucrania. Todo ha puesto a los países emergentes contra las cuerdas. Esto es lo que se viene para América Latina y Colombia.

Por: María Camila González Olarte y Sebastián Montes

Si comparamos a la economía mundial con un paciente en recuperación, el rezago del Covid-19 ya no parece ser un problema; ahora hay otros males: dificultades en las cadenas de suministro, escasez de productos, alza de precios generalizada y una guerra entre Rusia y Ucrania. Y aunque ese paciente enfermo pudo solucionar lo urgente, los medicamentos utilizados para detener la inflación amenazan con dejar al mundo entero en recesión debido a una subida de tasas de los principales bancos centrales del mundo para enfriar a la economía. 

Esa subida de tasas, según se ha leído en algunos titulares de prensa, puede traer la temida estanflación, que es cuando la inflación no cede, sube el desempleo y la economía se estanca. 

¿Estamos atravesando una estanflación? En conversación con Forbes, Mathias Cormann, secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), explicó que, aunque se ven algunas similitudes con la experiencia que tuvo el mundo en 1970, todavía no se puede utilizar ese término, pues a su juicio no define lo que se está viendo en la economía global.

“Esencialmente, muchos países han tenido un crecimiento fuerte en el último año, y a pesar de que tenemos niveles elevados de inflación, que esperamos se mantengan por un periodo largo de tiempo, también esperamos que reduzca su impacto y empiece a ceder hacia finales de 2023. Esto a medida que bajen los precios de los commodities y en lo que las políticas monetarias surten efecto”, dice Cormann. 

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Con respecto a las subidas de tasas de interés del Banco Central Europeo y la Reserva Federal de Estados Unidos, el directivo de la Ocde apunta que estas entidades van en línea con lo que habían manifestado previamente: la voluntad de tomar decisiones para controlar la inflación.

Asimismo, Mario Cimoli, secretario ejecutivo interino de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), apunta que si las rivalidades prevalecen por sobre la necesidad de la cooperación para mantener la economía global abierta y hacer frente a problemas como el cambio climático, “entonces hay mayores riesgos para el crecimiento futuro”. Reshoring, friend-shoring, near-shoring son términos que sugieren un predominio de la mirada desde la seguridad por sobre el punto de vista del comercio, lo que aumenta la incertidumbre. 

La pregunta que tiene a los mercados con mayor sensibilidad y más volatilidad, es qué tanto le va a pegar esta nueva enfermedad a Latinoamérica. 

En lo que coinciden los expertos y las principales autoridades económicas que estudian la temperatura de la economía mundial es que, pese a la incertidumbre actual, las cifras muestran que la recuperación vista en 2021 y proyectada para este año en América Latina podría ayudar a mitigar el golpe que se prevé para el 2023, siempre y cuando se tomen medidas que cuiden los bolsillos de los ciudadanos, contengan la deuda e impulsen la inversión. 

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Una muestra de eso es que la Ocde, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) rebajaron sus estimaciones para el 2023 por el coletazo de la guerra entre Rusia y Ucrania, pero las perspectivas para América Latina en 2022 todavía muestran buenas cifras de recuperación.  

El FMI, que tiene la cifra más alta entre las tres organizaciones ya mencionadas, apunta a que el crecimiento mundial se desacelerará a 3,2% en 2022 y 2,9% en 2023, de acuerdo a su informe de proyecciones más reciente, publicado el pasado 26 de julio.

En cuanto a la Ocde, su último reporte destaca que la economía mundial se desacelerará hasta situarse en torno al 3% este año y en el 2,8% en 2023. El Banco Mundial destacó que los efectos secundarios de la invasión de Rusia a Ucrania están aumentando el ritmo de la desaceleración del crecimiento global, que ahora se prevé que se reduzca al 2,9% en 2022 y a 3% para 2023.

En cuanto a América Latina, cabe destacar que el economista jefe del Banco Mundial para la región, William Maloney, le dijo a Forbes que las previsiones de la institución para 2022 y 2023, publicadas en junio, rebajaron sus estimaciones para el crecimiento de América Latina y el Caribe al 2,5% y al 1,9%, respectivamente, como consecuencia de la guerra en Ucrania y de la restricción de la liquidez mundial. 

Mientras que el FMI proyecta los números más altos con 3% para 2022 y 2% para 2023, la Cepal tiene perspectivas mucho menores que apuntan a un crecimiento de apenas 1,8% para 2022, debido a factores como una mayor inflación y una lenta recuperación del empleo. Dicho escenario se agudiza por el conflicto de Ucrania, que agrava los problemas inflacionarios y la volatilidad, elevando los costos financieros.

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De acuerdo con Ilan Goldfajn, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, incluso antes de la guerra, la recuperación de la región de esta pandemia que ha debilitado el crecimiento ya estaba perdiendo ímpetu. No obstante, agrega que “el cambiante panorama mundial también presenta nuevas oportunidades para la región, entre ellas la de posicionarse como solución a los retos mundiales, como fuente fiable de alimentos y energía verde.”.

Eso se traduce en que, si bien las cifras de recuperación de la economía pusieron a los países de América Latina, en especial Colombia, como ejemplo, la sostenibilidad de ese crecimiento dependerá en gran medida de las políticas que implementen los países para adaptarse a la nueva realidad. 

Ese nuevo escenario debería incluir la atención a aquellos que son más vulnerables a momentos de recesión. Como apunta Goldfajn, hay que prestar atención al efecto que tiene la inflación en los más vulnerables. 

“La región debe abordar las cuestiones fiscales de forma inclusiva, protegiendo a los más vulnerables y respondiendo a las demandas de igualdad y equidad en varias dimensiones. La sostenibilidad económica y social deben abordarse simultáneamente”, dijo Goldfajn a Forbes. 

Para entender ese efecto en los hogares más pobres, cabe recordar que la proporción de ingresos que gastan los hogares en condición de pobreza y vulnerabilidad es muchísimo mayor en el grupo de alimentos, que son los productos que más han tenido un incremento en lo corrido de este año debido a la escasez que ha habido de insumos agropecuarios y fertilizantes, por nombrar algunos de los motivos. 

¿Y cómo va Colombia? 

Con esa foto más borrosa para los países de América Latina, Colombia aparece como un paciente estrella en el pabellón de enfermos. 

En lo que coinciden las organizaciones financieras consultadas por Forbes es que Colombia tendrá uno de los mayores crecimientos económicos de la región, a pesar de que las proyecciones sean diferentes según la institución. En el caso de la Cepal, el país será el mejor de América Latina con un crecimiento de 4,8%, aunque dicho número es el más bajo frente a las otras tres entidades multilaterales. 

Por su parte, el Banco Mundial proyecta un aumento de 5,8% para 2022. Incluso, ubica a Colombia como la segunda economía de mayor crecimiento en la región después de Panamá; para este país, la institución prevé un crecimiento de 6,3%.

Sin embargo, las proyecciones más elevadas para Colombia están en el FMI y la Ocde, que le otorgan un estimado de 6,3% y 6,1% para este año, respectivamente. Para ambas instituciones, el consumo privado es el principal motor de una recuperación “sólida y dinámica”, alimentada por un repunte gradual del empleo. Al mismo tiempo, la fortaleza de los precios de las materias primas ha mejorado los términos de intercambio y está apoyando los resultados fiscales, en un contexto de demanda externa creciente.

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Con esa foto para Colombia, Anwar Rodríguez, vicepresidente del centro de estudios de la Asociación de Instituciones Financieras (Anif), advierte que el país podría ser vulnerable a una recesión mundial por tres caminos. 

Lo primero tendría que ver con los canales de endeudamiento: con una subida de la tasa de cambio, el crédito puede salir más costoso y mayores restricciones de liquidez para mercados emergentes como el colombiano. 

“Lo segundo es que el refugio de los inversionistas en monedas como el dólar tendrá un efecto importante en las monedas de los principales países emergentes, incluido Colombia. Eso hace a los colombianos más pobres en términos relativos con las otras naciones”, dice el directivo de Anif. 

La tercera vía tiene que ver con el déficit comercial de Colombia. “Con eso, se ha ido acumulando un déficit no solo en la balanza comercial, sino en toda la cuenta corriente. Hoy ese déficit se está financiando por la entrada de inversión extranjera directa, con la entrada de remesas y otro flujo de capitales que, en un escenario de recesión, puede fragmentarse ese camino y podría generar una situación bastante más compleja”, agrega. 

La hoja de ruta

Las políticas que tomen los países para enfrentar la enfermedad pueden ayudar a que el resultado final no sea tan desalentador. 

Para Cormann, “lo que necesitamos asegurar en medio de estos desafíos estructurales es la necesidad de optimizar las estrategias, para que no sea tan complicado cumplir con los objetivos de mediano y largo plazo”. 

Eso quiere decir que será crucial que los países trabajen, mientras tanto, en una agenda que incluya el aumento del nivel educativo, la mejora de la infraestructura, el aumento de la competitividad de las empresas,  la integración más profunda en el sistema económico mundial, el desarrollo de ecosistemas de innovación y emprendimiento más articulados y el aumento de la eficiencia del gobierno, como recomienda Maloney. 

Para el caso de Colombia, el vicepresidente de Anif señala que debería seguir avanzando en la estabilidad fiscal. “Por eso es tan importante ajustar las finanzas públicas. Pese a que las cifras de recaudo han sido mejores de lo esperado, creemos que es fundamental la reforma tributaria para seguir por el camino de la estabilización fiscal y dar esas señales de que Colombia es un país que va en línea con sus compromisos y, en últimas, debe generar mayores ingresos para financiar los gastos que tengamos en la actualidad, sin contar los desembolsos adicionales que podría traer el nuevo plan de Gobierno”. 

Como pasó con la llegada del Covid-19, la intensidad de un coletazo por la recesión dependerá de qué tan efectivas sean las ‘vacunas económicas’. 

#NuestraRevista | Este es un artículo publicado en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de agosto.  Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese aquí para suscribirse.