Los negocios del cine y la televisión se cerraban entre hombres en bares, CMO Producciones, fundada por dos mujeres, cambió esto y un par de cosas más en el sector audiovisual del país
“Mujeres haciendo grandes historias en un mundo de hombres”, así describe Ana Piñeres lo que ella y Clara María Ochoa han hecho desde hace 22 años en CMO Producciones. Probablemente como muchas mujeres que han incursionado en industrias históricamente dominadas por hombres, lo único que pueden hacer es ser las mejores en lo que hacen.
Pero es algo que no le resulta extraño a Ana. Criada por sus abuelos en Ocaña, Norte de Santander, Ana y no Anita, como se denomina en sus redes sociales, creció entre la primera emisora del municipio y la tienda de vinilos, pero cuando alcanzó la edad suficiente tuvo que salir de casa en busca de estudio en la capital. Desde ese momento se convirtió en la responsable de su alimentación, sustento y deuda con el Icetex; su única garantía de pago: la calidad de su trabajo.
No fue extraño cuando llegó a la Dirección de Cinematografía del recién creado Ministerio de Cultura hace 23 años. Pero Ana ya se había demostrado a sí misma que estaba hecha para cosas grandes, así que le dio rienda suelta a su sueño y fundó, al lado de Clara María, CMO Producciones.
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Empezaron por el cine, ese era el sueño, pero con el paso del tiempo se dieron cuenta que las series se imponían en Estados Unidos. Así que incursionaron con este formato en Colombia: no eran novelas, eran producciones con historias reales, en formato HD, con equipo técnico de cine y una calidad nunca antes vista en la pantalla chica del país.
Ya estaban rompiendo esquemas y sentando un precedente en la industria, pero algo faltaba. A Ana no la dejaba dormir el hecho de que los niños el 31 de octubre quisieran disfrazarse de narcos o capos, la industria audiovisual colombiana se volcó hacia la narconovela y el villano de la historia real terminó siendo una especie de superhéroe en la ficción.
CMO Producciones decidió, como siempre, ir contra corriente y ser la voz de las víctimas. A esta decisión le siguieron producciones como ‘Correo de inocentes’, ‘La promesa’ y ‘La Niña’, todas reales, todas colombianas y todas desde el lado más humano de quienes han padecido la guerra en Colombia. También fueron las responsables de ‘Pálpito’, cuyo éxito fue el reconocimiento que le dieron los televidentes del mundo por la calidad del trabajo que llevan años haciendo.
Hoy Ana suma a sus logros la fundación de la Academia Colombiana de Artes y Ciencias Cinematográficas, de la Asociación Colombiana de Productores de Cine Independiente y la presidencia de la Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales. Todos los días madruga a trabajar para seguir contando historias colombianas, que creen sello país en el mundo y por no dejar que la Colombia que compite a nivel internacional en el mundo audiovisual dé un paso atrás. Se declara así misma como un “soldado de la industria”.
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