Ana Veydó, líder de Cimarrón, desafía el joropo tradicional en la Gira Mundial del Joropo 2023 con su más reciente Álbum 'La Recia'.
En el mundo del joropo llanero, Ana Veydó se erige como una fuerza imparable, desafiando los convencionalismos de un género tradicionalmente masculino y llevando el alma de la Orinoquía a escenarios de todo el mundo. En una entrevista con Forbes, Veydó contó sobre el camino labrado desde las raíces del grupo, la fama internacional y los frutos de la gira en Estados Unidos.
Con su voz recia y acompañada por un arpa, maracas, bandola, surdo y más, esta rebelde cofundadora y vocalista del Grupo Cimarrón ha conquistado más de 45 países en 23 años de carrera. Hoy, desde el escenario del Jefferson Center en Virginia, junto al icónico Nick Carter de Backstreet Boys, Ana Veydó lidera a Cimarrón en la Gira Mundial del Joropo 2023 en Estados Unidos, presentando su último álbum La Recia.
Desde muy niña, en el municipio de Otanche, en Boyacá, rodeada de ganado y de labores del campo, Ana Veydó sabía que el joropo era una música para hombres. Era un sonido lejano, solo podía escucharlo en la emisora mediante voces agresivas, y fueron sus hermanos mayores quienes le enseñaron a escuchar el joropo. Esto sembró su semilla en la música llanera de la mano del Grupo Cimarrón.
Veydó creció en una familia conservadora de 7 mujeres y 3 hombres. Mientras que ellas tenían prohibido socializar con quienes llegaban, a los hombres, en cambio, sí se les permitía. Cuando llegó a Bogotá, se encontró con que el joropo de verdad estaba en la región, en el Llano, y comienza a interesarse en los festivales. “Pero me encuentro con que no había espacios para las mujeres, por lo menos en las categorías que había, no”, dice Ana.
Desde el comienzo no tuvo más opción que sembrar la semilla del esfuerzo y la paciencia. Al principio tuvo que imitar a los hombres, lo que la llevó a ser la pionera en el recio femenino. Era su única oportunidad. El joropo parecía una arpa recta y con cuerdas cortas para las mujeres, quienes tenían un obstáculo tras otro para ingresar al género. Era la época en que sonaban nombres como Dumar Aljure, Luis Quinitiva, Aldrumas Monroy, Orlando Valderrama y Alfonso Niño.
“El canto siempre fue visto como un espacio alrededor de los hombres, de esa reafirmación de ser un hombre macho, de a caballo, de vivencias que solamente la tienen los hombres. Allí fue donde desarrollé mi carrera”, comenta Ana. Sin embargo, se dio cuenta de que solo tenía tres opciones: resaltar en los concursos, tener un repertorio o ser una cantante que tuviera otras destrezas que no fueran ser cantadora recia. “Todo eso me hizo abandonar por un tiempo el canto, sobre todo porque los únicos espacios, que eran los festivales en la capital, en Bogotá, era en los asaderos. Entonces empecé a estudiar historia y música”.
Los inicios de Cimarrón
Cuando pasaron algunos años, ya más decidida, retornó el joropo. En el año 2000, junto a Carlos “Cuco” Rojas, cofundó el Grupo Cimarrón, donde empezó a ver los nuevos retos internos de la banda. “[Al principio] fue un espacio que si bien yo era la única voz femenina, también era un espacio muy pequeño. Mi participación al comienzo fue discreta. Me ocupaba de otras cosas, pero también cantaba. Y sin querer se le daba más relevancia al trabajo de cada uno de los músicos o a la voz masculina”, dice. “Fue un espacio que de verdad fui ganando”.
Ana, quien habla con las palabras medidas, calculadas, a un ritmo lento y casi tímido de lo que puede verse en las tarimas, donde su voz zapatea el auditorio al compás de una banda donde es la única mujer, cuenta que en Cimarrón halló un camino para ella desde el interior. Todo su aporte escénico lo prefería comentar como una idea del director, para que no fuera mal vista, para que fuera aceptada. No había otra manera. A pesar de cofundar la banda, si las ideas no “venían” de Carlos, era difícil, pero poco a poco las semillas fueron dando frutos.
En el siglo pasado, «cimarrón», que era una palabra común en el Llano, hacía referencia al ganado domesticado que después regresaba al monte. Dice Ana que se conformaban inmensos rebaños y se convertía en un deporte cazar reses cimarrones. Era un nombre llanero desde la cepa, que incluso aludía a la misma rebeldía de los inicios de Ana en el joropo.
Uno de los primeros sueños de Cimarrón fue querer ser escuchados por promotores de grandes festivales. Cuando comenzaron a experimentar en la década de los 2000 con Womex, un proyecto internacional de apoyo a las músicas del mundo, la alianza les abrió las puertas al exterior. Fue en 2002 que se presentaron por primera vez en el Kennedy Center de Washington, en el festival Americartes.
En 2004, cuando se grabó el álbum Sí soy llanero, que fue nominado a Mejor Álbum del Mundo en los Grammy Anglo, el ritmo del joropo acababa cumplir su primer sueño. ”Creo que es el primer reconocimiento, el más importante que ha tenido el joropo para mí. Ninguna banda lo ha hecho. Para Colombia y Venezuela era la primera vez que se tenía un reconocimiento de esta talla”.
Un cambio en el espectáculo
Desde ahí, han pasado 20 años para el Grupo Cimarrón. Una de las anécdotas más conocidas de la banda llanera ha sido la colaboración en 2007, 2009, 2010 y 2020 con la arpista clásica galesa Catrin Finch, quien fue la arpista del Príncipe de Gales. Tanto fue el éxito que se dice que los llaneros han tocado más en Gales que en Colombia.
“Fue un proceso muy lento, lo que peleé y luché es lo que ha dado a la banda ahorita”. Hubo un cambio en lo escénico, en la indumentaria. “Fue mucho más evidente desde la partida de Carlos [en 2020]. No había otra opción, sino ya de frente decir ‘esto es una propuesta en la que definitivamente estoy al frente y los resultados buenos y malos son producto de lo que yo decida qué va o no va en Cimarrón’”.
La excelencia musical ha sido lo más fundamental, pero también el trabajo escénico y la indumentaria, para ampliar la imagen que se tiene de la Orinoquía en los festivales del mundo. “Estamos invitados casi como la única banda Latinoamericana, entonces creo que eso ha sido importante”, dice Ana.
Con nerviosismo admite que el joropo está abriendo el camino para la música de diferentes orígenes culturales. “Hay espacios donde jamás ha sonado la música latina, como el caso en el 2019 en el Teatro Nacional de Pekín”, resalta Ana. “Pensábamos que cómo el joropo podía llegar allí, si es un espacio destinado a la música clásica”. Y lo lograron, y no solo en China. El Grupo Cimarrón ha puesto a zapatear a más de 45 países, entre los que se incluye Inglaterra, Eslovenia, Países Bajos, Austria, China, Emiratos Árabes, Líbano, Croacia, Japón, Malasia, Marruecos y Argelia.
No hay joropo para el mundo
Ana Veydó no duda de lo bello del joropo, aunque considera que “no hay joropo para el mundo”. El sonido de la Orinoquía es un camino que apenas se está recorriendo para Colombia. En sus palabras, Cimarrón ha tenido la oportunidad de tocar en diferentes países que escuchan por primera vez el joropo, y que claro que han llevado el joropo al mundo, pero que es un camino nuevo para Colombia y el género en ese sentido. No hay una única forma de escuchar el joropo, ni un joropo determinado.
El público al que se presentan desconoce el joropo tradicional. “Nosotros hemos optado por más bien llegar a los escenarios y sobre todo a público que a veces no sabe el género que uno está interpretando”, asegura Veydó. Para ella, la magia de Cimarrón está en la multiplicidad y puesta en escena de indumentarias y ritmos alternativo: el público quiere ver el espectáculo independientemente de lo que traigan.
La fama de la banda ha trascendido fronteras. En 2004, Cimarrón recibió una nominación al Grammy Award al Mejor Álbum Tradicional por Sí soy llanero, y en 2019, fueron nominados a los Latin Grammy en la categoría de Mejor Álbum Folclórico con Orinoco.
Asimismo, cosecharon éxitos en los Independent Music Awards, llevándose el premio al Mejor Álbum Latino en 2012 con ¡Cimarrón! Joropo Music from the plains of Colombia, y en 2019, triunfaron en la categoría de Mejor Instrumental con Zumbajam. Finalmente, en 2020, fueron honrados con el premio Songlines Music Awards al Mejor Grupo por Orinoco.
En Colombia la banda ha colaborado con Juanes, Cabas, Carlos Vives, Aterciopelados, Fonseca y más, y no piensan detener el ritmo de la cuerda, ni el agite de las maracas. De hecho, Cimarrón va para largo en esa exploración de ritmos alternativos, como el llanero que se encanta por el ganado con patrones únicos, que lo reta con su fuerza y se resiste. Ese es el camino de Cimarrón, el del llanero de pura cepa.
Gira Mundial del Joropo 2023
Actualmente, la banda se encuentra en la Gira Mundial del Joropo 2023 en Estados Unidos con el espectáculo en vivo del más reciente álbum La Recia, calificado por medios como The Times y el Financial Times con cuatro estrellas por la innovación feminista del joropo.
La banda tocará en el Jefferson Center, Virginia; en el Stewart Theatre, North Carolina; en Kingsbury Hall, Utah, y en el Sharon Morse Performing Arts Center, Florida.
Esta gira representa un paso firme hacia la internacionalización de la música tradicional colombiana y latinoamericana en un mercado tan diverso como el estadounidense. “Estamos abriendo espacios nuevos para la música colombiana y latinoamericana en Estados Unidos, en escenarios que convocan a públicos no hispanohablantes para acercarse por primera vez a la diversidad de nuestra región a través de Cimarrón”, dice Ana.
La vida artística de Ana Veydó, con las semillas que sembró para dar fruto a su camino en el joropo, le han dado forma a un género que se renueva con cada espectáculo. El joropo ya no es lo que era, y no le interesa quedarse en los asaderos de Bogotá. El joropo es la fuerza de toda una cultura que nace en la Orinoquía, y que ahora con Cimarrón ha tenido un puesto en las músicas del mundo. Cada semilla que sigue y seguirá labrando, dará frutos por sí mismo en un género que no ha parado de innovar y explorar sus posibilidades culturales.