La ausencia de reglas de juego claras y la demora en la ejecución de los proyectos solares y eólicos configuran un coctel explosivo que podría llevar al país a un racionamiento en el mediano plazo.
En un reciente evento en Barranquilla, Jessica Smith, profesora de Colorado School of Mines, puso el dedo en la llaga en un tema que está en la agenda global, y que ha llevado a Alemania, en una medida desesperada, a reactivar sus plantas térmicas a base de carbón, luego de apagar las centrales nucleares y apostar todo a la generación del 80% de su energía a partir del viento, el agua, el sol y la biomasa en tan solo unos años.
“Las últimas transiciones energéticas ocurrieron cuando las empresas y las personas experimentaron con nuevas tecnologías y las adoptaron por conveniencia, economía, guerras y apetitos de las clases sociales emergentes, no por mandato, ni dirigidas por un plan preestablecido”, dijo la experta en la Cumbre del Carbón 2023.
Y es que para alcanzar los objetivos de cero emisiones netas con los que está comprometida la economía mundial, se requieren grandes cambios y paciencia. Pese a que el siglo XIX es conocido como ‘el siglo del carbón’, entonces todavía se utilizaban “la madera, el carbón vegetal y los residuos del carbón”, dice el experto Vaclav Smil, citado en un análisis del FMI. No fue sino hasta 1900 que el carbón cubrió la mitad de la demanda energética mundial.
El petróleo fue descubierto en Estados Unidos en 1859. Sin embargo, solo fue hasta la década de 1960, un siglo después, que reemplazó al carbón como principal fuente de energía mundial.
De hecho, como explica Tomás González, director del Centro Regional de Estudios de Energía, Cree, “vamos despacio en la transición a nivel mundial, pero no necesariamente porque hayamos sido perezosos sino porque es difícil y por las tensiones que genera el proceso en términos sociales y económicos”.
En Colombia, donde el presidente, Gustavo Petro, ha llegado a decir que el carbón y el petróleo -dos de las principales fuentes generadoras de divisas del país- son peores que la coca, e invitado al mundo a llevar a cero su demanda en el corto plazo, el debate de la transición energética está cada vez más polarizado e ideologizado. Tanto es así, que Andrés Camacho, ministro de Minas y Energía, ha atribuido el aumento de los precios de la energía a “la crisis del modelo neoliberal de los últimos 30 años”.
No habrá apagón, pero…
Con El Niño acechando, los gremios y expertos descartan el riesgo inminente de un apagón y creen que el país superará el fenómeno, pero sí advierten que habrá un déficit estructural de energía del 8% a partir de 2026-2027, equivalente a unos 1.200 megavatios.
“No vamos a tener apagón en el corto plazo. Tenemos los recursos de generación para enfrentar El Niño, aunque no podemos bajar la guardia”, explica Natalia Gutiérrez, presidente de la Asociación Colombiana de Generadores de Energía Eléctrica, Acolgen.

Pero, al igual que otros expertos del sector, Gutiérrez sí está preocupada por el mediano y largo plazo y por el interés de las autoridades de privilegiar unas tecnologías en particular (solar y eólica) en detrimento de las demás (térmicas e hídricas), lo cual puede poner en riesgo la confiabilidad del sistema.
Alexandra Hernández, presidente de la Asociación de Energías Renovables Colombia, SER Colombia, coincide con el diagnóstico de Smith y Gutiérrez y dice que es un error hablar de cerrar plantas y operaciones como lo ha dicho el gobierno, porque distrae al país del problema de fondo: la ampliación de la capacidad de generación para atender la creciente demanda de energía.
“Vamos a necesitar las termoeléctricas a gas, las hidráulicas y las renovables, todas van a tener que cumplir un rol, cada una con su atributo”, explica Hernández.
A pesar de su satanización, la presidente de SER Colombia dice que el país necesitará las carboeléctricas para ofrecer una confiabilidad las 24 horas de los 365 días del año y porque se complementan con las renovables que, a pesar de sus atributos de precios, tienen limitaciones desde el punto de vista de la confiabilidad.
Alejandro Castañeda, director de la Asociación Nacional de Empresas Generadoras – ANDEG- es más crudo en su diagnóstico y advierte que el gobierno se queda corto en el cómo y el cuándo se hará la transición. “Lanza ideas pero no sabe ni cómo lo quiere hacer, ni cuándo, ni cuál es la meta: si ser carbono neutros al 2050, como decía la administración Duque, o como nos dijo la ex ministra, Irene Vélez, en una reunión: tenemos que ser carbono cero, lo cual es imposible”.
Actualmente, el carbón representa el 10% de la matriz energética (unas 1.700 megas), pero sumando fuentes como el gas las térmicas generan unos 5.700 megavatios del total de casi 18.800 megavatios con que cuenta el país de capacidad instalada.
“El problema es cómo y cuándo reemplazar esos 5.700 megas térmicos. En un estudio que hizo a finales del año pasado, Fedesarrollo proyectó que eso le costaría al país $168 billones, es decir, 8 reformas tributarias como la que hizo el gobierno el año pasado”, explica el director de ANDEG.
Por ello, tanto Hernández como Castañeda dicen que el país no puede apostar solo a las renovables. Por ejemplo, si Colombia fuera a reemplazar los 5.700 megavatios térmicos por fuentes eólicas, tendría que tener una capacidad instalada de 20.000 megas para garantizar la firmeza y la confiabilidad del sistema. Y si la misma apuesta fuera por la energía solar, la capacidad instalada tendría que multiplicarse por 7 para atender la demanda máxima en un día (11.000 megavatios).
El riesgo de bajar las tarifas a las malas
A finales de octubre, el precio de la energía en bolsa superó los $1.500 kWh, por arriba del precio marginal de escasez ($1.066,65/kWh), aunque en noviembre (hasta el lunes 20) cayó con un mínimo de $407,12 y un máximo de $812,12.
“Vamos a reducir las tarifas cambiando la fórmula en sus partes cambiables, que están generando una transferencia de riqueza masiva de los bolsillos de los colombianos a 6 generadoras”, amenazó el presidente Gustavo Petro.
El debate está abierto. Según ANDEG, el fenómeno de El Niño ya ha reducido en más de un 50% los aportes hídricos a los principales embalses del país. En respuesta a ello, y para garantizar una escasez de agua en los próximos meses, las térmicas a base de carbón y el gas -energéticos más costosos- ya están atendiendo el 42% de la demanda de energía y la cifra podría subir.
“XM estima que los embalses pueden estar llegando en abril y mayo de 2024 a niveles del 26% ó 27%. Lo cual confirma que vamos a seguir necesitando generación térmica en un nivel alto para recuperar los embalses”, explica Castañeda.
Frente a la posibilidad de que el gobierno reduzca las tarifas a ‘sombrerazos’ o con medidas administrativas, como lo ha dicho el presidente, el director de ANDEG sostiene que la regulación y la Ley dicen que hay que reconocerles a los actores de la cadena sus costos más una rentabilidad.

“El gobierno puede aumentar el consumo básico de subsistencia o incrementar los porcentajes de subsidio a los estratos 1,2 y 3, que actualmente son del orden del 60%, 50% y 15%, respectivamente, pero si bajan las tarifas a los sombrerazos nos vamos a quedar sin energía”, señala.
El riesgo es real. En un reciente evento, el presidente del Grupo de Energía Bogotá, Juan Ricardo Ortega, dijo que más que un apagón en el corto plazo, le preocupa el aumento en los precios de la energía y que, como resultado de ello, si hay un cambio en las reglas de juego para enfrentar el alza de las tarifas, los inversionistas decidan que no vale la pena ejecutar nuevos proyectos en el sector.
“Colombia necesita US$7.000 millones para garantizar el suministro de energía en los próximos años, pero si no hay un retorno de la inversión competitivo los proyectos no se van a ejecutar”, dijo Ortega en diálogo con Forbes. “Acá toca entender algo importante de este sector, los proyectos se hacen con deuda y la deuda soberana ha subido de forma importante”.
Al contexto retador, hay que añadir la dificultad para la ejecución de proyectos de infraestructura lineal e incluso de energías renovables no convencionales, como lo advirtió la multinacional francesa EDF que decidió retirarse de un proyecto de energía solar en Girardot, Cundinamarca, por retrasos significativos en los permisos y licencias ambientales por parte de entidades locales (CAR Cundinamarca).
Para Ortega, la retórica sobre la transición energética “que se inventaron desde el gobierno anterior y continúa ahora”- es totalmente equivocada. “En Colombia la transición no tiene nada qué ver con el sector eléctrico. El sector impacta máximo 8% en las emisiones de carbono. Acá el problema son la deforestación, la ganadería, el uso del suelo que explica el 60%. Después de eso, transporte es otro 20%. Allí tiene el 80%”.
A juicio suyo, si el país resuelve ese 80% habrá dado pasos gigantescos. “Transporte es un tema muy grueso y allí estamos convencidos de que el gas es el instrumento clave de la transición energética, y por eso la importancia de la exploración y de que se generen todos los mecanismos de darle certidumbre al país de que va a haber oferta de gas a mediano y largo plazos a precios razonables”.
Para el presidente del GEB, el país perdió la visión de que en este momento de la historia lo grave es que no se ejecuten los proyectos que garanticen la transición energética y disipen la posibilidad de un racionamiento en el mediano plazo.
“Noruega genera con hidroeléctricas y está supercomprometido con la transición energética. Colombia debería volver a abrir la discusión de las hidros en este momento, y sin duda eólica y solar que van a depender mucho de cómo logremos ejecutar la Línea Colectora, que integrará al país las energías renovables no convencionales que se producirán en La Guajira”, concluyó Ortega.