Atinkana, una reserva hidrológica y agroforestal fundada en 2016 por el antropólogo José Florez, ya ha recuperado 55 hectáreas de suelo a través del cultivo de café y cacao, que comercializa en Europa.

Después de vivir 15 años en Suiza, José Flórez, un antropólogo biológico bogotano, regresó al país y compró hace 7 años una finca de 120 hectáreas en las faldas de la Sierra Nevada, un lugar que, a pesar de su potencial, estaba afectado por años de malas prácticas.

“Cinco minutos después de estrechar la mano del vendedor para saludarlo, sentí que pertenecía allí”, explica Flórez, tras lo cual se embarcó en un proceso de regeneración de la zona que lo llevó a explorar nuevas formas de concebir la agricultura con una visión menos inmediata, enfocada en los beneficios a futuro.

La respuesta vino de la mano del café, uno de los ‘commodities’ más comercializados después del petróleo y una de las bebidas más populares en el mundo.

Ubicada entre 500 y 1400 metros sobre el nivel del mar en el bosque tropical, Atinkana se ha convertido en una reserva hidrológica y agroforestal que siete años después ha recuperado 55 hectáreas de suelo, genera entre 30 y 50 empleos durante los meses de cosecha, e impacta a unas 40 familias, lo que le convierte en el empleador más grande de la cuenca del río Piedras que provee de agua al 50% de la población de Santa Marta.

Samuel Larson (director ejecutivo), Pedro Hernández (director de operaciones) y José Flórez (Fundador Atinkana)

Desde hace 3 años, Flórez se asoció con un grupo de inversionistas de Suiza y empezaron a vender sus productos en Zurich bajó el sello de Atinkana, un café premium que se comercializa a US$40 el kilo, cuyo atractivo, además de la calidad, es la sostenibilidad.

Para hacer sostenible la iniciativa, Flórez le pidió a Samuel Larson, un economista norteamericano experto en recursos naturales que ha trabajado en Latinoamérica y África, desarrollar un modelo de negocio sustentable.

Tal es la apuesta por la sostenilibilidad, que el café es enviado en un velero hasta Ámsterdam y desde allí es transportado en camiones que utilizan hidrógeno como combustible. 

“En Zurich, los consumidores de café están dispuestos a pagar más porque valoran la narrativa que estamos contando sobre la conservación de la Sierra Nevada de Santa Marta, las culturas ancestrales que tenemos allá y el bosque nativo que estamos regenerando a través de las plantaciones de café”, explica Larson, quien ocupa el cargo de director ejecutivo de la empresa. 

Este año han exportado entre 10 y 12 toneladas de café al mercado suizo y unas 3 toneladas de cacao, y para 2024 la meta es superar las 25 toneladas del grano y alcanzar una cifra de US$1 millón, según Larson. 

“Estamos trabajando en expandir Atinkana y llegar al mercado de Estados Unidos. En 2024 recibiremos una certificación de café orgánico y esperamos llegar a cadenas como Whole Foods”, afirma.

Pero además señala que adelantan la búsqueda de nuevos inversionistas a los cuales les ofrecen “un alto retorno de su inversión en activos duros como también una parte significativa del inventario de la plantación de café”, añade Larson. “Con estas inversiones buscamos socios comprometidos con el mañana, que busquen invertir en la reducción de las emisiones de carbono para combatir el cambio climático. A largo plazo, los beneficios económicos y medioambientales son innumerables”.

De cara al futuro, en el plan de negocios también contemplan la apertura de un hotel en las playas adyacentes al Parque Tayrona y que los turistas vivan la experiencia de café y el cacao en la finca.

“El cielo es el límite”, explica el director de Atinkana, que hace poco recibió la visita de Amy Rogers, ecóloga estadounidense conservacionista y con más de 25 años de experiencia en regeneración de bosques tropicales, quien corroboró la tesis de Larson y Flórez y se encuentra acompañando el diseño de la unidad de inversión agroforestal que ayuda a comprender cuánto café y cuánto bosque nativo necesita ser plantado por hectárea.