Swift tuvo este año una gira mundial que rompió récords, la capacidad de mover economías y un patrimonio neto de US$1.100 millones; con 33 años de edad, figura entre las mujeres más influyentes del planeta.
“Me hacen sentir fenomenal”, le gusta decir a Taylor Swift en cada parada de su Eras Tour, justo antes de interpretar su himno feminista “The Man”. Disfrutando de los aplausos, la estrella del pop de 33 años flexiona el bíceps y besa su músculo, lo que provoca un mayor frenesí entre el público. “Me están haciendo sentir”, dice, mientras una sonrisa se dibuja en su rostro, “poderosa”.
Se trata de una teatralidad brillante, pero la “Nación Swiftie” entiende que ella es, y siempre ha sido, la verdadera fuente de su propio poder —y en 17 años de su notable carrera, Swift nunca ha tenido tanta influencia económica, cultural y política—. Todo ello la ha llevado a escalar posiciones en la lista de las mujeres más poderosas del mundo de Forbes, del Nº 79 en 2022 al Nº 5 en este año.

Gracias al éxito sin precedentes de la gira Eras Tour, Swift se convirtió en multimillonaria el pasado octubre, lo que la convierte en una de las pocas artistas que alcanzan las diez cifras, junto a Jay-Z (patrimonio neto: US$2.500 millones) y Rihanna (US$1.400 millones). El Eras Tour, una retrospectiva de tres horas y media de su carrera, ha recaudado casi US$850 millones en 66 conciertos en Estados Unidos. Se calcula que su primera etapa ha aportado US$190 millones, después de impuestos, a las arcas de Swift, lo que eleva su patrimonio neto a US$1.100 millones. El espectáculo viajará a Europa y Asia el año que viene.
El llamado efecto Taylor Swift proyecta un amplio halo financiero. Dos noches de su gira en Denver aportaron US$140 millones al PIB de Colorado, gracias a que los fans gastaron una media de US$1.300 cada uno en hoteles, restaurantes y comercios. La Reserva Federal de Filadelfia citó incluso a Swift en su Libro Beige de junio, señalando que mayo —el mes en que la cantante nacida en Pensilvania actuó en el Lincoln Financial Field de Filadelfia durante tres noches— fue el mes con mayores ingresos hoteleros de la ciudad desde antes de la pandemia. La U.S. Travel Association calcula que, en conjunto, la parte estadounidense del Eras Tour aportó más de US$5.000 millones a las economías de los estados.
“Es como una gran empresa que opera en muchos sectores”, afirma Carolyn Sloan, economista laboral y profesora de la Universidad de Chicago. “Su público ha sido tan joven y tan femenino durante tanto tiempo que la gente puede haber subestimado lo grande que puede llegar a ser económicamente. No creo que nadie lo dude hoy”.
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Ese público predominantemente joven y femenino también siguió a Swift a la taquilla cinematográfica este año. Una vez más, Swift flexionó su músculo emprendedor, prescindiendo de los estudios de Hollywood para estrenar The Eras Tour directamente con AMC en octubre, a pesar de no contar con un aparato de marketing tradicional a sus espaldas. Da igual. La propia Swift es la máquina de marketing definitiva. Stacy Jones, fundadora de la agencia de marketing Hollywood Branded, calcula que la cantante ha acumulado más de US$130.000 millones en “free press” —una cifra un tanto vudú que intenta calcular el valor de la publicidad gratuita— en los últimos dos años. El boca a boca y algunas apariciones estratégicas en los partidos de fútbol de los Kansas City Chiefs fueron más que suficientes para atraer a los espectadores. La película se estrenó con US$93 millones y ha recaudado más de US$250 millones en todo el mundo.
Al igual que con el Eras Tour y el concierto-película, gran parte del poder de Swift se deriva de su control directo sobre su negocio. Más impresionante, y potencialmente mucho más lucrativa, es la forma en que recuperó la propiedad de su catálogo de canciones regrabando álbumes que formaban parte de una venta de US$300 millones que Swift alega se hizo a sus espaldas. Hasta ahora ha regrabado y publicado cuatro de los seis álbumes que formaban parte de esa venta. El más reciente, 1989 (Versión Taylor), batió el récord de Spotify de artista con más reproducciones en un solo día cuando se publicó a finales de octubre.

Si tenemos en cuenta que Katy Perry y Justin Bieber vendieron los derechos de sus respectivos catálogos musicales en 2023 por más de US$200 millones, el valor de la música de Swift no hará sino hacerla más rica en las eras por venir.
Por formidable que sea Swift, no es, sin embargo, la mujer más poderosa del mundo. Ese título corresponde a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cuyas decisiones políticas y presupuestarias afectan a los 450 millones de habitantes de Europa. Una cifra que pronto podría superar los 500 millones. En su discurso anual sobre el Estado de la Unión, pronunciado en septiembre, von der Leyen reafirmó su intención de convertir a Ucrania y los países de los Balcanes Occidentales en miembros oficiales de la UE.
La Nº 2 este año es Christine Lagarde, la presidenta del Banco Central Europeo que está dando forma a la política monetaria europea en un momento de alta inflación. También se sitúan por delante de Swift la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris (Nº 3) y la primera ministra italiana Giorgia Meloni (Nº 4). Ambas son las primeras mujeres que ocupan sus respectivos cargos, y Meloni está afirmando su influencia al proponer reformas de la Constitución italiana que permitirían la elección directa del primer ministro.
“Todas esas personas con poder duro son mujeres realmente poderosas”, dice Jones, la experta en branding, “pero no van a poder cambiar el mundo de la forma en que lo está haciendo Taylor Swift”.
Este artículo fue publicado originalmente en Forbes US
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