Los microcréditos son la alternativa del sistema financiero para combatir el ‘gota a gota’. Sin embargo, este producto solo representa el 2,8% de la cartera total del país, mientras que los préstamos ilegales se digitalizan para llegar a más personas. ¿Cómo combatir esta problemática?

Antes de Nequi y Daviplata tener una cuenta de ahorros no era tan fácil, el trámite era presencial, había que llenar varios formularios, y se exigía un monto mínimo para acceder a ese producto. Con las plataformas digitales, eso quedó atrás y ahora todos los colombianos están incluidos en el sistema financiero, o la gran mayoría, 91,3% para ser exactos.

Aunque se democratizó el acceso a productos de ahorro, no pasa lo mismo con los préstamos, solo 36,2% de los colombianos tienen un producto de crédito. No significa que solo este porcentaje haya pedido prestado dinero, significa que solo ellos lo hicieron a través de una entidad vigilada por la Superintendencia Financiera de Colombia (SFC). ¿Qué pasa con los demás?

Un buen número de personas se mueven en el mercado del ‘gota a gota’. Es una idea atractiva: solicita un dinero y el desembolso es inmediato, normalmente le llevan el efectivo a su casa o lugar de trabajo o incluso se lo depositan en su cuenta de ahorros al instante. El problema viene después, un día después. Los pagos de estos préstamos ilegales se hacen desde el siguiente día de desembolsar el dinero a bajos montos durante un tiempo prolongado. Aunque no hay cifras exactas de esta actividad, María Clara Hoyos, presidenta de Asomicrofinanzas, afirma que los intereses pueden llegar hasta el 200% en algunos casos.

Si la persona es ‘buena paga’, el prestamista le ofrecerá un monto más alto y un plazo de tres o cuatro días más para pagar, con la necesidad de dinero inmediato las personas vuelven a caer en el ‘gota a gota’. Se convierte en un círculo vicioso en el que se pide prestado, se salda la deuda y se tiene una mejor oferta. El lío empieza cuando la persona no puede pagar, los métodos de cobranza se vuelven abusivos, violentos y, por supuesto, ilegales.

Camilo, un conductor de plataformas, accede con frecuencia a estos préstamos. “Sé perfectamente en lo que me estoy metiendo, pero necesito el dinero y es la única forma de conseguirlo”. Un poco antes del año 2000, Camilo perdió las escrituras de un apartamento en Bogotá por un préstamo de $6 millones que no pudo pagar, dice haber “aprendido la lección” y ahora pide montos más bajos.

Además, el mercado ilegal también se modernizó y a Camilo le llegan a diario publicidades en redes sociales como Facebook de aplicaciones que se dedican a prestar “dinero rápido”. En la tienda de apps de Android se pueden encontrar nombres como ‘Credit Easy’, ‘Presta Fácil’ y ‘Credayuda’. Camilo sabe de qué va el negocio, pero admite que para personas que no conozcan la dinámica estas plataformas pueden pasar por legales y confiables.

Para Camilo no hay otra forma, el sistema financiero formal no es ni siquiera una opción a contemplar, cuando se le habla del microcrédito no parece estar muy familiarizado con el término pero lo rechaza de entrada pues involucra a un banco tradicional que seguramente no le prestará debido a su situación económica.

Frente a esta problemática el reto del sistema financiero es enorme. ¿Cómo convencer a personas como Camilo de que la banca tradicional sí es una opción? Es complejo pero se trabaja en una solución que ya muchos colombianos conocen.

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El salvavidas financiero

La banca se dio cuenta de que no podía atraer a personas como Camilo con créditos tradicionales y diseñó un producto con muchas características similares al ‘gota a gota’: el microcrédito.
Este producto financiero cuenta con una tasa de interés máxima más alta -aunque no tanto como la del mercado ilegal-. Para abril de 2024 la usura efectiva anual del crédito popular productivo urbano se ubicó en 82,05% y la del crédito popular productivo rural en 69,71%. Mientras que la tasa de usura para préstamos de consumo y ordinarios se ubicó en 33,09%.

Incluso algunas entidades hacen cobros diarios, pues entre más parecidos sean los productos, más fácil es la transición entre uno y otro. El Banco W ofrece ‘Gotahorro’, “un crédito con frecuencia de pago diaria, semanal o quincenal, que destina una parte de la cuota al ahorro, contribuyendo a incentivar esta cultura y permitiéndoles mejorar sus condiciones de vida”, explicó José Alejandro Gurrero, presidente de la entidad.

Este método de pago no es rentable para las entidades bancarias, pues cada transacción representa un dinero para ellos y recibir pagos diarios es mucho más costoso que recibirlos cada tres meses, sin embargo es la única forma de acostumbrar a los clientes que vienen del ‘gota a gota’.

“Los mecanismos adoptados para este segmento de la población se vuelven sostenibles cuando se logran cambios de comportamiento en los clientes y estos a su vez eligen la financiación formal como el camino que hacia adelante tomará su unidad productiva”, explicó Bancamía, la Fundación Microfinanzas Bbva.

Según cálculos de Asomicrofinanzas, más de tres millones de micronegocios tienen microcréditos. Aún así, este segmento representa solo el 2,8% de la cartera total del país. Sobre el perfil de quienes acceden a este producto financiero, la entidad destaca que 87% pertenecen a estratos socioeconómicos 1 y 2, 52% son mujeres, de las cuales 300.000 son cabeza de hogar y 80% son negocios informales -no confundir con negocios ilegales–.

¿Funciona? Aunque el producto no es el más popular y aún falta mucho por mejorar, sí funciona. Un estudio de Asomicrofinanzas y el Banco de la República descubrió que “los países con una mayor cartera per cápita de microcrédito tienden a tener menores tasas de pobreza”.

En Colombia sucede lo mismo. Bancamía afirmó que el 52% de sus clientes logran salir de la pobreza después de tres años de relación con la entidad; además, sus ventas crecen interanualmente 23%.
Mientras que Banco W encontró que “si bien el total de nuestros clientes que se encontraban fuera de la pobreza, a junio de 2022 fue de 89,88%, este valor a marzo del 2024 fue de 95,14%, 5,26 puntos porcentuales inferior, mostrando de esta manera cómo las microfinanzas ayudan a las personas a superar el umbral de pobreza”.

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Lo que falta

En el momento este producto financiero solo aplica para microempresarios y no para asalariados, esta población aún está desatendida por el sistema formal. En línea con esto, los bancos han flexibilizado sus políticas para no exigir grandes cantidades de documentos a sus clientes, así que negocios informales sin RUT o registro en Cámara de Comercio pueden acceder al sistema desde algunas entidades.

La brecha de género también es una barrera. Pese a que hay más mujeres con microcréditos en Colombia, están concentradas en el segmento de $0 a $25 millones, mientras que en montos desde $25 y $50 millones predominan los hombres. “Muchas veces hay un sesgo de los mismos asesores, sienten que la mujer no está lo suficientemente preparada para recibir créditos tan grandes y son mucho más exigentes”, explicó María Clara Hoyos, desde el gremio ya se buscan alternativas para combatir esta problemática.

Otro gran desafío es la promoción de estos productos, ya que muchos colombianos no saben de la existencia de este crédito. La líder gremial hace el llamado a más entidades bancarias para ofrecer microcréditos – al momento 11 bancos lo manejan-, y hacerlo de manera correcta, sin sobreendeudar al cliente, siendo flexibles y manejando un esquema similar al del mercado oculto.

También será importante que las entidades le metan la ficha a la digitalización. Asistir a una oficina bancaria para hacer pagos diarios es insostenible, más cuando los prestamistas ilegales ahorran ese trabajo yendo directamente al hogar o trabajo de las personas.

Con pagos digitales, menos papeleo, más promoción y mayor flexibilidad en el puntaje crediticio, este tiene el potencial de ser un producto que integre a ese 63,8% de colombianos que aún no conocen el crédito formal.

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