La reputada institución española celebra la XV edición del programa que incentiva la participación de los jóvenes latinoamericanos en el servicio público, con el objetivo de impulsar la proactividad y la integridad de los participantes.
El Programa para el Fortalecimiento de la Función Pública en América Latina, respaldado por la Fundación Botín de España, está a punto de celebrar su decimoquinta edición entre octubre y noviembre de este año, con el objetivo de incentivar la participación de los jóvenes universitarios más destacados de la región en el servicio público.
La Fundación Botín, reconocida en España durante más de medio siglo, ha ampliado su enfoque hacia América Latina en la última década, desarrollando programas innovadores para abordar desafíos sociales y educativos en la región. Desde sus inicios en Cantabria, España, hasta su expansión por países como Uruguay, Chile, México, Centroamérica y ahora Perú, la Fundación ha demostrado un compromiso continuo con el crecimiento y el impacto en toda la región latinoamericana.
Con una red de 474 egresados, de los cuales el 70 % ya trabaja en instituciones públicas de sus países, esta edición espera recibir alrededor de 15.000 candidaturas de 800 universidades de 20 países de América Latina hasta el 20 de mayo, lo que demuestra el creciente interés y la relevancia del programa en la región.
Además, para celebrar el decimoquinto aniversario del programa, se organizará un encuentro global de toda la red en Cartagena de Indias, Colombia, del 28 al 30 de noviembre, con el fin de fortalecer los lazos entre los egresados y compartir experiencias y mejores prácticas.
Javier García Cañete, actual Director del Observatorio de Tendencias y de Programas de Desarrollo del Talento en la Fundación Botín, quien cuenta con una amplia trayectoria tanto en el ámbito público como en el educativo, nos ofrece una visión detallada de los fundamentos de esta iniciativa.
P: ¿Cómo se aseguran de que no haya un sesgo ideológico en sus programas y que realmente puedan dirigirse a la diversidad presente en toda la región?
R: En primer lugar, abrimos la convocatoria a nivel global, sin discriminación por universidad, campo de estudio o afiliación política. El año pasado, recibimos 11,200 candidaturas para solo 32 plazas disponibles, financiando todos los gastos del programa en un periplo que pasa por diferentes escenarios: el año pasado, por ejemplo, fue Colombia, España y Brasil. Buscamos estudiantes con sólido desempeño académico y experiencia comprobada en liderazgo y compromiso social. No hay sesgo político en esta selección; valoramos el compromiso del estudiante con los desafíos que enfrenta y su capacidad para dialogar con perspectivas diversas. Hemos tenido estudiantes, ya profesionales, que han representado a partidos en oposición en la misma contienda electoral. La diversidad ya es una realidad en nuestra red, con estudiantes que representan una amplia gama de ideologías y posiciones políticas, lo que enriquece enormemente las discusiones y colaboraciones dentro del programa.
P: Cuando se trata de educación en América Latina hay grandes diferencias. No es lo mismo recibir educación en Ciudad de México que en otras partes de la República o, incluso, en países de Centroamérica, como Honduras o Nicaragua. ¿Toman eso en cuenta a la hora de seleccionar a sus becarios?
R: Sin duda, es un aspecto crucial que consideramos desde hace 15 años. Reconocemos la disparidad de oportunidades educativas en la región. Por ejemplo, en las primeras cinco ediciones, exigíamos un nivel de inglés equivalente al C1, pero lo eliminamos en la sexta edición al percatarnos de que excluía a estudiantes con talento pero sin acceso a una educación de calidad. Nos esforzamos por llegar a universidades más allá de las grandes metrópolis, buscando candidatos en estados periféricos o zonas rurales que históricamente han tenido menos oportunidades.
En Brasil, por ejemplo, recientemente hemos logrado incluir candidatos de la Amazonía, y en Bolivia, del altiplano, a pesar de los desafíos de acceso y calidad educativa en esas regiones. Nuestro objetivo es seleccionar a los mejores candidatos, independientemente de su ubicación geográfica o contexto educativo.
P: ¿Ha supuesto un esfuerzo poder integrar a estudiantes de Nicaragua y Cuba?
R: En Nicaragua, la dificultad radicó en la distribución de la convocatoria entre los estudiantes. A diferencia de Cuba, donde no surgió este problema, en Nicaragua hubo reticencia debido a la desconfianza hacia las entidades privadas.
De las cosas más bonitas que existe en el programa, con los 500 egresados que tendremos al final de esta edición, es la diversidad de ideologías que representan. Tenemos estudiantes vinculados a políticas de izquierdas, a políticas conservadoras, a políticas liberales, a desarrollar la función pública en cualquiera de los escenarios, en contextos más indígenas, en contextos más urbanos.
Una de las grandes bondades de la red es la diversidad de causas, la causa de la pobreza, la causa de género, la causa de la sostenibilidad, o sea, infinidad de causas. Lo que une a toda la red es la posibilidad de estar en el ámbito público bajo los tres principios que tiene el programa: integridad, vocación de servicio y proactividad. Hemos tenido que ser más flexibles con los candidatos en los requisitos de aval institucional de sus universidades, especialmente en lugares como Nicaragua y Cuba.
P: Muchos de sus docentes son o han sido servidores públicos. ¿Cómo seleccionan a esas personas que van a estar a cargo de instruir a sus alumnos?
R: Esa es una pregunta crucial para nosotros. Más allá de los contenidos y habilidades, buscamos inspirar esperanza en nuestros alumnos durante el programa. Queremos que vean que es posible un servicio público diferente, no asociado necesariamente con la mala práctica. Por eso, nos aseguramos de que los instructores, ya sea en ejercicio o con experiencia en el sector público, encarnen los tres principios fundamentales del programa: integridad, vocación de servicio y proactividad. Estos principios son compartibles independientemente de la ideología.
Al seleccionar a los docentes, priorizamos su pasión por el servicio público y su capacidad para inspirar a los estudiantes. Nos importa más con quién hablan nuestros alumnos que qué les enseñan, porque buscamos personas que vivan apasionadamente su vocación en el servicio público. Al final, queremos que nuestros alumnos encuentren modelos a seguir que les ayuden a sacar lo mejor de sí mismos, tal como recordamos a nuestros buenos maestros. A menudo, estos servidores públicos ejemplares no son tan conocidos públicamente, pero existen en gran número.
P: La política, hoy en día, está muy ligada al sistema de partidos, en medio de un clima de crispación y polarización política muy generalizado. ¿Cómo le explican a sus alumnos la necesidad de anteponer los intereses partidistas frente a los del ciudadano?
R: Es una pregunta difícil y una de las principales barreras para que más personas capacitadas se dediquen al servicio público. Reconocemos que en los partidos políticos no siempre se ofrecen los espacios más idóneos para construir realidades distintas, especialmente en los niveles regionales y locales. La cercanía con los ciudadanos en estos ámbitos a menudo disminuye la rigidez ideológica, ya que uno debe responder directamente a las necesidades de la comunidad. Creemos que es en estos espacios más próximos al ciudadano donde se están gestando nuevas formas de participación pública. A través de estos estratos locales, esperamos que los cambios se propaguen de abajo hacia arriba, desafiando la actual estructura de bloques partidistas que caracteriza la política contemporánea, tanto en América como en España.
P: En América Latina, también percibimos un desgaste de las instituciones, los organismos autónomos y el poder judicial. ¿Abordan en su programa esta situación?
R: El fortalecimiento de las instituciones es un aspecto central de nuestro programa. Concienciamos sobre la importancia de estas instituciones para el desarrollo integral de los estados, no solo en el ámbito público, sino también en el privado y el social. Es crucial que las instituciones sean sólidas y no se vean afectadas por el descrédito causado por el uso partidista. Además, promovemos la idea de una región latinoamericana unida en un mundo globalizado.
Creemos que América Latina tiene el potencial de desempeñar un papel significativo a nivel global debido a su población joven, su volumen, su riqueza y su capacidad. Enfatizamos la idea de que un brasileño no puede entenderse sin un argentino, un argentino no puede entenderse sin un chileno, un chileno no puede entenderse sin un boliviano, un boliviano sin un ecuatoriano. Formamos parte de una región grande, que tiene mucho que decir a nivel global, como parte de esos bloques que hoy se están conformando.
P: ¿Cómo enfocan en el programa el problema de los fake news y su repercusión en la vida pública?
R: Sin duda, las fake news representan un desafío en constante evolución. Recientemente, estuve en Chile participando en conversaciones con la Fundación Congreso Futuro sobre el diseño de normativas que incorporen la intervención de la inteligencia artificial. ¿Cómo será la sociedad del futuro? Visualizamos un escenario en el que gestionaremos relaciones e interacciones diversas, lo que nos exige mirar hacia adelante en lugar de quedarnos anclados en enfoques reduccionistas y poco ambiciosos del pasado. Vemos la inteligencia artificial y la tecnología como herramientas para construir un futuro mejor y diseñar una sociedad que esté un paso adelante, ya que usualmente el ámbito público tiende a quedarse rezagado frente al avance social. Esta mirada prospectiva es fundamental para los nuevos líderes del ámbito público.
P: ¿Dónde se desarrolla el programa de este año?
R: Este año el programa se lleva a cabo en España y Colombia. Pero nuestra visión es expandirnos aún más. Desde sus inicios, tenemos la suerte de haber colaborado con universidades de todo el mundo. Trabajamos con la Universidad de Georgetown en Estados Unidos, sin embargo, ahora estamos enfocados en latinoamericanizar el programa.
En los últimos cuatro años, hemos establecido una sólida alianza con la Fundación Getulio Vargas en Brasil y con la Universidad de los Andes en Colombia. Queremos seguir creciendo y llegar a más países. Nos gustaría incluir a México, Argentina y, si es posible, algún país de Centroamérica. Rotar la presencia en diferentes países cada año permite a los estudiantes enfrentarse a realidades diversas y aprender de las políticas públicas exitosas y de los errores. Este conocimiento directo en sus propios contextos es invaluable para nuestros futuros servidores públicos.
P: ¿Cómo funcionan las alianzas entre fundaciones y qué se aportan mutuamente?
R: En las alianzas con organizaciones locales, buscamos que estén activas en educación y tengan relaciones con centros educativos, ya que nuestro programa se enfoca en ellos. La Fundación Botín capacita al equipo de la organización local para liderar el programa en su comunidad, mientras que nosotros proporcionamos recursos y actualizamos los contenidos de la plataforma. Nuestra idea es ser lo menos necesarios posibles, que realmente la entidad local sea la que ejecute el programa. Por ejemplo, estamos abordando temas cruciales como la salud mental y el bienestar docente post-pandemia, ofreciendo herramientas tanto para los docentes como para los estudiantes.
P: Dado el éxito del programa, la cantidad de egresados que tienen y el nivel de responsabilidad que muchos de estos egresados han conseguido. ¿Piensan ampliar ese número de becas, en algún momento?
R: Nos encantaría. Estamos buscando aliados, especialmente en América Latina. Este año, en la celebración de la quinceava edición en Cartagena de Indias, nos planteamos el desafío de que cada Red Regional de Alumni replique el programa, adaptándolo a las necesidades de sus comunidades. Algunas redes están considerando trabajar con estudiantes de secundaria, mientras que otras se enfocan en el liderazgo femenino en lo público. Queremos que, a través de estas redes, se extienda un movimiento por lo público en América Latina, que promueva la integridad, la vocación de servicio y la proactividad en el ámbito público.
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