La Universidad EIA explica que el biocarbón, o biochar, transforma los residuos agroindustriales, que generan gases de efecto invernadero durante su descomposición, en un material aprovechable, una fuente alternativa de energía, y un mecanismo de captura de carbono y reducción de emisiones simultáneamente.
Cerca del 84 % de la energía que se genera en Colombia es de origen renovable, en buena medida gracias a las hidroeléctricas, y el 16 % restante se les atribuye a fuentes no renovables, como combustibles fósiles y carbón. Por eso, el país constantemente está en búsqueda de cómo diversificar esa canasta energética.
Por ejemplo, al no tener estaciones hay energía radiante todo el año con potencial fotovoltaico, es decir energía solar; zonas donde corre el viento todo el año, con potencial eólico; y biomasa, que se puede obtener de residuos agroindustriales con condiciones físicas y químicas interesantes, como el cascarón del coco, el cuesco de Palma, la cascarilla de arroz, el cisco de café, y que en vez de dejarse descomponer en la superficie pueden ser aprovechados.
Una de las formas de hacerlo es someter esa biomasa a altas temperaturas, a partir del cual se pueden obtener gases y bio aceites, que son combustibles, y biochar, un tipo de carbón vegetal que, si bien no es una fuente de energía sí es un material que se puede usar en otras aplicaciones como vía para la fertilización de suelos y captura de carbono para evitar emisiones de éste como parte de gases de efecto invernadero.
En palabras de la doctora Adriana M. Quinchía Figueroa, directora de I+D de la Universidad EIA de Envigado, gran parte del “carbono” constitutivo de la biomasa residual vuelve a la atmósfera en forma de CO2 o metano, en el proceso de la descomposición aerobia y anaerobia de la biomasa, y una pequeña cantidad se va almacenando en el suelo.
“Si yo tomo esa biomasa y la llevo a un tratamiento térmico, llamado pirólisis, que ocurre en un horno reactor, logro que entre el 25 y el 50 % de esos residuos se transformen en carbón sólido, y el resto en un gas y un bio aceite combustibles, que pueden alimentar el reactor, o como fuente de energía. Con esto se reduce, como mínimo, el 50 % del CO2 que se emitiría con la descomposición ‘tradicional’. Y el bio carbón se puede transformar luego hasta alcanzar carbón activado con usos que van de filtro de olores, tratamientos médicos de intoxicación, capturar mercurio en minería, potabilización de agua zonas lejanas, a llevar nutrientes al suelo y liberarlos lentamente para mejorar los cultivos agrícolas”.
Piense en un productor de un lugar alejado de la red eléctrica, como las grandes zonas de cultivos como palma de aceite, producción de madera o cualquier explotación agroindustrial de gran escala, allí los residuos suelen ser biomasas de difícil compostaje rápidamente, pero en términos energéticos al hacer una pirólisis se obtiene una fuente de energía para las viviendas de las personas.
Un camino hacia la descarbonización

Más allá de ser una idea revolucionaria, mundialmente ya las entidades que emiten bonos de carbono tienen al biochar puesto en suelo como una alternativa de descarbonización y de secuestro de carbono en el planeta con una muy buena rentabilidad en el mercado. La ventaja es que este, al ser sólido, logra retener el carbono que de otra forma iría a la atmosfera.
“El biochar está en ‘tendencia’ como bono de carbono. Internacionalmente se están comercializando como un mecanismo tanto para quienes lo hacen de forma voluntaria como las industrias que deben hacerlo de forma obligatoria en sus requerimientos de compensar su nivel de emisiones. Y en Colombia es una posibilidad de negocio para el sector agroindustrial, reforestadoras, productoras de café, banano, palmicultores, y todos los que produzcan biomasa. Estamos hablando de unas 300.000 toneladas de biomasa residual al año producidas en general en el país”.
La doctora Quinchía revela que en mercados clave, como el de puro-earth y Nasdaq, el precio por tonelada de CO2 equivalente con origen de biochar puesto en suelos se mueve en los mercados en valores cercanos a los 150 euros entre 2021 y 2023, precios muy superiores a los registrados por tonelada de CO2 equivalente tradicionalmente obtenidos a partir de biomasa, los cuales rondan los 20 euros. Estos niveles se hacen atractivos sobre todo cuando la captura de CO2 emitida por biochar puede ser de 2.8 toneladas de CO2 equivalente por cada tonelada de biochar de alta calidad puesta en suelo.
Las iniciativas de la EIA

Si bien la tecnología para obtener biochar se conoce hace cientos de años, e incluso con una técnica rudimentaria se obtiene el carbón vegetal que se usa para cocinar, la academia ha estudiado cómo perfeccionar el sistema.
Recientemente la EIA ejecutó un proyecto con universidades del G8, como la Universidad Nacional y UPB, la empresa Sobiotech y contaron con el apoyo de la Gobernación de Antioquia y Ruta N, donde tomaron residuos de cuesco de palma en el Urabá para generar biochar para mejorar los suelos de cultivo. Como resultado crearon una cartilla que se entregó a los agricultores de cómo podían replicarlo para su uso.
La doctora Adriana Quinchía agrega que, aunque las comunidades tienen muy buena aceptación de los proyectos que las universidades llevan a territorio, el reto sigue siendo conectar su trabajo con los otros actores de la triple hélice, el Estado y las empresas. Ya que el desarrollo de la academia está, y el conocimiento con los ‘usuarios’ también, falta la confianza y los recursos para que no sea una iniciativa puntual, sino para que se mantenga en el tiempo.
Su mirada al futuro
Colombia tiene la meta de reducir el 51 % de sus emisiones para 2030, lo que significa un esfuerzo mayúsculo para diversas industrias, tanto en replantear sus negocios como en invertir en bonos o en proyectos verdes. La legislación de bonos de carbono por biochar se reglamentó en septiembre de 2022, y ya hay empresas en la Orinoquía con grandes extensiones agrícolas que están produciendo biochar para su propio uso y entrando a ese mercado, pero hacer una inversión de este tipo no se hace ‘de la noche a la mañana’.

En el país, el tema apenas está tomando fuerza, pero para la doctora y la EIA hay un potencial mundial de ofrecer este mecanismo de compensación porque se tiene un volumen importante de biomasa, la tecnología, las alianzas clave y una muy buena calidad técnica.
Desde hace algo más de un año EIA es la única universidad aliada de Asocarbono. En el futuro buscan ofrecer cursos sobre el tema, no solo sobre biochar, o bonos de carbono, sino alrededor de todo el tema de la descarbonización tanto para empresas como para personas interesadas en conocer más.
“El programa de Ingeniería Ambiental de la EIA es fuerte desde la investigación y el trabajo con las comunidades, hay una gran oferta de cursos optativos para otras carreras, somos aliados de universidades locales e internacionales. Esperamos poner este conocimiento al servicio de la sociedad, ser consultores para las empresas e impulsar proyectos de la mano de las industrias, el sector público y trabajar con las comunidades. Esta es nuestra razón de ser, queremos allanar el camino hacia la descarbonización”, finaliza la doctora Adriana Quinchía Figueroa, directora de I+D de la Universidad EIA.