En el municipio de Villamaría, Caldas, en la vía hacia el Nevado de Santa Isabel, queda El Nido del Cóndor, un lugar que se ha posicionado entre los viajeros por ofrecer la oportunidad de ver en libertad al cóndor andino.
Julio de 2024 llegó con una buena noticia para Colombia y su ave nacional. El Parque Jaime Duque reveló que ha nacido una cría del cóndor de los Andes, una especie que está en vía de extinción y que llevaba 12 años sin un nuevo polluelo.
‘El rey de las alturas’ ha protagonizado el escudo nacional, pero también una triste reducción de la especie. En Colombia, hay apenas cerca de 60 cóndores y son múltiples los proyectos que se han emprendido para la preservación de la majestuosa especie. Uno de estos es El Nido del Cóndor Ecolodge, un hotel ubicado en la Vereda Papayal, Vía Villamaría al Nevado Santa Isabel, en Caldas. Nació bajo altos estándares de calidad del arquitecto Jaime Botero, quien trabajó toda su vida en su propia empresa de arquitectura, Conguadua, y un día, sin planearlo, esta propiedad se convirtió en su lienzo con propósito.

Hace seis años, Botero compró el terreno sin saber que allí habitaban Pipinta y Calima, una pareja de cóndores de los Andes que en la actualidad rondan los 30 años de edad. El animal, símbolo de la libertad, se convirtió en el protagonista del lugar y en un motivo para preservar 60 hectáreas de terreno montañoso que ha sido reforestado.
Los huéspedes tienen la oportunidad de conectar con la naturaleza con distintas actividades del hotel ecológico. El avistamiento de aves es el atractivo principal, pues más de 235 especies de aves se suman al cóndor en este panorama, que es cien por ciento guiado con los expertos del lugar, quienes narran las historias de la fauna y flora de la meseta en detalle.

En la zona también se pueden visitar las cuevas, hacer senderismo por diferentes caminos que incluyen cascadas, hacer recorridos en bicicletas, fogata y otras actividades relacionadas con el ecosistema.
Las carpas (cabañas) son tipo safari de 72 metros cuadrados, más nueve metros cuadrados de baño. La estructura de las habitaciones se caracteriza por sus balcones tipo deck, desde donde se observa el panorama de las flores y también el cañón, en donde precisamente está el nido de la pareja de cóndores. Los espacios cuentan con segundo ambiente compuesto por sala con un sofá, sillas mariposa, mesa y un rack para ropa. Estas carpas tienen capacidad de cuatro personas.
La villa familiar es mucho más amplia, con capacidad para ocho personas, tiene vista directa a la montaña e incluye un espacio para hacer fogata, comedor, dos habitaciones independientes con camas king, sofá cama, balcones y baños independientes.

La comida es otra de las experiencias que ofrece el lugar, pues se caracteriza por la variedad en verduras y frutas. De hecho, al menos el 40% de la comida que se ofrece allí nace en la huerta del hotel o en esa misma zona, tal como el café, cultivado tradicionalmente y sin procesos de aceleración en una zona cercana de unas cinco hectáreas.
“Entonces, primero, es café de altura. Y segundo, el sistema de secado es súper sostenible porque lo hacen con casa elga. Las casas elgas eran un sistema que tenían nuestros antepasados para secar el café”, explica Jaime Botero en conversación con Forbes.
¿Cómo llegar?
Este es uno de los destinos que Procolombia está visibilizando a través de su estrategia bajo la narrativa internacional de la marca país ‘Colombia, el país de la belleza’.
En primer lugar, los huéspedes aventureros pueden en carro o van desde Manizales o Pereira hasta el municipio de Villa María. Desde ese punto, será necesario un vehículo que resistente a carreteras no pavimentadas. En la zona se suelen mover las camionetas 4×4 que transportan turistas hasta el lugar. A partir de ese punto hasta el lugar donde inicia la travesía los viajeros pueden tardar cerca de 90 minutos.
Al llegar a la estación del cable aéreo del hotel, los guías reciben a los visitantes para acompañarlos en una travesía de siete minutos, desde donde se ven las cascadas de la zona. Sin embargo, para quienes no son amigos de las alturas, existe la posibilidad de atravesar el camino a pie o en caballo.

Los huéspedes deben reservar con meses de anterioridad, pues El Nido del Cóndor ha nacido con un propósito claro: cuidar las especies, por lo cual no se planea construir más cabañas. El lugar cuenta con 10 unidades y la única construcción pendiente es un spa de siete pasos que se basará en terapias naturales con pepa de aguacate y ripio de café.
El resto del lugar se reserva para flora y fauna; se han sembrado más de 10.000 plantas y esto ha provocado que especies como zorros y pumas también ronden por la zona. De hecho, Jaime Botero está desplegando un Centro de Interpretación Ambiental para exponer la biología del lugar en 48 paneles para los visitantes.
Hospedarse en este privilegiado hotel, que por las corrientes térmicas que se generan en el cañón se volvió en hogar de Pipinta y Calima, tiene un precio que se acerca a $1,5 millones por persona cada noche, y dependiendo de la cantidad de personas puede variar.
Los huéspedes se pueden sorprender en cualquier momento al escuchar que los trabajadores del hotel anuncian “¡Cóndor!” cada vez que alguno de los dos decide tomar las corrientes térmicas para extender sus majestuosas alas y mostrar su envergadura, que puede alcanzar hasta los tres metros.
Desde que nació el hotel, la pareja de cóndores ha sido monitoreada para su preservación. Sin embargo, los guías del lugar y habitantes de la zona cuentan que hace 12 años la cría de los cóndores falleció a tan solo un año de su nacimiento. Se cree que por el nivel de trauma que esto generó, no han empollado desde entonces. Un cóndor andino suele reproducirse cada dos años.

Este proyecto de Jaime Botero se ha convertido en un propósito familiar junto a los sus dos hijos arquitectos y su esposa, una abogada que ahora se dedica a la huerta y al hotel. “Yo tengo una frase que digo: ‘la vida me lo tenía guardado’. Yo nunca consideré montar un hotel y menos comprar una finca”, comenta, tras recalcar que en Colombia hay mucha biodiversidad por explorar.
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