“Quizás más que la informalidad, la formalidad es el problema”, dice el ministro de Comercio e Industria, Luis Carlos Reyes. Marcela Eslava, de la Universidad de los Andes, admite que aunque las barreras de acceso a la formalidad son un desafío, una de las mayores debilidades de la economía es la baja productividad laboral y empresarial.

“¿Vas a vivir del chorizo?”, le preguntaron a Paola Andrea Rivas cuando dijo que su emprendimiento, ‘Chorizos las Berracas’, ubicado en La Dorada (Caldas), se dedicaría a hacer el mejor embutido de este estilo del país.

Y aunque la tarea no fue fácil, porque como dice Rivas “La Dorada queda en el corazón de Colombia, pero todo el mundo pasa rápido por allí”, hoy su negocio genera 18 empleos formales y está creciendo.

“La creatividad y ganas de sentirnos útiles hicieron que construyéramos un negocio que nos diera dignidad. A nosotros nos enseñaron a ser madres, no empresarias”, explica esta emprendedora que recibió la ayuda de la Cámara de Comercio local para formalizarse, lo que le ha permitido acceder a créditos y a cursos de formación para mejorar la calidad de sus productos.

En un país en el que solo el 33,5% de las empresas legalmente constituidas sobreviven al término de los primeros 5 años, según un estudio realizado por Confecámaras, la tesis del Gobierno Petro de apoyarse en la economía popular y en emprendimientos como el de Rivas para generar empleo y superar la pobreza genera controversia en la academia y en los economistas que califican la idea de peligrosa para el aumento de la productividad y el crecimiento de largo plazo.

Luis Carlos Reyes Hernández, ministro de Comercio, Industria y
turismo (Foto Diana Rey Melo).

Sin embargo, Luis Carlos Reyes, ministro de Comercio, Industria y Turismo, tiene otra visión. En un reciente evento planteó que la asociatividad, la unión de “esos pequeños actores de nuestra economía tiene el potencial de jalonarla tanto en lo pequeño como en lo grande. En últimas, lo grande se hace a partir de muchas cosas pequeñas y el reto de las políticas que favorecen la economía popular no es solo otorgar pequeños créditos a los pequeños y reducir los requisitos y la burocracia, aunque eso les sirva a ellos y a los grandes, sino insertarlos en la economía formal”.

Un sistema económico en el cual la mayoría son informales no debería ponernos a pensar en la informalidad, sino en el problema de la formalidad, agregó Reyes.

“Quizás más que la informalidad, la formalidad es el problema”, dijo el funcionario y agregó que para “lograr una visión de largo plazo tenemos que partir de consensos y conseguir que los pequeños confeccionistas de San Victorino se asocien y se conviertan en grandes proveedores de los grandes retailers y transformar la institucionalidad”.

Según el estudio ‘Movilidad empresarial: lecciones aprendidas de empresas productivas’ de Confecámaras, a medida que las empresas incrementan su productividad, las probabilidades de mantenerse en el mercado aumentan en un 37%, y sus posibilidades de incrementar su tamaño crecen en un 16%.

El análisis partió de las características de 3.300 empresas de 29 departamentos que se vincularon, a través de 52 Cámaras de Comercio, al programa Fábricas de Productividad y Sostenibilidad de Colombia Productiva.

Las empresas que participan en el programa tienen una mayor probabilidad de permanecer en el mercado y crecer y se destacan porque mantienen un contacto regular con sus clientes, tienen certificaciones para sus productos, integran la estrategia digital en la visión de la empresa y logran una menor rotación de personal.

El estudio reveló, además, que las sociedades son 1,2 veces más productivas que las empresas constituidas como persona natural. Además, tienen 5 veces más probabilidades de sobrevivir y dos veces más de aumentar su tamaño.

La formalización y la organización interna más robusta de las sociedades les permiten implementar mejores prácticas de gestión y operación, lo que se traduce en un rendimiento productivo superior.

Durante el reciente congreso de Confecámaras también fue presentado el análisis de los resultados de los programas ‘Alístate y Transforma-T para Crecer’, de la Red de Cámaras de Comercio, diseñados para fortalecer las capacidades técnicas, organizativas y de gestión financiera de micronegocios de la economía popular.

El estudio analizó las características de 3.657 unidades productivas que completaron el programa, cubriendo 42 de las 58 cámaras de comercio del país.

El 77% de estos micronegocios de la economía popular son de propiedad de mujeres, más del 80% no realiza pagos a la seguridad social, el 57% de los propietarios tiene como máximo educación secundaria y cerca de la mitad tiene una duración en el mercado menor a 3 años y más del 55% no conocía con exactitud sus ingresos y gastos al momento de participar en el programa.

Los resultados son alentadores, dice el estudio: se registró un incremento del 32% en el uso de métodos de pago digitales, con un 43% de los micronegocios reportando un aumento en las ventas a través de estos medios.

Además, el 32% de los micronegocios comenzó a llevar contabilidad de manera formal, y el 71% ahora conoce con precisión el valor exacto de sus ganancias

Un 21% de los micronegocios ha adoptado herramientas digitales, como páginas web y redes sociales, para potenciar sus ventas, mientras que un 9% ha comenzado a utilizar plataformas de comercialización.

En términos de capacidades financieras, se registró un incremento de 12 puntos porcentuales, reflejando una mejora en el conocimiento sobre conceptos clave como ventas, utilidad y rentabilidad.

“En conjunto, estos resultados subrayan el efecto positivo y significativo del programa ‘Alístate y Transforma-T para Crecer’ en el desarrollo de capacidades clave para los micronegocios”, dice Julián Domínguez, presidente del gremio.

“No solo se han facilitado mejoras en áreas específicas, sino que también se ha contribuido al fortalecimiento integral de las unidades productivas, posicionándolas mejor en el mercado y asegurando su sostenibilidad a largo plazo”, explica.

En el mismo evento, Luis Carlos Reyes señaló que un registro formal (refiriéndose al Registro Mercantil) no debe afectar al pequeño actor de la economía y debe poner a contribuir de una manera proporcional a aquellos más grandes, según su capacidad de aporte.

“Hemos buscado potenciar el papel de las Cámaras con tarifas progresivas para el Registro y eso resume nuestra filosofía para la transformación de la formalidad”, explicó el funcionario. “Las Cámaras pequeñas tienen costos fijos más altos que las grandes y buscaremos preservar su conocimiento del territorio y su potencial para aglutinar a los actores de la economía popular en un decreto que publicaremos para comentarios”.

Cómo emprender y no morir en el intento

De acuerdo con el estudio ‘La Supervivencia Empresarial en Colombia’, que analiza los resultados en un periodo de cinco años, de las 296.896 unidades productivas creadas en 2017, solo 98.696 continuaban operando en 2022, lo que arroja una tasa de supervivencia del 33,5%.

Los factores más importantes ligados a la capacidad de supervivencia son: el tamaño de la empresa, la capacidad de acceder a mercados internacionales y de atraer capital económico y humano, la organización jurídica, el entorno para hacer negocios, el dinamismo del sector al que pertenece, el acceso al crédito y pertenecer a una aglomeración productiva o clúster.

Además, las empresas que ejercen su actividad como sociedades tienen una tasa de supervivencia del 44% a los cinco años, mientras que las de personas naturales solo alcanzan el 30%.

Germán Alberto Triana, presidente de la Asociación de Agricultores de Nocaima – Asogrocaima– explica que apenas un año después de constituidos comenzaron a exportar a Estados Unidos productos derivados de la panela como mieles, pastillas y pulverizados.

“Luego conseguimos un socio en Washington y empezamos a innovar, lo cual nos permitió lanzar al mercado un energizante orgánico natural a base de panela con la ambición de competir con las grandes marcas”, explica. “Allí nos dimos cuenta de que lo teníamos todo a la mano, la caña y la panela y empezamos a producir y a exportar la materia prima”.

Conscientes del desafío de competir con los más grandes, la Asociación se ha enfocado en la innovación para lo cual han buscado ayuda externa en programas como Alístate y Transforma- t.

“Los agricultores han sido un referente para nosotros. Mi consejo para emprender es el origen, allí está la solución, conecten las herramientas que tienen.  Nosotros encontramos un ‘océano azul’ en los energizantes orgánicos y la idea nació de lo que teníamos al frente”, señala.

La Tienda Miscelánea Nuevo Triunfo comenzó como un pequeño negocio de barrio hace 25 años, en Bogotá. Lina Guzmán Leguizamo, hija de la fundadora, tomó las riendas en los últimos 5 años y empezó a analizar estrategias para llevarla al ‘siguiente nivel’.

“Fue precisamente en pandemia cuando tomé la iniciativa de hacer cursos y me dijeron ‘emplea este medio de pago, lanza esta oferta u organiza el punto de cierta manera’ y así he tenido una guía para mi crecimiento empresarial, para trascender y no quedarse en la simple tienda de barrio”, explica.

Gracias a su ímpetu se ha convertido en proveedora de las tiendas de otros barrios cuando agotan sus inventarios.

“Un aspecto clave para lograrlo ha sido tener presencia en las redes sociales y adquirir conocimiento en mercadeo. Hay que llenarnos de conocimiento para llegar al siguiente nivel”, dice. “Los invito a creer en sus negocios y a hacer cosas diferentes. No hay malas ideas, sino que están mal estructuradas”.

El tamaño importa

Los casos de éxito antes mencionados son un ejemplo de la tenacidad de pequeños empresarios del país que han luchado por formalizarse y crecer. Pero, ¿cuáles son los límites de la economía popular como motor del crecimiento?

Marcela Eslava, profesora titular de la Universidad de los Andes, admite que aunque las barreras de acceso a la formalidad son un desafío, una de las mayores debilidades de la economía colombiana es la baja productividad laboral y empresarial, particularmente en el cuentapropismo y los micronegocios informales.

Marcela Eslava, profesora de la Universidad de los Andes.

“El problema es que estos segmentos representan una fracción enorme, hasta dos terceras partes, de las empresas donde trabajan los colombianos y generan sus ingresos”, explica la ex decana.

Eslava dice que aunque el acceso a la financiación y los altos impuestos corporativos son barreras para la formalización de muchas pymes, esos factores son menos importantes que las brechas de talento humano, los altos costos laborales y el diseño de la formalidad que es excluyente.

“Cuando vemos las empresas que sí crecen y son móviles, lo que las jalona es el crecimiento de su productividad, su capacidad de innovación y entregar productos diferenciales. Mucho más que por ejemplo las estrategias de mejora de procesos y de costos que algunos estudios mencionan”, agrega.

Andrés Álvarez, profesor de la misma universidad, coincide y afirma que la estrategia de reducción de la pobreza no puede ser independiente del crecimiento.

Explica que los ingresos altos no se decretan aumentando los salarios; se logran a través de mayor productividad, lo que significa que hay mucho por hacer del lado de las empresas.

“A las empresas realmente les cuesta insertar personas de ingresos bajos porque sus hijos no logran acceder a la educación superior de calidad; entonces allí hay un problema serio de descalce entre lo que son los salarios y los puestos de trabajo de alta productividad y lo que la población, en promedio, logra acumular como capital humano”, explica.

Y aunque no hay recetas mágicas, Álvarez plantea que eso se logra generando crecimiento y con un cambio en la estructura productiva hacia empresas de mayor tamaño.

“La idea del gobierno de fomentar la permanencia de empresas de pequeño tamaño y de la economía popular es muy peligrosa para el crecimiento de largo plazo y para la inserción de los colombianos en el mercado laboral con condiciones de ingresos altos y alta productividad”, remata el experto.

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