La urbe por excelencia se revela más cálida y armoniosa que nunca al caminar por senderos que nacen en torno a Central Park.

Despertar con el saludo del Sol en las mejillas no es algo que ocurra todos los días. Por ello, recuerdo muy bien aquel saludo intangible y, al mismo tiempo, cálido y confortable, que sentí a mi regreso a Nueva York, tras la pandemia.

La vista de mi suite, en las alturas del Park Lane, revelaba una vista portentosa de Central Park, espacio rebosante de un verde infinito, interrumpido, apenas, por el reflejo cristalino (a manera de espejo) de un lago que se asomaba en el extremo opuesto a mi ubicación. En los márgenes del parque, una barda gigante y zigzagueante formada por rascacielos lo encapsulaba todo.

El punto de encuentro con Caroline, mi guía (quien forma parte de la compañía turística City Fit Tours-NYC), fue al pie de la estatua del General Sherman, en la esquina de 5th Ave, 59th y 60th Streets. Juntos habríamos de iniciar una caminata, con yoga incluido, ideal para absorber la esencia del amanecer neoyorquino.

Con este objetivo en mente, la jornada inició con algunos ejercicios de respiración, que fueron seguidos por una reflexión en silencio y a ojos cerrados, secreta y personal. Después, hicimos los estiramientos recomendados, para luego caminar en dirección a algunos de los sitios más emblemáticos de Central Park.

Sin tapetes de por medio, Sunrise Yoga Walk es una experiencia de 90 minutos de duración que alterna ejercicios de yoga y meditación con la visita a los sitios emblemáticos de Central Park. © City Fit Tours-NYC

El primero de ellos, apenas a unos pasos de distancia, se ubicaba en la cima de una roca que apunta a Billionaires’ Row. Este espacio es un mirador pétreo que permite alternar ejercicios y tomar fotos que capturan el contraste entre la naturaleza y el concreto de las torres circundantes.

Después, caminé a través del Literary Walk, haciendo pausas esporádicas para seguir la rutina de Caroline al pie de la letra. Y, así, llegamos a la icónica fuente Bethesda, donde, tras cumplir 90 minutos de ejercicio y saludos al Sol, dimos por concluida la activación física, muy cerca de algunas parejas que aprovechaban la mañana para tomarse fotografías antes de celebrar sus enlaces nupciales.

Al regresar al punto de partida, mi guía, nativa de Los Ángeles, me contó el shock cultural que representó para ella llegar a Nueva York, una ciudad que la ha hecho cambiar sus hábitos por completo, al punto de abandonar el uso del auto (algo impensable en Los Ángeles, apunta) para adoptar un estilo de vida más acorde con sus verdaderos intereses. Después de escucharla con atención, la vi pisar el césped con determinación, mientras el Sol iluminaba la mitad de su frente.

New York City Tourism + Convention

El desayuno en The Regency Bar & Grill, en la animada esquina donde se encuentra el hotel Loews Regency New York, transcurrió en la atmósfera impoluta de un espacio que sirve cocina clásica estadounidense, plena de sabores generosos impregnados de acentos sostenibles que, intuyo, son apreciados por los comensales. Basta mirar al nutrido grupo de neoyorquinos en espera de conseguir un espacio en el restaurante para que más de uno coincida conmigo.

La ronda de sitios a visitar en esta ocasión incluyó paradas en el Guggenheim Museum, The Metropolitan Museum of Art y Jackie Robinson Museum, además de algunos espacios favoritos que revelan nuevas vistas de la ciudad, como Top of The Rock, en la cima del célebre Rockefeller Center, y Edge, un mirador donde los más osados podrán realizar la City Climb, una caminata en la cima del rascacielos que se levanta en el número 30 de Hudson Yards.

New York City Tourism + Convention

De regreso a las calles que bordean Central Park, y en busca de nuevas vistas de la metrópoli y sus rascacielos cuando encapsulan el verde del parque, llegué a la cima del Park Lane para visitar Darling, un espacio de atractivo dual que, durante el día, revela vistas magníficas de Central Park y, por la noche, muestra una personalidad más extrovertida, con DJ incluido y música en vivo, convirtiéndose en un auténtico oasis sibarita, ideal para disfrutar un coctel sin prisas.

A la mañana siguiente, tras recibir un nuevo saludo de buenos días en el rostro, siempre cálido e intangible, me apresuro a regresar a Central Park para perderme en sus senderos, pero esta vez sin yoga de por medio.

Siga a Forbes Colombia desde Google News