En su libro 'Los colombianos somos así', Eduardo Lora expone un estudio sobre la identidad colombiana a partir de la estadística.

El recurso más valioso de todo ser humano es su tiempo: lo que cualquier persona llega a ser durante su vida es producto de la forma en que ha usado su tiempo. La asignación diaria del tiempo a las distintas actividades no siempre es consciente o voluntaria, pues viene dictada en gran medida por decisiones pasadas y por las circunstancias personales, familiares y sociales de cada individuo.

Hombres y mujeres usan el tiempo de manera diferente porque la cultura establece que cada género debe desempeñar cierto rol en el hogar y en las relaciones familiares y sociales. Así lo demuestran de manera contundente las encuestas de uso del tiempo en las cuales se basa este capítulo. Los distintos roles asignados a cada género inciden no solo en la distribución de los oficios domésticos y el cuidado de los hijos, sino también en las actividades que ocurren fuera del hogar, como los desplazamientos al trabajo o al estudio.

Las diferencias regionales en los roles de género son notables en muchos aspectos, lo cual confirma la influencia de la cultura en la forma de ser de los colombianos.

La carga de trabajo por género

¿Quiénes trabajan más, los hombres o las mujeres? Mientras que los hombres oficialmente “ocupados” le dedican a su trabajo remunerado un promedio de 9 horas diarias, las mujeres “ocupadas” destinan unas 7 horas y 40 minutos a este tipo de trabajo.

Sin embargo, esa es una visión incompleta de las cargas de trabajo, que deben incluir también los oficios domésticos y el cuidado de otras personas. Los hombres apenas dedican unas tres horas diarias a estas actividades, mientras que las mujeres les dedican aproximadamente 7 horas y 40 minutos. Es decir, aunque las jornadas de trabajo remunerado y no remunerado de los hombres no son cortas (12 horas en total), con toda razón se afirma que las mujeres enfrentan una doble jornada laboral que alcanza las 15 horas y 20 minutos diarias.

La sobrecarga laboral de las mujeres es un fenómeno presente a nivel nacional, aunque ocurre con mayor intensidad en algunas regiones que en otras. El problema con estos grandes promedios es que mezclan actividades muy variadas y personas que viven en condiciones personales y familiares bastante distintas.

Así es como el DANE recoge las encuestas de uso del tiempo, aunque de forma mucho más detallada, siguiendo estándares internacionales. Las cuatro primeras actividades conforman el trabajo doméstico no remunerado; las otras cuatro corresponden a las actividades de cuidado no remunerado.

El trabajo doméstico no remunerado

Tradicionalmente, las cargas del trabajo doméstico no remunerado han recaído en las mujeres, aunque en las sociedades occidentales los hombres comparten cada vez más esas responsabilidades. Actualmente, en Colombia, los hombres dedican en promedio una hora diaria a estas actividades, mientras que las mujeres invierten aproximadamente tres horas y 20 minutos.

Estos tiempos no incluyen las actividades relacionadas con el cuidado de los hijos u otros miembros del hogar, que se tratan en la siguiente sección.

La conformación de los hogares influye, hasta cierto punto, en la distribución de las cargas domésticas. En las familias nucleares —compuestas por padre, madre e hijos— los hombres dedican a las actividades de trabajo doméstico aproximadamente 50 minutos diarios, lo cual representa apenas una quinta parte de lo que destinan sus cónyuges: alrededor de cuatro horas y 25 minutos (cuadro 2.2).

También se observan enormes brechas en la dedicación entre los cónyuges en las familias extensas y en las parejas sin hijos, lo cual confirma que las cargas no están equitativamente distribuidas entre hombres y mujeres en la mayoría de los hogares. Es sorprendente, sin embargo, que las mujeres cabeza de familia monoparental dediquen significativamente más tiempo al trabajo doméstico que los hombres en circunstancias similares.

Únicamente cuando los hombres viven solos, destinan a los oficios domésticos un tiempo similar al que dedican las mujeres que también viven solas.

Desafortunadamente, no se puede afirmar nada preciso sobre las parejas del mismo sexo, ya que no están suficientemente representadas en las encuestas de uso del tiempo. Todos estos patrones se mantienen válidos, con algunas diferencias, tanto en el campo como en la ciudad y en las diversas regiones del país.

¿De qué depende la cantidad de trabajo doméstico que realizan las mujeres que viven con sus cónyuges?

Lo que más influye es si cuentan con servicio doméstico, aunque no sea permanente. Tener a alguien —usualmente una mujer— que venga cada semana a hacer la limpieza y otros oficios reduce en aproximadamente una hora y media el trabajo diario de la mujer (es decir, incluso en los días en que la empleada no asiste). Esto es especialmente relevante para las mujeres que trabajan fuera del hogar, ya que por cada hora de trabajo remunerado diario, dedican entre 15 y 20 minutos menos a las tareas de su propia casa.

Sin embargo, contar con servicio doméstico, incluso de forma ocasional, es un privilegio del que solo disfruta una de cada veinte familias en el país.

Los tiempos que las mujeres destinan a los oficios domésticos aumentan ligeramente por cada hora que sus cónyuges están ocupados en sus propios trabajos. Por otro lado, la “ayuda” que prestan los hombres en el hogar no disminuye en absoluto el tiempo de trabajo doméstico de sus cónyuges. Como es de esperarse, por cada hijo que tienen, las mujeres dedican unos 15 minutos más al trabajo doméstico diario. Esto ocurre incluso cuando los hijos hombres son adultos en edad madura (entre 30 y 49 años). En cambio, una hija adulta de esa misma edad le reduce a su madre más de una hora de trabajo diario.

Portada del libro ‘Los colombianos somos así’.

El trabajo doméstico de los hombres que viven con sus cónyuges

El trabajo doméstico que realizan los hombres bajo estas condiciones funciona de manera muy distinta. En primer lugar, es mucho menos sensible al tiempo que ellos mismos dedican al trabajo remunerado. Además, es aún menos afectado por el tiempo que sus cónyuges dedican al trabajo remunerado o por la disponibilidad de servicio doméstico. Y no depende en absoluto del número de hijos, sin importar su edad.

La manera más sencilla de resumir todo esto es diciendo que, en términos generales, los hombres son insensibles a estos factores.

Todo lo anterior demuestra claramente que en las familias nucleares, las cargas de trabajo doméstico siempre están desbalanceadas a favor de los hombres, y son las mujeres quienes se adaptan ante los cambios en sus propias circunstancias o las de sus cónyuges.

Diferencias entre mujeres y hombres cuando no viven en pareja

Mujeres y hombres también se comportan de manera muy distinta cuando no viven en pareja. La diferencia más significativa ocurre cuando tienen un hijo o hija adulto. Una mujer sin pareja pero que vive con un hijo varón adulto generalmente dedica unos 45 o 50 minutos más a los oficios del hogar. Si se trata de una hija adulta, la reducción en el trabajo de la madre no es muy significativa.

En contraste, un hombre sin pareja se beneficia de manera notable: si vive con un hijo adulto, este le descarga alrededor de una hora y tres cuartos de tareas diarias; si vive con una hija adulta, la descarga es aún mayor, superando las dos horas diarias.

En menor medida, esta descarga de trabajo también ocurre cuando los hijos son de otras edades.

Cambios generacionales y desigualdad de género

El panorama que emerge de este análisis no es alentador desde una perspectiva de género, aunque hay indicios de un cambio generacional. Las mujeres de generaciones más jóvenes dedican menos tiempo a los oficios domésticos. En Estados Unidos también se evidencia un cambio generacional, pero de forma diferente: los hombres más jóvenes están dedicando más tiempo a las tareas del hogar (Churchill, Ruppanner y Kornrich, 2023).

Ingresos y trabajo doméstico

Un aspecto que parece esperanzador respecto a la igualdad de género es que, a mayor ingreso del hogar, más tiempo dedican los hombres a las tareas domésticas y menos tiempo dedican las mujeres. Esto se debe a que, en hogares pobres, las mujeres no cuentan con aparatos electrodomésticos básicos —especialmente una lavadora— que podrían ahorrarles esfuerzos. Mientras tanto, los hombres de esos hogares no tienen más opción que intentar ganar más dinero para contribuir al hogar.

Estas dificultades se alivian a medida que aumentan los ingresos del hogar, pero se requieren incrementos enormes para que el efecto sea sustancial: la brecha entre hombres y mujeres en el tiempo dedicado a los oficios domésticos se reduce apenas cerca de una hora cuando los ingresos per cápita del hogar se multiplican por ocho.

Por lo tanto, es poco probable que el crecimiento económico, por sí solo, logre corregir las desigualdades de género, especialmente en las clases menos favorecidas.

Diferencias culturales y regionales

También es interesante analizar si existen diferencias culturales importantes entre zonas y regiones del país en cuanto al tiempo que hombres y mujeres dedican al hogar. Si se comparan familias en condiciones similares en áreas rurales y urbanas, se observa que las mujeres en el campo dedican aproximadamente una hora más al trabajo doméstico que sus pares en las ciudades, mientras que los hombres realizan más o menos la misma cantidad de trabajo doméstico en ambas áreas.

Las diferencias entre zonas urbanas son menos significativas, aunque existen. Por ejemplo, las mujeres de las zonas urbanas de la región central (que incluye Antioquia y los departamentos de la zona cafetera) dedican más tiempo al hogar que sus pares de otras zonas urbanas. Por otro lado, los hombres de las zonas urbanas del Caribe dedican menos tiempo a las tareas del hogar que los hombres de otras regiones urbanas.

Como suele ocurrir con los fenómenos humanos, las diferencias entre personas o familias dentro de cada zona o región son mucho mayores que las diferencias entre las regiones mismas. Por eso, resulta arriesgado atribuir personalidades distintas a las familias o personas según su región.

Este fragmento que publica Forbes cuenta con la autorización de cortesía de Debate / Penguin Random House Grupo Editorial en Colombia.