En plena crisis, Miguel y Salomón Rodríguez encontraron una oportunidad para transformar el agro colombiano. Hoy, Emma, revoluciona el mercado con tecnología, sostenibilidad y un compromiso inquebrantable con los campesinos y tenderos. Así están cambiando la industria de alimentos en Colombia, impulsando una revolución desde el campo hasta el consumidor local y del mundo.
La historia de Emma no comienza en un laboratorio de investigación ni en una gran sala de juntas, sino en la visión de dos emprendedores que vieron una oportunidad en medio de la crisis. En 2020, en plena pandemia, la escasez de granos en Colombia reveló la fragilidad de la cadena de suministro. Miguel y Salomón Rodríguez, tío y sobrino, comprendieron que el agro necesitaba un modelo sostenible y eficiente. “Nos dimos cuenta de que, sin innovación y sin un compromiso real con el campo, el agro colombiano no podría prosperar”, recuerda Miguel.
Con esa idea en mente, en 2022 fundaron la Compañía Colombiana de Alimentos Emma, cuyo nombre proviene de Emiliano y Madelaine, sus hijos. Desde el inicio, su propósito fue claro: construir una empresa que marcara la diferencia en el presente y para las generaciones futuras.
Un modelo sostenible y tecnológico
La filosofía de Emma gira en torno a la innovación y la sostenibilidad, pero con un foco especial en el trabajo con los campesinos. Para diseñar su modelo de negocio, sus fundadores viajaron a países como Tailandia, Canadá y Estados Unidos, analizando cómo las naciones líderes en producción agrícola combinaban tecnología y apoyo a los agricultores. “Si no ayudamos a que las nuevas generaciones sigan sembrando, ¿qué vamos a comer en el futuro?”, fue la pregunta que los motivó.
El primer gran reto fue cambiar la mentalidad de los campesinos colombianos. En un sector donde la siembra se realiza en ciclos específicos del año, Emma demostró que era posible cultivar de manera continua con el apoyo de tecnología. “Nos decían que era imposible sembrar todos los meses”, comenta Salomón. “Entonces les propusimos algo, nosotros ponemos la semilla, la tecnología, el sistema de riego, pagamos la mano de obra y evaluamos si funciona”. Y funcionó.
Hoy, más de 70 agricultores trabajan con Emma en un modelo que garantiza estabilidad económica y acompañamiento técnico. Antes, muchos campesinos se endeudaban para sembrar sin garantía de venta. Ahora saben que sus productos tienen un comprador asegurado y precios justos.
El impacto de Emma no solo se mide en cifras, sino en la transformación de vidas. Agricultores que antes luchaban por obtener créditos ahora tienen acceso a financiamiento, capacitaciones y herramientas para mejorar su producción. “No solo les compramos sus cosechas, también los capacitamos en prácticas agrícolas sostenibles, para que puedan aumentar su productividad sin afectar el medio ambiente”, agrega Miguel.
Han implementado un sistema de monitoreo con tecnología satelital y sensores en los cultivos, lo que permite optimizar el uso de agua, fertilizantes y recursos. No solo hacen que la producción sea más eficiente, también ayudan a reducir el impacto ambiental y a cuidar la tierra para que la industria sea rentable por más años.
Apoyando a los agricultores y tenderos
Uno de los mayores logros de Emma ha sido la creación de un sistema de contratos con los agricultores, garantizando pagos mensuales y evitando la incertidumbre de las temporadas de cosecha. Pero su impacto no se detiene en la producción: también han transformado la forma en que los alimentos llegan a los consumidores.
Históricamente, los tenderos independientes han sido el último eslabón de la cadena, y también uno de los más vulnerables. Para abastecerse, debían madrugar para comprar en las centrales de abastos, pagar de contado y asumir costos de transporte y tiempo que sus tiendas permanecían cerradas. Emma cambió este paradigma, convirtiéndolos en aliados estratégicos. “Nos aseguramos de que no tuvieran que salir de sus tiendas. Les damos crédito, les surtimos en sus estanterías y les ofrecemos beneficios por regresar los empaques”, explica Miguel.
Este modelo no solo optimizó la logística, sino que también fomentó la economía circular. Los empaques de Emma son compostables y los tenderos pueden devolverlos a cambio de un beneficio económico, que también ven los consumidores, incentivando el reciclaje y reduciendo el impacto.
Adicionalmente, Emma está trabajando en la digitalización de su red de tenderos mediante una plataforma tecnológica que permite gestionar pedidos, acceder a información de mercado y recibir asesoría en tiempo real.

Innovación e impacto social
Emma no solo se distingue por su modelo de negocio, también por su apuesta por la innovación en productos. Inspirados por tendencias internacionales, están en pleno desarrollo de una línea de snacks saludables a base de legumbres, como lentejas, arvejas y garbanzos con sabores diferenciados, apuntando tanto al mercado local como a la exportación.
Pensando en internacionalizar, han incursionado en la producción de café premium para el mercado internacional, diversificando su portafolio y ampliando sus oportunidades de crecimiento. Quieren llevar la riqueza del agro colombiano al mundo, pero de una manera sostenible y con impacto real en la comunidad.
En cada nuevo producto, la sostenibilidad es clave. Están desarrollando empaques biodegradables, reduciendo el uso de plástico en su cadena de producción y promoviendo procesos de economía circular. “No basta con vender productos saludables, también hay que pensar en cómo los producimos y cómo impactan el planeta”, enfatiza Miguel.
Su apuesta por la sostenibilidad va más allá del discurso, es una práctica real en cada eslabón de su cadena de valor. Conscientes del impacto ambiental del transporte, desde sus inicios arrancaron con una flota 100% eléctrica, ya tienen en servicio algunos vehículos en alianza con Auteco Electric, reduciendo costos operativos y la huella de carbono. Pero no se detuvieron ahí. En sus procesos de producción implementaron tecnologías innovadoras para minimizar el uso de agua, utilizando aire a presión y aire caliente en lugar de métodos tradicionales de lavado de la materia prima.
Su compromiso con la autosuficiencia energética los llevó a instalar paneles solares en sus bodegas, alimentando tanto sus instalaciones como su flota vehicular. Esta solución no solo optimiza el consumo eléctrico, sino que fortalece su resiliencia operativa ante futuras crisis energéticas. Detrás de estas iniciativas hay un enfoque en la colaboración con talento local: el sistema solar fue desarrollado por jóvenes emprendedores de Cundinamarca, demostrando que la innovación sostenible también impulsa la economía regional.
El compromiso de Emma con el agro no se limita a garantizar precios justos o mejorar la productividad: también busca transformar la mentalidad de las nuevas generaciones de agricultores. A través del programa “Creciendo con Emma”, la empresa invita a campesinos y a sus hijos a capacitarse en modelos de negocio sostenibles e innovadores, desafiando la idea de que los productos básicos siempre deben ser los más baratos a costa del bienestar del productor.
En esa línea, Emma lleva su visión a las aulas universitarias, impartiendo charlas y talleres en colaboración con instituciones locales. El objetivo es claro: fomentar una nueva generación de empresarios y agricultores que piensen más allá de los esquemas tradicionales, generen valor en la cadena productiva y contribuyan al fortalecimiento del campo colombiano con modelos justos y sostenibles.
El futuro de Emma
A pesar de los desafíos, el crecimiento de Emma ha sido notable. En menos de dos años han logrado consolidar alianzas estratégicas con entidades financieras y empresas de logística, impulsando su modelo de negocio. Además, han recibido reconocimientos por su impacto en el agro y la sostenibilidad, abriendo puertas para escalar su modelo a otras regiones de Colombia.
El compromiso de sus fundadores sigue intacto: fortalecer el agro colombiano, generar impacto social y ofrecer productos innovadores y sostenibles. “No se trata solo de vender alimentos, sino de construir un ecosistema donde todos ganen: los agricultores, los tenderos y los consumidores. Nuestra meta es seguir siendo parte de esa innovación ecosostenible en producción y logística con productos de calidad mundial. Para lograrlo nuestro talento humano es la clave, y seguiremos trabajando en equipo para revolucionar nuestra industria y el campo”, concluye Miguel Rodríguez.