Solo el 33,7% de las mujeres en Colombia tienen un crédito formal, una cifra alarmante si se tiene en cuenta que más del 45% de los hogares en el país están encabezados por ellas. Cuatro microempresarias de diferentes regiones le cuentan a Forbes cómo la financiación cambió sus vidas y las ayudó a escapar de la pobreza, el desplazamiento y la violencia económica.
Un crédito puede significar la materialización de un sueño: la compra de una vivienda, un vehículo, la realización de un viaje, la finalización de los estudios y mucho más, en el mejor de los casos. Para algunas personas, la financiación es la solución a situaciones indeseables como el desplazamiento, la pobreza y para muchas colombianas es el escape de la violencia intrafamiliar.
María Inés Erazo, de 56 años, le cuenta a Forbes como algunas de sus vecinas “se aguantan las patadas de su marido”, por no tener un sustento económico suficiente para separar el hogar, entre otras cosas. “Les digo a las otras mamitas que no les de miedo el crédito, para salir adelante hay que endeudarse”.
Esta microempresaria de Buesaquillo, Nariño, habla con conocimiento porque desde que el Banco Contactar le aprobó el primer crédito, su vida es diferente: volvió rentable su cultivo de cebolla larga, emprendió en el cultivo de cebolla puerro, compró una casa grande para ella y su familia, comparte con su hija una camioneta y una moto, y vive feliz en un equilibrio entre el trabajo duro, el pago oportuno de cuotas y el crecimiento arduo pero constante de su negocio y su bolsillo.
María Inés, madre soltera y abuela de dos nietos, habla con orgullo y humildad del trabajo que tuvo que realizar para lograr la estabilidad que tiene hoy. Cuando se le pregunta por violencia económica asegura que la ve y enfatiza en la necesidad de que las mujeres encuentren una salida a esta situación a través del emprendimiento. Tanto en el círculo social de María Inés como en toda Colombia existe la violencia económica y las brechas financieras no están ayudando.

María Inés Erazo, de 56 años, vive en Buesaquillo, Nariño, y recalca la importancia del pago oportuno de las obligaciones financieras.
Sara Valentina Prada, magíster en Psicología Clínica y de la Salud con enfoque en género y trauma, asegura que la violencia económica es “toda acción que ejerza una persona agresora sobre la víctima que tenga efectos sobre su libertad y autonomía financiera. Estas acciones u omisiones tienen como objetivo limitar, controlar o evitar el acceso a sus derechos económicos”. Además, la experta señala que aunque es sutil y difícil de identificar, esta clase de violencia suele estar acompañada, la mayoría de veces, de otros abusos como físicos, emocionales y psicológicos.
Acciones como prohibirles a las mujeres trabajar, controlar el 100% de los ingresos del hogar, manipular con dinero, poner en riesgo la estabilidad económica de la pareja con gastos sin mutuo acuerdo, o hasta incumplir con la manutención de los hijos, son consideradas formas de violencia económica.
En Hatonuevo, Guajira, vive y trabaja Deisy Ramos, madre de seis hijos. Su esposo se fue de la casa hace algunos años, los primeros meses envió $100.000 pero después de formar otra familia no recibieron ni llamadas. Cuando su apoyo financiero se fue, Deisy trabajaba como mesera y empleada doméstica, pero gracias al Ingreso Solidario otorgado durante la pandemia conoció a Bancamía. Con financiación formal logró comprar su primera tienda, una papelería, y montar una segunda; adquirió vehículos para que sus hijos puedan estudiar en el Sena y pagó el viaje de su hija desde Ecuador donde estaba con una pareja maltratadora y su pequeño hijo. Ahora quiere que su hija finalice el bachillerato y emprenda con la ayuda del crédito y de su madre.
La brecha financiera aún existe
Si bien la violencia intrafamiliar tiene diferentes causas y el dinero no es el único motivo por el que las mujeres continúan en relaciones de abuso, ninguna colombiana debería soportar violencia por temas económicos. Más aún si se tiene en cuenta que para 2019 el 38,4% de los hogares estaban encabezados por mujeres y para 2023 la cifra aumentó significativamente a 45,4%, según el Dane.
Aún así, la brecha financiera persiste. Para junio de 2024, sólo el 33,7% de las mujeres adultas contaba con algún producto de financiamiento vigente, un leve incremento frente al reporte de diciembre del 2023, cuando la cifra se ubicó en 33,4%, mientras que para ese mismo mes el 37,1% de los hombres contaba con un crédito formal, según datos de Asobancaria.
El Índice de Bienestar Financiero de Banca de las Oportunidades revela que las mujeres presentan menores niveles de bienestar financiero en comparación con los hombres, con brechas significativas en productos como seguros (0.7 puntos), productos transaccionales (0.6 puntos) y productos financieros en general (0.6 puntos). La diferencia más reducida se observa en productos de ahorro e inversión, donde la brecha es de 0.3 puntos.
En términos de ingresos, la diferencia es aún mayor. De acuerdo con ONU Mujeres, en Colombia los ingresos de ellas son menores en un 17% frente a los de ellos. Además el desempleo de las mujeres es 5,5 puntos porcentuales mayor al de los hombres y el tiempo que dedican a labores no remuneradas del hogar es el doble.
El panorama de microcrédito es más alentador. La frecuencia de desembolsos de este producto financiero era mayor para las mujeres a finales de 2023, en zonas como el Llano, el Pacífico, el Caribe, la región Centro Sur, Centro Oriente y el Eje Cafetero.
El camino recorrido
Si bien queda mucho por hacer, hay avances en materia de cierre de brechas que son importantes destacar. “Desde 2017, hemos impulsado una estrategia transformadora que busca que el microcrédito se convierta en una herramienta clave y empoderadora donde cientos de mujeres en Colombia superen las líneas de pobreza y también combatan contextos de violencia económica en sus entornos. Gracias a ello, hoy 52% de los clientes de las microfinancieras son mujeres”, explicó María Clara Hoyos, presidenta de Asomicrofinanzas.
“Las mujeres, como cabezas de hogar en miles de familias campesinas, han sido protagonistas de proyectos en los que han podido fortalecer sus emprendimientos y obtener herramientas y conocimientos en aspectos financieros, sociales, productivos y ambientales”, explicó Jimena Botero, vicepresidenta de Asuntos Corporativos de Colombia y la Región Andina en Citi, banco que acompaña al gremio de las microfinancieras en su estrategia.

Iniciativas como estas cambian vidas. Daidys Nevey Almanza, de 53 años, nacida en Sucre, en los Montes de María, dedicó toda su vida al cultivo de tabaco hasta que un día la violencia la obligó a salir de su hogar para empezar su vida de cero en Barranquilla. En la ciudad, Daidys tuvo que aprender el arte del reciclaje para sobrevivir, empezó limpiando botellas pet y llegó a dirigir la unidad de reciclaje para la que trabajaba.
Cuando su jefe tuvo que salir del país, ella fue la única dispuesta a tomar las riendas del negocio, que si bien representaba una oportunidad de convertirse en microempresaria, también significaba una serie de deudas que ella no podía afrontar. Fue entonces cuando conoció a Fundación delamujer. Con financiación formal, Daidys logró llegar a punto de equilibrio con su primera unidad y adquirir una segunda, volver a tener estabilidad después de que un incendio le destruyó su negocio, además de sacar a sus tres hijos adelante.
Muchas mujeres en Colombia no buscan lujos o excentricidades, la mayoría de ellas busca principalmente tranquilidad y poder darle una vida digna a sus familias. Los productos financieros no las convierten en mujeres millonarias, pero sí las pueden sacar de la pobreza, ayudarlas a mantener a sus hijos y, en casos más extremos, el crédito las puede ayudar a salir de relaciones de abuso, violencia y maltrato por parte de familiares, parejas e incluso hijos.

Edil Gómez, de 58 años, le agradece principalmente a Dios y al crédito formal por sus dos panaderías y su próximo gimnasio en Timbío Cauca.
En Timbío, Cauca, vive Edil Gómez, de 58 años, a quien el crédito también le salvó la vida. Edil vendía arepas en una esquina del mercado de su pueblo y, cuando su esposo se fue con la intención de estudiar, pensó que su vida mejoraría. Pero él formó otro hogar y se olvidó de su vida en Timbío y ella se vio obligada a tomar las riendas financieras de su hogar. El Banco Mundo Mujer le permitió acceder al crédito formal con el que compró maquinaria para montar una panadería, hoy ya tiene dos sedes y con sus tres hijos está financiando todo lo necesario para su próximo emprendimiento: un gimnasio. Su fe en Dios y el crédito la sacaron de un momento muy oscuro de su vida cuando pensó no poder más.
María Inés, Deisy, Daidys y Edil no se conocen, nunca se han visto ni han escuchado las historias de las demás, pero tienen mucho en común. Estas cuatro mujeres pasaron de no tener casi nada a ser microempresarias exitosas con vidas humildes pero tranquilas, con poco pero con lo suficiente para hacerse cargo de ellas mismas, sus hijos y nietos. Y aunque puedan pensar que su impacto es solo en su círculo familiar y social, sus historias son motivo de inspiración para muchas mujeres que hoy están viviendo violencia económica y no saben cómo escapar.
*Las fuentes mencionadas autorizaron a Forbes el uso de sus datos
#NuestraRevista Este ranking se publicó en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de abril. Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese a https://forbesdigital.publica.la/library para suscribirse.
Lea también: La educación superior en Colombia se va a quedar “en proceso” en 2025