Millesime GNP Weekend convirtió San Miguel de Allende en un mapa sensorial de México, con todos sus matices cosmopolitas.

En San Miguel de Allende la luz se reflejó de forma distinta: se posó sobre mesas largas envueltas en murmullos de alegría, sobre copas que tintineaban discretas al vaivén de las mareas de vino, y sobre los fogones donde el país se reinventó plato a plato. Ahí, entre panorámicas de arquitectura colonial fusionadas con espacios contemporáneos, se celebró la cuarta edición de Millesime GNP Weekend.

La experiencia, dirigida por el maestro chocolatero Jonathan Martínez, marcó el inicio de una cálida bienvenida en Casa 1810, reflejo de la riqueza gastronómica de Guanajuato. Ingredientes orgánicos y productos locales sorprendieron al paladar con creaciones que conjugaron la sabiduría de cocineras tradicionales con la técnica de destacados chefs regionales como Erick Martínez, responsable de los conceptos de Casa 1810 Collection; Jared Ramírez, de Chimal Cocina Mexicana; y Mayela Cárdenas, de Casa Mercedes.

Todos los platillos fueron maridados con vinos guanajuatenses galardonados internacionalmente —una geografía vinícola que me resulta muy familiar—. El estado, cuarto productor de vino en México, alberga más de 60 proyectos enológicos. Sus terruños, tan diversos como generosos, ofrecen altitudes, suelos y climas ideales para el cultivo de variedades como Malbec, Syrah, Cabernet Sauvignon, Merlot y Tempranillo, con perfiles aromáticos y estructurales excepcionales.

Viaje sibarita

La travesía por Guanajuato continuó en Garden, el corazón social de Millesime, inmerso en el hotel Rosewood San Miguel de Allende. Este espacio al aire libre propició un recorrido delicioso por los sabores del Bajío y otras regiones del país, interpretados por reconocidos exponentes nacionales e internacionales de la cultura gastronómica.

Todavía tengo presente la sensación que me dejó la tostada de ceviche con aderezo de mole, creación de la chef Mayela Cárdenas, quien prepara un nuevo concepto centrado en la pesca sostenible; el aguachile de setas del chef Rodrigo Carrasco, de Martez SMA; o el crumble de maíz con mostaza miel de Daniel Ovad{ia, fundador de los restaurantes Paxia, Punta Corcho y Muelle Once.

Millesime Weekend
Cesc Duran Best New Chef 2024 por Food & Wine en español Foto. Millesime GNP Weekend

También la untuosidad de la mini dona cubierta de chocolate blanco rellena de foie, una propuesta audaz del chef catalán Cesc Duran, fundador de Gaudir Taverna Gastronómica, reconocido como Best New Chef 2024 por Food & Wine en español y Joven Talento en Millesime México. Su cocina fusiona con maestría las raíces mediterráneas y los ingredientes mexicanos.

Destacó también la propuesta multisensorial de Zibu, el concepto creado por el chef Eduardo Palazuelos, nacido en el puerto de Acapulco e inspirado en el encuentro histórico entre Asia y México, a través del Galeón de Manila. Su cocina es un tributo a ese intercambio cultural, una sinfonía de sabores que despiertan los sentidos con equilibrios entre lo picante, lo dulce, lo ácido y lo salado.

Tradición festiva

“La gastronomía es un puente que nos conecta con la identidad y con la alegría de vivir”, señaló Lupita Robles León, secretaria de Turismo de Guanajuato. A esa visión se sumó Manuel Quintanero, director general de Millesime GNP y Estudio Millesime, quien en conversación con Forbes Life celebró cómo este encuentro se ha consolidado como una tradición y un concepto “rompedor” que convoca a foodies de todo el país.

Marga Coll
Marga Coll en la cocina de NUMU Boutique Hotel en SMA. Foto. Millesime GNP Weekend

Las propuestas de chefs nacionales dialogaron de tú a tú con las de figuras internacionales como Alejandro Chamorro y Pía Salazar, del restaurante Neuma en Quito, Ecuador, o Marga Coll, al frente de la cocina de Miceli, en Mallorca, España. En las “Cenas de Altura”, estos encuentros desdibujaron fronteras y demostraron que México puede ser tanto punto de encuentro como de partida. Más que un escaparate, Millesime GNP Weekend se consolidó como una plataforma de intercambio auténtico, donde cada plato funcionó como un vehículo para traducir culturas.

Más allá del disfrute, el evento dejó claro que el futuro de la cocina mexicana —y su posicionamiento global— pasa por celebrar lo propio con mirada contemporánea, fomentar el diálogo creativo y apostar por una hospitalidad con sentido. Un relato que, como los mejores menús, se construye con técnica, memoria y riesgo.

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